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Claire
Las fiestas nunca han sido lo mío, no porque no me gusten sino porque no tengo el suficiente tiempo para asistir a ellas, siempre estoy horneando o saliendo de una boda, por ese motivo, tengo un ranking de copas de tres. Por eso, cuando tomo alcohol todo se vuelve un poco loco, desinhibido y extraño.
Debido a que no frecuento fiestas y huyo de las celebraciones de etiqueta, cuando me entallo en un vestido rojo, maquillo mis ojos y peino mis cabellos en un hermoso moño que deja a la vista mi cuello, me sorprendo de lo hermosa que puedo llegar a ser, el look de pordiosera que utilizo cuando estoy en casa se ha ido al traste.
Ahora mismo, soy una versión mejorada de mi misma.
Y no me sienta para nada mal. De hecho, doy varias vueltas en el espejo para comprobar que todo esté en orden, el vestido es largo y marca mi cintura, los tacones color vinotinto me proporcionan un poco más de altura y el delineado de mis ojos, afila mis rasgos.
De alguna u otra manera, siento que brillo y me regalo una sonrisa antes de avanzar por el corredor a la planta de abajo. Estoy segura de que mi padre ha llegado y lo compruebo cuando avanzo por la sala, intento no mirar en su dirección y seguir mi camino pero tose de manera exagerada para llamar mi atención.
Nunca cambiará.
Me detengo en la entrada y giro sobre mis pies para encararlo. El ser que colaboró para mí existencia, enarca una ceja al ver lo que llevo puesto.
—¿Vas a conseguir esposo? —pregunta con esperanza. Sé que bromea pero mis ojos se voltean involuntariamente dándome un parecido a la chica del exorcista.
—Voy a divertirme —aviso—. Sean ha conseguido que le aprueben el proyecto —Mi padre asiente a mis palabras.
—¿No te gustaría casarte con él? —Niego con mi cabeza reiteradas veces. El nivel de confianza con Sean es tan grande que la única relación que podemos tener es la de amistad, sé todas sus fechorías y secretos, además de que no hay chispa.
—Sería como casarme con mi hermano, papá —establezco y me da la razón—. Además, no me voy a casar ahora, pensé que lo tenías claro.
Levanta sus manos en son de paz.
—Eso ya lo veremos —El tono que emplea me hace dudar por un segundo, pero al instante vuelve a la normalidad y hace un ademan con sus manos para que me largué.
Sonrio en su dirección antes de marcharme.
—Te quiero, papá.
Se queda en silencio y me doy la vuelta dispuesta a no llegar más tarde de lo que usualmente hago. El reloj y yo no mantenemos una buena relación. Escucho la voz de mi padre al bajar el primer escalón.
—Yo también te quiero —vocifera a través de la puerta.
Me dirijo hacía el auto. Una vez adentro, enciendo el motor y me voy a toda marcha de allí. Me despido rápidamente del señor Crooks, quien me hace pasar y me pide que me cuide y sigo mi camino por la autopista verdosa que siempre me ha gustado.
El que estemos rodeados de arboles se debe a que mi papá siempre ha odiado los chismes acerca de su persona, le encanta la privacidad. Nunca he entendido porqué, pero siempre hemos estado rodeados de seguridad, un séquito de guardaespaldas y separados del mundo por cientos de hectáreas de hierbas y jardines.
Estos años le ha bajado un poco con sus restricciones pero antes era casi imposible salir de mi casa, con dos, o como mínimo, un guardaespalda.
El problema detrás de está protección, era que casi nadie quería hacer amistad con la chica protegida. No fue fácil, llegar hasta donde estamos, mi padre, en el mejor luztro de su vida, y yo, huyendo de bodas, pero de alguna forma ha valido la pena.
Mi progenitor no siempre fue adinerado, a pesar de que mi padre es ostentoso en lo que se refiere a alardear, siempre me recuerda que debo saber de dónde vengo y saber en dónde estoy para conseguir todo lo que quiera.
Me tardo cinco minutos en llegar a la plaza central, en donde veo a Adler y Angus fastidiándose mutuamente, a Sean hablar por teléfono y a Tracy pintar sus labios. Cuando los gemelos pelirrojos detallan el auto y se dan cuenta que soy yo, corren dramáticamente hacia mí, el que tengan los mismos gestos y apariencia hace que a veces los confundas, pero si los conoces, solo basta con verlos un segundo.
Abro la puerta del auto y escucho a Angus.
—My lady —extiende su mano y la acepto, asintiendo con curiosidad con lo que planean. Con los gemelos nunca se sabe.
—Es un placer que nos acompañe está noche —continúa Adler, y ladeo mi cabeza confundida cuando ubica su mano en mi espalda.
—Vinimos a celebrar el logro de Sean —Les recuerdo y ellos asienten simultaneamente, con una sincronía maquiavélica.
—Si, si, y otra cosa también —Angus asegura con rapidez. Adler me tapa los ojos y escucho como se destapa algo—. ¿Preparada? —Asiento.
—¡Claire no se casa! —Destapan mis ojos y veo a Sean con una botella burbujeante. A Tracy haciendo barras y a Adler con un collar con cientos de miembros.
—¡Ibamos a festejar a Sean! —reclamo y ellos me sonríen.
—Sean siempre ha sido inteligente —dice Tracy mirando al aludido.
—Nunca hemos dudado de él —confirma Angus.
—Bueno, yo si un poco... —confiesa Adler rápidamente y Angus le da un zape que hace que reaccione—. ¡Pero lo ha logrado también! —puntualiza y aplaudo.
En conjunto nos dirigimos al bar. Ofrezco mi auto pero ellos prefieren caminar y lo agradezco, a veces el aire fresco sienta bien, y el oír a mis amigos decir estupideces es agradable, ríen, bromean y juegan entre ellos.
Llegamos en un tiempo estimado de media hora, entre juegos, bromas y lloriqueos. Tracy cuenta sobre su nueva conquista, un nuevo hombre infiel que caerá en sus redes; Sean nos relata cuando canto Libre soy luego de haber conseguido aprobar el proyecto y Adler y Angus bromean sobre la cara que traigo.
Adler, se especializa en diseño de interiores mientras Angus trabaja en una empresa que traslada obras de arte. Por otra parte, Wyatt, el elemento faltante de nuestro sexteto, no ha podido venir por estar enfermo y nos confirma luego por el teléfono que ha pillado una gripe.
Editado: 28.12.2023