Cómo aprender a besar con Eli Brown

27 | Sabor sandía.

―Vamos, Dawn, necesito que me traigas esa caja de ahí, ¡tengo esperándote cinco años! ―exigió mi madre mientras me veía impaciente con sus manos puestas en la cintura.

 

―Pero, mamá, me acabas de pedir que te la trajera hace quince segundos… literalmente.

 

Mi madre apretó los labios, guiando sus ojos por breves momentos a la pared antes de mirarme de nuevo.

 

―Gracias, chiquita. ―depositó un beso en mi cabeza antes de tomar la caja de mis manos y marcharse con ella.

 

Mi teléfono suena en el bolsillo trasero de mi pantalón, anunciando un nuevo mensaje. Rumbo al sillón, con la mano derecha saco mi móvil y me siento, viendo las notificaciones en la pantalla.

 

Tenía un mensaje de Eli.

 

Tragué duro, incorporándome en el sofá. Con cuidado volteé a los lados, comprobando que nadie estuviera cerca como para poder notarme. Todos nos estábamos preparando para hoy en la noche, ya que era el último día del año. Papá estaba cambiando las cortinas de la sala, mamá estaba ocupada cambiando un poco las decoraciones de la casa, Danielle estaba limpiando, y luego estaba yo, siendo una cobarde, evadiendo a Eli desde navidad. Oh, y haciendo nada.

 

Solamente habían pasado cinco días, pero sentía como si no hubiera pasado ni uno solo.

 

El simple pensamiento de Eli me revolvía no solo la consciencia, sino que todos los sentimientos a la vez. El recordar sus palabras de aquella noche me estremecían.

 

Y me causaba una felicidad que no quería aceptar.

 

Después de lo que pareció una confesión, se dio media vuelta y regresó dentro de la casa Jules. Me despedí de Samuel unos segundos después, quien no parecía estar demasiado contento con sus palabras.

 

Estaba confundida, pero confundida era poco a lo que me sentía. Observé la notificación unos momentos antes de abrir el mensaje, aguantando mi respiración.

 

“Podemos hablar, panqué? Traje algo para ti”

 

Mordí mi labio inferior, indecisa de qué responderle. Estaba que moría de ganas de preguntarle sobre aquella noche y escuchar lo que tenía que decir al respecto. Oírlo decir un “sí, es cierto”, era lo que quería, pero, por otro lado, desde lo más profundo temía escucharlo darme una respuesta positiva, porque, ¿qué iba a hacer entonces?

 

O peor aún, que su respuesta fuera un “lo siento, fue una mentira para molestar a Samuel” … ¿cómo se suponía que debería tomarme aquellas palabras o unas parecidas a ellas?

 

Era un poco ridículo pensar que en realidad él haya dicho aquellas palabras de manera seria, cuando podría tener a la chica que quisiera. Pero me había dicho que era bonita, y que era suficiente, y que era muchas cosas de las que no me daba cuenta.

 

Y últimamente me comenzaba a sentirme de esa manera. Bonita, suficiente, todo lo que él me había dicho con anterioridad.

 

Pero sobre todo eso, seguía siendo más cobarde que nada. La Dawn valiente, la que quería que estuviera presente siempre, solo salía cuando menos la esperaba y tardaba mucho en salir de nuevo.

 

“Lo siento, naranjita, estoy algo ocupada, qué te parece vernos después?”

 

A los segundos, recibí su respuesta.

 

“Está bien, panqué, será por las malas, entonces”

 

En cuanto terminé de leer su mensaje, escuché cómo alguien tocaba con su puño la puerta de mi casa. No puede ser… ¿podría ser que él haya venido? La respiración se me comenzó a acelerar. Me coloqué de pie en cuanto vi a mi madre dirigirse a la puerta.

 

Aventé mi móvil y a paso apresurado, corrí hacia la entrada, desesperada. Pero como era de esperar, en una situación donde requería que todo saliera bien, fue todo lo contrario. A medio camino me tropecé con una de las cajas que estaba en el suelo. Sentí mi caída en cámara lenta, mi madre abriendo la puerta lentamente, yo soltando un grito que pareció más como una gallina siendo estrangulada, para después estamparme contra el suelo.

 

Escuché a Danielle reírse detrás de mí, mi papá uniéndosele después. Escondí cara bajo mi cabello. Había quedado boca abajo, con la posición que dibujaban en las películas cuando una persona moría.

 

―¡Oh! Tú eres el chico que envenenó Dawn, ¿verdad? ―preguntó mi madre, después de ignorar mi caída para atender a la visita que se encontraba frente a sus narices.

 

―Hola, señora Bardot, ¿cómo se encuentra? ―escuché su voz alegre. Apreté mis ojos.

 

Pretendí hacerme la muerta.

 

―Muy bien ―respondió―. Supongo que vienes por esta chica, ¿no?

 

No hubo más respuestas audibles. Escuché la puerta cerrarse delicadamente.

 

―Osito, ¿estás bien? ―mi padre se hincó a mi lado, bajándome el vestido que no noté se había levantado por la caída.

 

―Estoy muerta. ―susurré para que solo él pudiera escucharme.

 

Un pequeño “ah” se le escapó por lo bajo. Sentí cómo se puso de pie, alejándose de mí. Se dirigió a donde pensaba que estaban los demás.

 

―Lo siento, chico, dice Dawn que está muerta.

 

―¡Papá! ―lo regañé, interrumpiendo mi acto― ¡Los muertos no hablan! Es imposible que te haya dicho eso.

 

―Lo siento, osito. Vuelve a tu posición, repitámoslo.

 

Y como la tonta que soy, obedecí. Volví a recostar mi cabeza sobre el suelo.

 

Mi papá carraspeó.

 

―Dawn está muerta, ella definitivamente no me dijo que lo estaba antes, este… hablo con fantasmas.

 

―¡Papá, los fantasmas no existen!

 

―¡Hice lo que pude, osito! ―se dirigió a los demás― Pero veamos el lado positivo: mi osito no se murió, tal vez le afectó el golpe, pero está vivita y coleando, al fin del cuento.



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En el texto hay: besos, aprendiendo a besar, panque

Editado: 23.08.2021

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