Caminar tomada de la mano de Samuel por el pasillo principal me mandaba constantes mariposas al estómago, al igual que cada que me regalaba una mirada, la piel se me ponía de gallina.
Era lunes, por ende, fue más difícil salirme de la cama y hasta llegué un poco dormida aún al instituto, pero en cuanto localicé a Samuel esperándome en la entrada de la escuela, desperté por completo. Confesó que se había levantado más temprano hoy para recibirme. Mi corazón saltó de emoción.
Mi cara de felicidad fue tan brillante que hice que se riera con ternura. Hasta me recibió con un beso, uno que terminó dándome en la mejilla de no haber sido porque había volteado mi rostro para que no lo depositara ahí. Si no lo hubiera hecho, lo habría recibido en los labios, como últimamente los había recibido.
No estuvo muy claro por qué le rechacé el beso, pero fue como un reflejo haberlo hecho; pero después de pensar durante un buen rato, pude comprender que me sentía culpable, que no estaba bien hacerle esto a Samuel pasándomela con Eli casi siempre… besándolo.
Con una muy buena excusa, claro, pero aun así mi consciencia no me permitía estar en paz.
Tuve que esperar el fin de semana para poder verlo después de la fiesta de disfraces, pero aquí estábamos ambos, caminando como si una pareja fuéramos. Y digo esto por el hecho que no era oficial todavía. Estábamos en un punto entremedio.
¿O no? ¿Era ya oficial? Me había llamado su novia frente a Eli en la fiesta. El ambiente fue incómodo, al menos para mí, ya que sabía lo que realmente sucedía entre mi y los chicos. Solo esperaba que Samuel jamás llegara a enterarse, aunque el rubio estuvo a punto de revelarlo aquella noche.
Después de eso, Eli y yo intercambiamos un par de mensajes durante el siguiente día, pero nada más. Al parecer había encontrado a alguien con quien pasar el rato ya que sabía que no podríamos salir como antes.
―Dawn, ¿estás bien? ―preguntó Samuel una vez llegamos a la puerta de mi aula.
―Oh, sí, estoy bien, solo estaba pensando en que… tenía hambre. ―pensé en una excusa rápida. Le sonreí.
―¿No desayunaste, linda?
Me reí.
―Se podría decir que sí y a la vez no ―dije―. Comí poco en casa porque estaba apurada ―me encogí de hombros―. Compraré algo al rato.
Inesperadamente, un lindo rubio se atravesó por en medio de ambos, causando que rompiéramos nuestra conversación.
―Perdón, Pipes. No te vi ―sonrió Eli al voltearse para disculparse con ambos―. Lo siento, panqué, ¿te golpeé? ―vi a Samuel fruncir el ceño por el rabillo de mi ojo al notar mi vista fija sobre el rubio.
―¿Eh? ―solté― Oh, no, estoy bien, no me has hecho daño. ―sonreí.
―Escuché que tenías hambre, panqué ―mencionó―. Tengo un jugo de naranja en mi mochila y algunas galletas, puedes comerlas si quieres.
Vi a Samuel fruncir el ceño una vez más, con más intensidad todavía. Le echó una mirada confusa y molesta a Eli, quien ni pareció notarla ya que ni se inmutó.
―Si la escuchaste decir eso es imposible que no me hayas visto.
Por fin captó la atención de Eli. ―A ella sí la vi, a ti no.
―Eres un…
―Sí, sí, claro ―terminó interrumpiéndolo―. Te espero adentro, panqué. Nos vemos luego, Pipes.
Apreté mis labios, tomándole la mano a Samuel para que se quedara en su lugar. Negué con la cabeza, dándole a entender que no fuera tras él. No sabría qué podría pasar en caso de que discutieran.
Estaba confirmado. No sabía que ocurría entre ambos para que existiera esta extraña tensión. Había una cierta rivalidad que no comprendía, pero a veces me confundía ya que ninguno hablaba mal del otro o hacia comentarios que dieran pista alguna sobre un pasado. Nada.
O en realidad no había historia o lo ocultaban muy bien. En caso que fuera la primera opción, en verdad no entendía. Supongo que era de esos casos en que simplemente no se caían bien el uno al otro. Quería pensar que era eso.
―No le prestes atención, no es muy bueno socializando ―me reí nerviosa―. ¿Nos vemos al terminar clases? Prometí comer junto a Jules y Connor hoy en el almuerzo.
Suspiró, dejando a un lado a Eli.
―Está bien, linda. Nos vemos después ―se quedó pensando un rato―. Por cierto, he estado queriendo hacerte una pregunta algo… importante. Eh, ¿estás libre mañana por la tarde? Quiero verte. ―se rascó la nuca con nerviosismo.
Me sorprendí por la repentina propuesta, pero acepté. Se despidió con un beso y se marchó a su aula. Entré a la mía respectivamente, tomando asiento a un lado de Eli, quien tenía el jugo y las galletas sobre el pupitre.
Al verme a su lado, abrió el jugo y me lo tendió. Cuando estaba a punto de tomarlo, retrajo su brazo dejándome con el mío tendido. Le tomó unos sorbos.
―Pensé que eso era mío. ―hice un puchero, bajando mi mano.
―Son míos, pero estoy compartiéndolo contigo ―se limpió con el dorso de la mano el jugo que le quedó en los labios―. Pero si no quieres, lo comeré yo.
―Obviamente sí quiero.
Le arrebaté la botella de las manos para tomar de él. Sonrió al verme dar un pequeño baile cuando probé el jugo. Más ácido que dulce, como me gustaba más.
Alcancé el paquete de galletas y las abrí, tomando una. Le di una mordida.
Eli estiró su brazo hacia mí, con sus dedos peinando mi cabello detrás de mi oreja, despejando los mechones que estaban en mi cara. Dejé de masticar un momento, sorprendida por el gesto que había tenido. Sus ojos me miraban atentamente, con una media sonrisa tirando de sus labios.