¿cómo Arruinar Una Boda?

8. Administración C

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Claire

—¡Cásate conmigo! ¡Cásate conmigo!

—¡Te traeré la luna! —grita uno y quiero que la tierra me tragué y me escupa en las Bahamas.

—¡Te haré ver las estrellas! —vocifera otro.

Yo te llevaré a ver las estrellas con el golpe que te voy a dar.

—¡Tengo dinero!

—¡Tengo amor!

—¿No tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es amor para dar? —dice uno. Innovador. Lo pensaría de no ser porque detesto la idea el casamiento.

—¡Soy guapo!

—¡Soy tierno!

—¡Sé hacer streptease!

—¡Yo soy una asesina y si no se callan, hoy se verá la masacre más grande de todo el mundo!

Me devuelvo por las escaleras hasta el primer piso de la mansión, azoto la puerta cuando entro, y saco una maleta de flores que tengo en caso de emergencia, la ropa más próxima de mi escaparate es depositada en la maleta con rapidez, todo esto mientras la sangre me burbujea. Cuando te levantas y hay cientos de especímenes en tu casa objetándose en que son excelentes materiales para esposo, lo único que quieres es marcharte y calcinarlos a todos, pero como no puedo calcinarlos, me toca marcharme, y es lo que haré, o fingiré hacer.

Tomo la maleta, bajo con la dignidad que me queda con la pijama de algodón que me regalo la abuela para Navidad, y le saco el dedo menos agradable a todos con la mano sobrante.

—¡Me voy de aquí! ¡Ya no lo aguanto más! —El griterío que se formo a penas baje se acalla un poco cuando ven la maleta improvisada en mis manos.

Los cientos de chicos me observan, están murmurando entre ellos, y me pregunto cuánto o con que les habrá pagado mi padre para estar aquí rogándole a una chica para casarse. Aparto la mirada de los pares de ojos que me siguen mientras intento hacer una salida dramática hacía la puerta. Estoy en pijama y parezco todo menos una persona decente, pero cuando te levantas de tu cama, das un pie afuera de tu habitación, bajas la escalera, y te encuentras con todo tipo de especímenes en tu sala pidiéndote matrimonio no es para menos.

Ahí no es.

Mis pies se dirigen hacía la puerta pero por otra parte sé que no tengo ningún lugar al cual llegar, y espero porque mi padre me detenga como en las telenovelas.

Que me detenga.

Que me detenga.

Suplico en mi cabeza mientras doy pasos lentos y dramáticos hacía la puerta.

No tengo casita, soy una mantenida, pero a veces me gusta fingir que no. Y siempre podría usar la herencia de mi madre, pero... no.

—¡Detente ahí, Claire Carolina! —Mi padre se acerca por la puerta de la cocina y me detengo suspirando. Tal vez me podría ir con Dean, pero él está con su novia; o con Tracy, pero ella posiblemente no éste ahora en su casa, y los gemelos, apenas tienen habitaciones en el campus.

Doy un giro sobre mis pies manteniendo la postura y enfoco la mirada en el rostro adulto pero cálido y burlón de mi padre.

—¡Pero, Claire! ¿Por qué te vas? —cuestiona y los colores rojos toman mi rostro.

Señalo con la mano a la multitud masculina que coloca caras de pato cuando los mencionó.

—¿Esto te parece poco? —Sus cejas blancas se fruncen por algunos segundos.

—Bueno, hay como dos docenas pero si los conoces puedes ver que tienen un gran corazón... —Automáticamente todos colocan caras de perrito mojado, uno hasta se coloca la mano en el pecho.

Ni Anne Hatthway llegó a tanto.

—El corazón es lo que les voy a vender a todos en el mercado negro si no comienzan a comportarse.

Mi progenitor, Karem Blunt, tiene poder sobre todos ellos, de alguna u otra forma, la mayoría de empresas triunfantes siempre han sido respaldadas por él o por los múltiples contactos que tiene. Y esto parece el producto de cientos de favores no cobrados.

—No los quiero aquí —establezco con los dientes apretados—. Y esto tampoco hará mágicamente que me comprometa.

—Lo tenía que intentar —Se excusa levantando las manos y haciendo que el traje se acentúe en sus músculos. A sus cincuenta años, mi padre podría ser el sueño mojado de algunas señoras, y señores. 

—Los quiero fuera —aviso mientras mi mano deja mi maleta desorganizada a la izquierda. Mis brazos se cruzan en un gesto demandante y mi papá se deja caer en uno de los sillones cruzando las piernas con tranquilidad.

Me observa expectante.

—Entonces, encárgate de ellos.

Su mirada azulina me reta y con la barbilla alta, camino con mis pantuflas de unicornio hacía la parte trasera de la casa. Esto sólo pasa en casos de emergencias, doy un leve asentimiento al jardinero y él me lo devuelve. Agarro el rastrillo y sin dudarlo lo coloco en mi hombro volteándolo.

He sacado a patanes de mi casa más veces de las que soy capaz de contar.  Y en ninguno de los casos he dudado, esto tampoco será la excepción

Cuando llego a la sala, todos están expectantes a lo próximo que voy a hacer. Agarro el rastrillo y lo alzo en la dirección de la multitud.

—Tienen exactamente cinco segundos para salir de aquí —comienzo de manera lenta mientras doy algunos pasos en la estancia, jugueteo con el palo dándole vueltas entre mis dedos—. 1...2...3... —Van retrocediendo poco a poco y es que mi potencial y mis actos son leyenda—. 4...5.... ¡FUERA, PEJELAGARTOS!

El primer rastrillazo queda cerca de la pierna de uno que está sentado en el sofá y ven que no estoy bromeando cuando los comienzo a soltar de derecha a izquierda. En manada se alejan por la puerta, y tranco la puerta de un portazo cuando oigo otro Cásate Conmigo que desata una punzada en la cabeza.

Le dirijo una mala mirada a mi padre y me voy directo a desayunar dejando el rastrillo de lado.

Los chicos dan dolor de cabeza.

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Luego de desayunar, voy al restaurante de mariscos.  Me tomo una pastilla que me devuelve al ruedo y consigo llegar al local con todas mis partes. Al contrario de los otros días, hoy podría decirse que es un mediodía tranquilo, con el ritmo perfecto para tener una amena conversación entre todos mis compañeros.



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En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

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