Cómo aprender a besar con Eli Brown

26 | De mis sabores preferidos.

El ambiente se sentía espeso una vez que Samuel se reunió con nosotros.

 

Lo admitía, incluso yo me sentía un poco desubicada ahora que él estaba aquí. Cada uno de nosotros nos detuvimos en un silencio incómodo, posando la vista sobre el chico castaño.

 

Samuel nos regaló una sonrisa, pasando su mirada por todos los que estaban aquí. Primero con James, quien fue el que lo recibió, después en mí, acercándose y aferrándose de mi cintura. Pasó la mirada después por Jules y el siguiente en observar fue a Eli.

 

Sus miradas se toparon y se quedaron ahí por algunos segundos. Pude ver de reojo cómo James y Jules se acercaban, intercambiando algunos gestos para saber qué era lo que estaba mal entre ellos. Incluso yo me lo pregunté.

 

A pesar de que sabía que ellos no eran de los mejores amigos, jamás había sentido esto entre ellos. No podían ocultarlo esta vez ya que ninguno de los dos podía escapar fácilmente de la situación. Al menos no después de estar en el mismo cuarto un rato antes de huir. Creo que siempre sentí este ambiente espeso entre ambos pero hasta este momento vine a realizar qué tan espeso podía llegar a ser.

 

Intercalé mi vista entre Eli y Samuel, quien no parecían querer quebrantar esa batalla que había entre ambos, porque era más que obvio. Es como si en este momento, sin importarles nada más, se hubieran retado silenciosamente a una batalla de miradas, y el que la desviara primero, sería el perdedor.

 

¿Pero qué perderían?

 

Bajé mi mano hacia mi costado y quise quitar con sutileza el brazo de Samuel, pero al sentir mi toque, se aferró un poco más, apretando su agarre a mi cintura. Fruncí el ceño cuando me atrajo más a él.

 

Y el ganador no tardó en darse a conocer después de eso.

 

Eli desvió su mirada, enfocándola un poco más hacia abajo, donde la mano de Samuel se encontraba y al igual que yo, su ceño también se había fruncido. Regresé mi mirada al castaño, quien ahora portaba una sonrisa ladeada, muy diminuta pero que aun así todos pudimos notar.

 

James alzó sus cejas a modo de sorpresa, como si de repente hubiera entendido todo. Jules apretó los labios. Se acercó a Eli y lo abrazó de los hombros, susurrándole algo que le hizo esbozar una sonrisa, relajándolo.

 

El estómago se me revolvió.

 

Mordí mi labio inferior y posé mis ojos sobre el chico que se encontraba a mi lado, estirando mi boca de una manera forzada.

 

―¡Las palomitas están listas! ―anunció Connor mientras traía con él un cuenco lleno de ellas.

 

Al menos eso logró que la tensión en el aire lograra disiparse. O gran parte de ella.

 

―¿No dijiste que ibas a traer las alitas? ―preguntó Jules.

 

―Sí, pero encontré las palomitas mientras buscaba por tu cocina y creo que van bien para el momento… después comeré las alitas. ―se rio, observándome un segundo para después llevarse un puñado a la boca.

 

―Bien, creo que ambos sabemos que esa no es la verdadera razón por la cual no las has traído, pero concuerdo contigo, ¿solamente has hecho esto? Creo que vamos a necesitar más, deberías hacer más. ―Jules también tomó un puñado de palomitas, comiéndoselas.

 

Una risa se me escapó de la garganta porque sabía a qué se refería Jules. La única razón por la cual Connor había evitado traer las alitas era por el simple hecho que se negaba a compartirlas con Samuel. Significaba menos comida para él y aquello era un pecado imperdonable a pesar de que habíamos encargado dos raciones para cada uno.

 

Era un glotón de primera.

 

―¿Cuál es la verdadera razón, cariño? ―preguntó Samuel por lo bajo, en mi oído.

 

Me aparté de él al ver cuán cerca se encontraba de mí, sorprendida, como si nunca hubiéramos estado a esta misma distancia antes. Me reí nerviosa, no sabiendo cómo actuar.

 

¿Qué te pasa, Dawn?

 

Volteé a ver a Eli, tenía este impulso de hacerlo, me fue imposible ignorarlo. Tomé un paso atrás, asegurándome de hacerle entender que mantuviéramos distancia.

 

¿Por qué?

 

Ahora fue Samuel quien arrugó su frente por la repentina acción, pero no hizo ni dijo nada. Supongo que me sentía cohibida de mostrarme cariñosa ante los demás con mi novio, ¿no?

 

―¿Qué? Perdona, no te escuché.

 

―Jules mencionó que no había traído las alitas por una razón, ¿cuál es la verdadera?

 

Sonreí, apretando mis labios.

 

―Mejor no te digo. ―reí nerviosa.

 

Terminó asintiendo al realizar que no le diría nada más.

 

Lo invité a sentarse con nosotros en la sala, y él así lo hizo, tomando lugar junto a mí. James se colocó del otro lado, abrazándome de los hombros. Hizo que me sintiera menos incómoda por la situación, pero lo que no podía entender aún es el porqué me sentía así cuando no debía.

 

Lastimosamente, no duró mucho cuando me abandonó.

 

―Hombre, siéntate aquí, yo me siento en suelo ―le habló a Eli, quien se puso de pie en un segundo. James volteó su rostro, y con una sonrisa pícara me guiñó un ojo― No son modales tener a las visitas sin asiento.

 

Oh, caquita navideña.

 

Cerré mis ojos un par de segundos. Los abrí cuando sentí peso hundirse a mi lado. No me atreví ni a mirarlo. Sin embargo, la risa de Connor hizo que volteara en su dirección, viendo al otro rubio de reojo.

 

Tal cual un niño pequeño, se reía en su lugar con Jules enseguida, ambos comiendo palomitas mientras las comían entre ellos. Le ofrecieron al hermano de la castaña, quien rápidamente se unió al par desastroso encargado de hacerme la vida más complicada.

 

―Creo que es hora de entregar mi regalo ―pegué un brinco, poniéndome de pie―. Después quiero comerme las alitas, me ha dado mucha hambre, ¿a ustedes no? ―me rasqué la nuca.



#7954 en Joven Adulto
#33094 en Novela romántica

En el texto hay: besos, aprendiendo a besar, panque

Editado: 23.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.