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Demian.
Me gusta el control.
Me gusta saber que estoy por encima de las cosas, y que controlo las consecuencias de todo lo que está a mi alrededor.
Me gusta el cosquilleo en mi nuca cuando las personas hacen lo que yo ordeno.
Me encanta el orden que controlo o el caos que yo ocasiono.
Y no me refiero únicamente a mi vida, o a mi casa, o a mi traje; los tres perfectamente pulcros e impecables.
También me gusta el poder sobre mi empresa, sobre su contabilidad y sobre cada uno de los extremos que la conforman.
Es totalmente mía, o eso pensaba hasta hoy.
—Presidente Evans ¿Estaba al tanto del esto? —pregunta de nuevo mi mano derecha en la empresa, el vice-presidente Matthews y por tanto la persona que más cerca está a mí. Dice mi apellido porque estamos acompañados pero hay la suficiente confianza y veo la preocupación en sus ojos, cuando me quedo estático en medio de la reunión, cuando los movimientos se congelan y mis respiraciones se tornan lentas para pensar.
Cada parte de mi cuerpo se encuentra helada. Llevo tres meses sin venir y cuando lo hago, sólo me dicen que la empresa no es mía.
—¿No heredé el 20%? —El testamento de mi padre siempre fue un tema nulo, daba por hecho que como era el único hijo, todo iría a mí, pero por mi mente nunca pasó la posibilidad de que no me heredase la empresa.
No tienes el control. Una voz hace eco en mi interior.
No tengo el control, y cuando no tengo el control, las cosas se van a la mierda.
Lloré al desgraciado de mi padre durante tres meses, durante noventa días fui incapaz de salir de casa. Y cuando por fin me animo a volver a mi mundo, cuando estoy preparado para seguir arruinando vidas, haciendo crecer mi interior y sellando tratos, me entero de esto.
Y lo entiendo, incluso desde la tumba busca una forma de joder mi paciencia. A pesar de que es de las pocas personas que puedo decir que aprecio de verdad, y que su ausencia me afecta, de maneras que no estaré dispuesto a aceptar en lo que resta de mi vida.
Me está jugando sucio, y no puedo hacer nada porque está muerto. Una estratégica jugada final.
Definitivamente quiero ser un hombre tan desagradable e inteligente como él. Mis dedos se entrelazan sobre la mesa redonda, y suspiro con toda la calma que no tengo.
—Lo siento, señor —Se lamenta el abogado pero puedo ver la sonrisa diabólica en sus labios, que intenta ocultar.Secuaz de mi padre—. Sólo tiene el 60% que usted se encargo de convertir en ochenta —Me hace saber y mis gestos no demuestran la lucha interna que tengo por dentro, lo mucho que quiero gritar—. El 20% perteneciente a su padre no pasará a ser suyo, porque su padre no se lo heredo.
Y como si eso no fuese nada importante, continúa.
«—Tiene la mansión, las casas en Marruecos, la mayor parte del dinero que estaba guardado en caja fuerte. Los dieciochos lamborghini, porches y un todoterreno.
Sigue hablando pero yo me quedado en la primera parte en donde se repite en mi mente una y otra vez.
«El 20% perteneciente a su padre no pasará a ser suyo»
No es mío. Se me metieron varios sucios en el ojo. No salí de casa. He comido galletas de chocolates con un nudo en la garganta porque a él le gustaban. Su ausencia me ha afectado y él hace esto.
Todos me observan, expectantes, a mi reacción. En este ámbito, tu reacción ante las situaciones que sobresalen de tus manos es tan importante como el hecho de ser el líder.
Si tienes miedo, tus subordinados tendrán miedo.
Si dudas por un segundo, ellos también lo harán.
Así que sólo me levanto en completo silencio y me acerco a los ventanales con paso firme pero tranquilo. Siento las cientos de miradas sobre mi espalda y las voces emiten débiles sonidos que hacen ahogo en mi oído.
Todos dudan de si soy capaz de afrontar esto, pero volver al ruedo es algo que he hecho toda la vida. Un socio anónimo no es nada comparado conmigo.
—¿Qué haremos, señor? —Se aclara de la garganta Matt, el vicepresidente, dándome una mirada expectativa.
Suspiro.
—Recuperar lo que es nuestro.
Mi empresa volverá a pertenecerme por completo, no importa lo que tenga que hacer para conseguirlo.
Será mía y nadie podrá evitarlo.
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En la mansión, el agua cae sobre mis músculos mientras mi frente se recarga de la cerámica blanca. Después de resolver problemas en la empresa y hablar con otros inversionistas, estoy en casa. Siento las preocupaciones acumularse en mi manzana de Adán.
Porque el dueño de ese 20% no es mi padre, y por tanto pertenece alguien que no conozco. Ya que el nombre está en anonimato...
Debo investigar. Debo actuar y debo resolver este potencial problema pronto antes de que se convierta en algo más grande.
Eliminarlo de raiz.
Si antes no estaba acostumbrado a trabajar en conjunto, en lo que se refiere a mi padre. Ahora no voy a aprender y menos porque a él se le ocurrió que sería una buena idea hacer que comprendiese la importancia de compartir.
Veintisiete años tarde.
Salgo de la ducha, me seco con premura y me visto rápidamente. La habitación está limpia e impoluta.
El orden es algo que me caracteriza desde que era pequeño.
Todo siempre debe tener un lugar al que pertenecer.
Todo debe estar limpio.
Salgo de la habitación para buscar la cena. La Señora Choopkins está preparando algo en la cocina, huele bien pero aún así siento el estómago revuelto. No he probado un sólo bocado desde que me enteré que la empresa no me pertenece. Me dejó caer en una de las sillas del comedor y saco mi celular, está lleno de llamadas porque hoy no me reuní con los de publicidad, estuve ocupado resolviendo el asunto del 20% y con la revisión de contabilidad porque es fin de mes, no pude ocuparme de nada más.
Editado: 28.12.2023