Cómo aprender a besar con Eli Brown

36 | ¿No lo era ya?

Todo salió espectacularmente bien ese día. No podía creer le había confesado mis sentimientos a Eli.

Me sentía en las mismísimas nubes.

A pesar de que no era la primera vez que le hacía conocer mis sentimientos a un chico, esta vez era muy diferente a las demás.

Ahogué un grito de emoción en mi almohada mientras pataleaba las sábanas en mi cama, con la alarma sonando de fondo, avisándome que tenía que prepararme para el colegio. Me tapé con éstas mismas el cuerpo completo, hasta la cabeza, sintiendo más ánimos de los que debería para ir a la escuela un lunes por la mañana.

Habían transcurrido exactamente cuatro días desde entonces, pero por desgracia, Eli no había podido al colegio el jueves, tampoco el viernes. El sábado ni domingo tampoco pudimos reunirnos, así que solo nos quedó contactarnos por mensaje. Había tenido algunos problemas con sus audífonos y terminó saltando clases mientras que el fin de semana estuvo en el hospital viendo el asunto sobre sus aparatos auditivos.

Al bajar las escaleras, después de alistarme, saludé a todos de buen ánimo y con una sonrisa enorme.

―¡Buenos días, mamá, papá! ―miré a Danielle, que estaba con una cara que espantaba― ¡Danielle, te ves bien hoy!

Solté una pequeña risilla mientras tomaba asiento. Acomodé mi pelo, de manera que no obstruyera mi vista ni mi plato de desayuno.

―Dawn, por favor, es muy temprano en la mañana para que estés tan feliz, me pones de mal humor, apenas son las siete. ―Danielle se llevó una cucharada de cereal a la boca de mala gana. Papá se rio mientras tomaba un sorbo de su café.

―Veo que estás de buenas hoy, osito, ¿algo bueno pasó recientemente?

Me removí en la silla, entusiasmada. Estaba a punto de darles la noticia, pero a segundos de hacerlo, opté por quedarme callada.

¿Y si a ellos no les agradaba la noticia de que estuviera saliendo con otro chico en tan corto tiempo? Volteé a ver a mamá y la encontré con una expresión de sospecho, con los ojos entrecerrados, una mano en la cintura y la otra sosteniendo su taza de café. En definitiva me mataría si le decía que tenía otro novio.

―No es nada, solo estoy siendo tonta ―reí con nerviosismo y comencé a comer para distraer a todos del tema―. ¿Soy yo o estos huevos estrellados saben muy bien hoy? Están riquísimos, mami.

Danielle dejó de comer su cereal, alzó el rostro y sonrió mientras me miraba con malicia. Dejó la cuchara en su plato, tan elegantemente como pudo, entrelazó los dedos y se aclaró la garganta, tal cual una dama.

Una que nunca había sido.

―Dawn se consiguió un nuevo novio hace unos días, ¿verdad, hermanita? ―la escuché reírse por lo bajo. El mismísimo engendro del mal era ella― Ella trajo a su chico a casa, mientras ustedes no estaban y resulta que hasta la mismísima Dawn fue quien se le confesó al niño.

Casi me ahogué cuando escuché sus palabras dándome de cabeza a lo que había sucedido apenas unas cuantas horas atrás.

―¡Entonces sí nos estabas espiando, monstruo! ―me levanté de la mesa, exaltada, lista para pelear con mi querida hermana. Entonces fue cuando recordé que mis padres esperaban atentos una explicación. Volví a tomar asiento― Pero juro que solo nos dimos un abrazo, ¡nada más! No hicimos nada indecente, ni siquiera nos dimos un beso de piquito. ―hice un puchero con los labios.

Mi madre tomó asiento.

―¿"Ni siquiera nos dimos un beso de piquito"? ―abrió los ojos― Explícame por qué te ves tan decepcionada, señorita. ¿Querías besarlo, entonces?

―¡Pero claro que sí! ―la respuesta fue automática. Caí en cuenta de mi confesión― No, espera, claro que no quería besarlo... bueno, no en ese momento, pero sí quiero hacerlo en el futuro ―reí―, pero no frente a ustedes, claro que-...

―¡¿Estás diciéndome que harás cosas indecentes a nuestras espaldas?!

En ese momento fue cuando mamá se levantó de la silla y se sacó la sandalia, amenazándome con él. Como reflejo desarrollado desde la niñez, salté hacia atrás, poniendo distancia entre ambas para que no me diera un golpe con el arma que traía en la mano. Mamá rodeó la mesa para alcanzarme, pero hui al otro extremo de ésta, causando que diéramos vueltas.

―¡Mamá, con la sandalia no! ―alcé mis brazos― ¡No es lo que piensas, de verdad!

―¡Acabas de confesarme que harás cosas indecentes sin que nosotros veamos!

Un grito ahogado se me atascó en la garganta.

De pronto, sentí la sandalia darme en la cabeza.

―Buen tiro, cariño. Le diste justo en la cabeza. ―mis padres se chocaron palmas. Solté un quejido de dolor.

―¡Headshot! ―gritó Danielle.

Puse mi distancia entre ella de nuevo.

―¡Eli dijo que es por respeto a ustedes! ―dije, parando a mi madre de quitarse la otra sandalia. Todos se quedaron callados― No quiere besarme frente a ustedes.

―Oh, ¿tu novio es Elijah? ―inquirió mamá. Asentí lentamente, esperando otro golpe en la cabeza― ¿Por qué no me lo dijiste antes? Ese chico me cae bien.

―Ese chico tiene nuestra aprobación, osito. ―papá regresó su atención al desayuno.

―Es buen niño, muy educado ―siguió mamá―. Un poco tonto, pero buen niño.

Danielle se rio. ―Son perfectos para el uno para el otro.

―¡Eli no es tonto!

―Cariño, se envenenó solo para complacerte, ¿cómo no será un poco tonto? ―soltó una carcajada― A los dos claramente les falta un tornillo por ahí en la cabeza.

―Sí, y acabas de tumbarle otro a Dawn con ese golpe que le has dado con la sandalia, mamá.

Y sin más, todo regresó a la normalidad. Danielle regresó a su mal humor mañanero, papá seguía comiendo y mamá siguió tomando su café. Con desconfianza, regresé a mi asiento, tomando bocados de mi desayuno con sospecha. Todos parecían extremadamente tranquilos después que se enteraron de que Eli era mi novio.

―Espera, ¿no más amenazas? ¿No más golpes? ¿No más sandalias voladoras? ―la curiosidad fue más fuerte que mis ganas de vivir.



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En el texto hay: besos, aprendiendo a besar, panque

Editado: 23.08.2021

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