Me abro paso entre los demás estudiantes, llegando a donde estaba Samuel, a quien miré de reojo. Noté una sonrisa burlona que quise quitarle de una bofetada.
Sin embargo, mientras corría, choqué contra él, empujándolo bruscamente causando que perdiera el balance. No podía importarme más lo que le sucediera, aunque me hubiera gustado ver cómo se caía.
Una vez logré salir de la escuela, me detuve en seco para buscar con la mirada a Eli, ver si se encontraba cerca o si no lo estaba en absoluto. Giro mi cabeza en todas las direcciones posibles, hasta que logro captar entre los autos estacionados una pequeña imagen de su cabello dorado. Bingo.
Vuelvo a correr, esperando alcanzarlo. No parecía ir deprisa, pero tampoco caminaba lento, ya que al siguiente segundo lo volví a perder de vista; pero sabía por dónde se dirigía. No quería llamar su nombre, temía que saliera corriendo en caso de que lograra escucharme. Acelero mi paso lo más que mis pies me permiten.
―Ahí estás. ―susurré para mí.
Bajé un poco la velocidad de mi paso cuando me encontré cerca de él. Eli caminaba despreocupado, mirando el cielo, como si nada hubiera sucedido. Entraba la posibilidad que él no estuviera enterado y se hubiera marchado antes que Samuel hiciera su sordera pública, pero no lo creía posible, ya que ellos compartían la última clase hoy.
Noté que no llevaba puesto su gorro.
Llevaba el cabello amarrado en una pequeña coleta, exponiéndose aún más, me pareció aún más raro. No iba a mentir, se veía extremadamente bien con ese peinado. Nunca me había gustado demasiado el cabello largo en los chicos, pero por Eli haría una excepción. Me detuve cuando él lo hizo.
Sin pensarlo mucho, saqué mi teléfono del bolsillo de la chaqueta y le tomé una fotografía desde la distancia, dejando escapar una sonrisa mientras lo veía a través de la pantalla. Se encontraba de lado, mostrándome su perfil, así que guardé mi móvil rápidamente antes que volteara y pudiera darse cuenta de lo que hacía.
Caminé un poco más hasta que llegué a él. No me notó ya que seguía con la vista puesta en las nubes, distraído. Dirigí mis ojos hacia su mano, que se encontraba fuera de sus bolsillos, incitándome a que la tomara entre las mías.
Estiré un poco la mía, queriendo tocar sus dedos, pero antes que pudiera hacerlo, se volteó, encarándome.
―Panqué, estás aquí. ―dijo en voz baja. Su expresión se encontraba neutra, haciéndolo imposible para mí de leer.
Asentí. No hacía falta más, dejando de lado el gran nudo que llevaba en la garganta que se me hizo en cuanto me miró, cosa que me impidió hablar. Tenía tantas ganas de abrazarlo, de sentirlo de nuevo, que simplemente me aventé hacia él.
De alguna manera supe que él estuvo presente mientras Samuel lo expuso.
No imagino cómo se estaría sintiendo ahora mismo. Me hizo pensar en todo lo que había sucedido los pasados días, todo lo que ambos tuvimos que pasar, cada uno con sus propias preocupaciones y dolores.
Puede ser que ante ojos de alguien más, nos cataloguen como "dramáticos" o "infantiles", pero para nosotros era serio, lo que sentimos lo es. Eso es lo que importa en verdad.
Enredé mis brazos alrededor de su cuello, haciendo que se inclinara hacia abajo por la diferencia de estatura. No me correspondió, pero tampoco me importó. Es como si estuviera en shock.
―Lo siento tanto, naranjita. Odio que tengas que pasar por esto. ―la voz se me quebró un poco. No supe si me escuchó.
Fue entonces cuando sentí que me abrazó de vuelta. Cauteloso, me tocó con las manos la cintura primero, después sentí cómo enredó sus manos en mi espalda. Lo apreté más fuerte, colocándome de puntitas.
―Sabía que este día llegaría ―confesó―. Era inevitable. ―acarició mi cabello, calmándome. Me separé de él para que pudiera leerme los labios.
―Odio esto.
―Es mejor así. Estoy bien.
El estómago se me revolvió.
―¿Cómo podría serlo? ¿Cómo todo esto podría ser mejor que otra cosa? ―enterré mi cabeza en su cuello.
Escuché cómo suspiró, fuerte y largo.
―No soportaría que algo similar te sucediera a ti, ¿entiendes? ―tomó mis manos― Cuando Samuel me mostró esas conversaciones, caí tan rápido aun sabiendo que nunca dirías algo así, ahora imagina que él esparciera rumores sobre ti, yo-...
Se detuvo. No terminó lo que iba a decir. Apartó la mirada, observando algún punto fijo que no era mi rostro. Lo miré unos segundos, con el corazón aplastado.
¿Cómo es que podía llegar a sentir tanto por una persona? Todavía éramos jóvenes, pero se sentía como si nunca más pudiera querer así de nuevo.
Y es que, ¿en verdad deseaba querer a alguien más como lo quiero a él? Me llevo una mano al pecho y aprieto en mi pecho la tela de mi ropa.
La respuesta era no.
Eli me observa nuevamente después de unos segundos y me regala una sonrisa tan tranquilizadora que hace que todo esté bien.
No podría contenerme más. Tomo un paso hacia adelante, cerrando el espacio entre nosotros.
―¿En verdad estás bien? ―quise comprobar, buscando sus ojos.
―Más de lo que pensé que estaría.
―Te dije que no hay nada malo contigo, ¿recuerdas? ―suspiró en medio de una sonrisa, agachando su cabeza.
―Eso fue lo que ayudó.
Le regresé la sonrisa. Asintió una vez. Eso fue todo lo que necesité para lanzarme.
Llevé mis manos hacia sus mejillas, acariciándolas con mis pulgares un par de segundos. Quería decirle que me gustaba tanto, que no podía ocultarlo más. Posé mi mirada en sus labios, observando después sus ojos, dándole a entender lo que quería hacer después. Eli lo entendió a la perfección.
Lo único que hizo fue inclinar su cabeza hacia abajo. Entonces supe que quería que fuera yo la que tomara la iniciativa, quería que yo lo besara. Paseaba mi mirada por todo su rostro.
Poco a poco fui acercándome, las manos picándome del nerviosismo, el estómago revoloteando, mi cabeza un desastre y mi corazón queriendo salírseme del pecho.