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Claire
Mis piernas duelen por el esfuerzo de todo el día, a pesar de estar costumbrada al ajetreo, me canso y está es una de esas veces donde ruego por llegar a casa y lanzarme a mi habitación a dormir. Pero a penas cierro la puerta del lugar, apago las luces del local y salgo a la intemperie fría que es Reino Unido cuando estamos en invierno.
Una limusina negra, producto de mi padre, me hace luces para que me dirija hacía ella.
Bufo y doy pasos largos para llegar lo antes posible, como si de alguna manera eso acelerase la cita, cosa que no hará, son las 7:45 y se podría decir que la noche comienza. Tiro mi bolso en el asiento trasero, ubico mi cuerpo dentro del auto y cierro la puerta con la suficiente fuerza para que no quedé abierta, el seguro se baja de manera automática.
—Buenas noches, Señora Church —La chófer de mi padre me regala una sonrisa cálida que hace que me sienta mal por el tono impoluto que utilizo—. ¿Cómo ha estado? ¿Y la familia?
Mis ojos se desvían hacía la ventana, mientras ella mira con atención la autopista. Me comenta acerca de su hijo Zac y como crece a un grado alarmante, como también me cuenta de sus travesuras y como lanzó sus juguetes al fuego para ver si eran superhéroes. Ríe y hace que lo haga yo igual, porque es una risa contagiosa.
Hacen menos de media hora en dirección a la tienda de ropa. Apenas llegamos, los seguros se levantan, abro la puerta y elevo mis piernas con cansancio para salir de allí en dirección a la pequeña tienda de ropa especializada, donde un modista y maquillista me esperan. Me reciben, y visten con rapidez.
8:00
Dicen que la ropa que vistes habla mucho sobre lo que eres, en lo personal, no creo que sea así. No soy un vestido dorado pegado el cuerpo, soy más un delantal adornado con fresas y ositos, pero no puedo utilizar eso para ir a una cita.
Sería extremadamente cómodo y no acorde para el mundo de élite en el que vivo.
Asi que no rechisto y me dejo hacer. Cientos de manos a mi alrededor con rapidez, combinan mi vestido con una tacones de punta de color negro. Maquillan mi rostro en cuestión de minutos y mi cabello lo dejan en una coleta alta que cae por mi espalda con gracia.
Me veo simplemente hermosa, las ojeras han desaparecido y pareciera que ahora, soy la definición de perfección.
Les doy las gracias antes de irme. La limusina sigue ahí y entro al auto con rapidez. La Señora Church, quien me permite a veces llamarla Sabrina, coloca la radio, y tarareo algo de One Direction mientras el automóvil y su manejo nos dirigen con rapidez a la recepción del restaurante de carne.
Los edificios pasan por rapidez ante mis ojos y en cuanto menos lo pienso, me quedo dormida. El sueño me arrastra y no despierto hasta alrededor de treinta minutos después, calculo.
Los toquidos en mi hombro me desesperezan y veo a Sabrina explicarme en voz baja desde el puesto de piloto.
—Llegamos hace veinte minutos pero la vi muy a gusto, así que la deje descansar hasta que diera la hora —Su gesto me enternece y asiento en su dirección, abro la puerta trasera a lo que el aire helado de Londres me recibe.
Me gustaría que fuese la primera vez que mi padre hace algo como esto, pero no lo es. Así que me resigno a otra cit a.
—Gracias —Ubico mi cabeza en una abertura y le doy una sonrisa rápida de boca cerrada antes de dirigirme al local.
Soy plenamente consciente del lujo y del dolor que se ubica en mis piernas por la altura de los tacones. Entro y pido la reservación al nombre del Señor Blunt. Una recepcionista me atiende y señala a la mesa a la que me dirijo.
El lugar es tan brillante que me marea pero no me detengo, ni trastabillo, hay un creciente dolor en mi cabeza que me hace tambalearme pero no caer. Estoy acostumbrada a esto.
No me sorprendo cuando llego al lugar y veo que el puesto está vacío. De hecho, me alivio, y si cenaré sola porque un auto ha decidido estrecharle seré pura felicidad. Siento que la noche ha mejorado un 100% más y dejo descansar mi espalda en el respaldar de una de las sillas y observo el lugar con apremio.
Es agradable y está rebosante de brillos. Viajo por la docena de mesas, y veo a un sinfín de parejas y familias cenando. Tuve eso con mi padre, y es una de las cosas que agradezco, siempre hemos sido ambos y aunque a veces han faltado cosas, el amor no es una de ellas, pero la confianza quizás sí. Las mesas son de madera, el ambiente es agradable y estoy segura de que disfrutaré un poco esto hasta que algo pasa.
Miro en dirección a la entrada y para mi sorpresa, creo que llega mi cita. Hubiese sido mejor si se quedará en casa.
Tiene los ojos azul profundo. El cabello marrón claro, rozando el color dorado, y un traje ceñido al cuerpo que te hace dudar de si realmente es empresario. Puesto que cuando dicen la palabra prospecto para esposo, sólo puedes pensar en algo decente, pero él no es así, y ejemplifica, lo que se definiría como adonis.
Sonríe cuando observa que lo veo y atrae la mirada de varias mujeres en su camino hasta la mesa. Detallo más. Mandíbula marcada. Pómulos definidos. Nariz perfilada. Belleza Innata.
Mode: Asesina in fraganti *Activada*
Se sienta con parsimonia y antes de que siquiera pueda hablar, le cuestiono en voz baja.
—¿Sicario? ¿Cierto? Vale, esto no sonará típico —Inquiero con rapidez aproximándose—, pero quiero que secuestres a una sola persona, la que te envío de hecho. Te pago el doble y completo si firmamos un contrato —Su mandíbula se desencaja por algunos segundos no sabe que postura tomar en dirección a mí.
—Yo vine...
—A asesinar, ya lo sabemos, pero lo que necesito es un secuestro —Su rostro se dibuja en confusión y mis pupilas se dilatan con diversión.
—No hago secuestros —repone con seriedad.
—¿Enserio? Lo haré yo entonces. Tendré que cambiar mi agenda de asesinatos del miércoles para el viernes —Hago una mueca y acaricio mi barbilla mirando hacia arriba con simpleza mientras organizo mi horario de homicidios—. Le daré dos días más de misericordía a esas pobres almas.
Editado: 28.12.2023