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Claire
Los juegos de azar no son lo mío.
Póker, Blackjack, Ruleta.
Tal vez se trata de que hay que dejarlo todo en manos de alguien que no soy yo, se debe confiar, y no puedo. Además de que no tengo certeza de que ganaré, hay una ligera probabilidad, pero no se vive de probabilidades.
No me gusta no tener el control, porque todas las veces que me he dejado llevar las cosas no han salido bien. De hecho, la última vez que lo hice el asunto acabó en un divorcio, y aunque son muy agradables (las peleas, las miradas, el intento de reconciliación) el proceso no es lindo.
Apostar es una actuación a ciegas, como dormir placidamente con Demian, a sabiendas de que nos odiamos a muerte, como permitirme flaquear en su defensa.
La situación en que me veo envuelta sólo me hace repetirme que ya sucedio una vez.
Los Blunt no nos equivocamos dos veces.
Y es que la primera vez, no puedes evitar el desastre, pero la segunda, ya lo conoces, lo presientes. Como el agua devolviéndose en el mar anticipando el tsunami.
Conoces a alguien. Lo odias.
Lo conoces aún más. Lo odias un poco más.
Entonces, te percatas de que puedes ser tú con esa persona, de que de alguna extraña e inefable forma puedes flaquear frente a él, aunque no estés del todo segura si él te hará o no pedazos.
Comienzo a pensar que en otra vida fuimos mejores amigos, pero de esos que acaban con un final trágico, la muerte de uno de los dos... a manos del otro.
El día de hoy, he vuelto a ser yo, inquebrantable. Ayer flaquee pero no se puede descansar por siempre, y aunque lloré hasta quedarme dormida y el dolor me dejó hecha un ovillo entre las sabanas.
El maquillaje es bueno ocultando las ojeras y lo que no puedo ocultar, lo disfrazo con una mirada calculadora en mis ojos.
Porque Los Blunt somos buenos fingiendo, pero no aceptando.
Y no puedo aceptar que me duele Adler, que estoy encerrando mis sentimientos en un cajón y que estoy concentrándome en cualquier otra cosa que me ayude olvidar el dolor de corazón.
Respiro y detallo el lugar en el que me encuentro desayunando nuevamente, se trata del restaurante del hotel, el cual tiene una decoración llamativa, dos de sus paredes laterales son de color blanco y mientras en una te acercas a pedir del bufet, en el otro extremo puedes pedir una comida en específico, puedo reconocer el lugar en donde nos colamos en la madrugada para cocinar, las paredes que siguen a eso son de vidrio y permiten que la luz inunde el lugar, a través del cristal, avistas cientos de plantas colocadas estrátegicamente de manera sobria y elegante. Las personas a mi alrededor ríen en mesas de color blanco con sillas de color negro.
Blanco y negro es la combinación que abunda en el lugar, a veces tan pragmático que aburre. Sacudo mi cabeza con suavidad y miro la ensalada de frutas, intacta.
Mi mente se devuelve nuevamente a los hechos ocurridos está mañana. Estamos cruzando límites que no deberían pasarse, porque aunque me disgusté admitirlo, Demian pudo haberse largado, no tenía ninguna responsabilidad conmigo, y sin embargo, se quedó, escuchando, cocinando conmigo y ahora se siente como si estuviesemos saltándonos la raya amarilla que significa peligro, como si estuviese mis sonriéndole a la bomba que tenemos en las manos pero... ¿Qué es un poco de fuego para personas que han sobrevivido toda la vida en el infierno?
Sé cosas acerca de Demian, sé quien es la rubia, sé lo que está buscando. Sé que un paso en falso y terminaremos siendo cenizas. Y aunque él corre más peligro que yo, no puedo evitar sentirme como si estuviese en la línea de fuego, con las balas rozándome la nuca y el olor a pólvora cruzando mi nariz.
Me acabo de dar cuenta de que he estado allí toda mi vida, coqueteandole al peligro incluso cuando no lo busco.
Adler me produce nauseas. Pensar en mi padre me da dolor de muela y los recuerdos de Dmitriv hace que mi cabeza duela, que mi alma pese. Y pensar en en el pelinegro, a pesar de estar mal, no se siente tan desastroso.
Porque siempre hay un desorden cuando se trata de los dos pero en medio de ello hay mucho orden.
Se debe tener precisión para apuntar y disparar, y descubro que así es cuando Demian hace acto de aparición, a pesar de estar de espaldas, reconozco su presencia, desordenadamente ordenada.
—¿Planeando como destruir el mundo? —La voz ronca me hace alzar la mirada, para encontrarme con una musculatura entallada en un traje oscuro y la palidez de Demian se ve revitalizada, las ojeras han bajado un poco del área debajo de sus ojos. Su mirada jade se torna burlona y hace un repaso rápido de mí antes de sentarse y robarme una de mis papas fritas. No es sano, y no tiene ninguna relación con la ensalada que tengo al lado, pero me gustan los desayunos raros, nunca degusto algo que no me gusta.
—¿No sería conquistar? —cuestiono devuelta y aparto mis papas con una mirada de advertencia. Se encoge de hombros y sé que piensa algo como que la comida de este hotel la proveé él, pero si vamos al caso, yo no le pregunté.
—Destruir y conquistar van de la mano —responde con pausa y pesadez y es visible el significado que aguardan cada una de ellas, parecen importantes. Siento que lo serán en un futuro.
Su mirada se desplaza a lo largo de mí hasta recorrerme en una examinación minuciosa, enarco una ceja en pregunta y él vuelve hacer aquello de encogerse, lo que significa que posiblemente no obtenga respuesta de él. Volvemos a ser estás personas que se analizan a cada segundo.
—¿Qué tal te ha parecido la estancia en el hotel? —Su curiosidad es nata pero me limito a encoger los hombros.
—Un desconocido se ha infiltrado en mi habitación, y ha informado ser el dueño del hotel —Me acerco a su oído—. Eso no me convence del todo, es un dolor en el oído. Pero la comida y el servicio, excelentes —Mis labios se curvan y me alejo para recuperar el espacio.
Editado: 28.12.2023