¿cómo Arruinar Una Boda?

19. Reunión de Monstruos


.|.
 


Claire

Adler ha sido mi persona siempre.

Cuando tuve pesadillas todos los días después del divorcio con Dmitry, Adler se quedó conmigo, acaricio mi cabeza y susurro palabras dulces para ahuyentar a cada uno de los terrores que me acechaban aunque nunca lo logró, estaba muy dentro y amenazaba con llevarse lo que quedaba conmigo, así que guardé el vacío que me carcomía y él me ayudó a cerrar el candado con llave.

Cuando quise aprender a bailar salsa, y mi padre no tenía tiempo para ello, Adler fue mi compañero sin dudar, y me hizo reír hasta olvidar la presencia que faltaba allí.

Cuando abrí mi primer restaurante, él fue mi primer cliente.

Cuando cerré mi primer restaurante, él dijo que "todas las grandes historias comienzan con grandes fracasos"

Ha besado mi mejilla. Ha cuidado de mí. Y ha hecho todo lo que ha estado en sus manos para verme bien, e intento adivinar, el justo momento en donde yo quise más de él.

Quise sus besos. Deseé sus abrazos, de una forma más íntima. Anhelé las caricias en mi piel, llegando a soñar y a imaginar cómo se sentiría, como seríamos él y yo en una misma oración.

El momento justo donde quise más no puedo conseguirlo. Pero si puedo enamorar los momentos en dónde me dije que ambos no debíamos ser, Adler sólo tenía una relación con la vida. Disfrutarla. Yo tampoco estaba del todo bien, era pedazos de la Claire alegre que solía ser, me dije que era muy pronto, que tenía mucho que superar, que él no merecía los pedazos de amor que yo podía ofrecer después de que me rompieran tanto, él merecía más. Y me esmeré en ser más.

Más buena. Más la antigua Claire. Más saludable.

Y ahí, estuvo mi error, cambiar para ser aquello que él necesitaba. Acelerar mis procesos. Ignorar las grietas para ser lo que sea que él necesitase en el momento en él quisiese.

Entonces, mi pequeño amor se quedó conmigo. Lo guardé hasta que Adler estuviese preparado para algo serio, porque se sentía bien esperarlo, se sentía bien porque Adler, mujeriego y gracioso, se sentía como un puerto seguro, un puerto en el cual me podía dejar caer.

Lo esperaría.

Y él nunca trató de sobrepasar esa línea que nos separaba a ambos, que delimitaba nuestra amistad, aunque a veces esa línea se hiciese difusa. Aunque a veces había miradas demasiado largas o roces insinuantes que erizaban vellos. Nunca más, nunca demasiado.

Siempre esperando, porque si había alguien a quien podría querer después de eso, sería él. Seguro. Cálido. Lo intentaría por él.

Ahora, creo que Adler se ha percatado de que hay alguien a quien quiere en realidad, hay alguien por quien él está dispuesto a dejar su vida libertina atrás, alguien con quien siente que puede disfrutar.

Y me pregunto si esa fue una señal, que no me eligiese en un inicio. Que no lo intentase siquiera.

—¿Calculando el alcanze de la bomba atómica que lanzarás para acabar con el mundo? —cuestiona Demian, sus ojos verdes fijos al frente. Estamos en el ascensor, de color dorado metalizado. 

La mano de Demian sigue sujeta a la mía, y no la quito, porque el gesto no se me hace desagradable.

—Ding ding ding. Tenemos un ganador —murmuro en voz baja. Aunque sólo estoy calculando los daños colaterales que yo misma provoqué al ilusionarme sola.

Toma una honda respiración, y me dedica una mirada.

—No te he comentado a dónde vamos —inicia con suavidad y por su tono, asumo que no ha de ser nada bueno, puesto que parece medir las palabras que va a sacar—. Es un casino.

Los odio, a menos que esté con un contador de cartas, pienso.

—No esperaba menos de ti —continúa, y supongo que he revelado mis pensamientos—. Jugaremos —dice simple y enarco una ceja porque eso que hemos estado haciendo todo este tiempo, rondando alrededor del otro, y jugando con sensaciones, emoción y peligro.

—No le veo lo divertido —apunto con aplomo porque pensé que iríamos a una cena, algún jardín de esos extraños en blanco y negro que hay por aquí, con una ceremonia para honrarse a él mismo y destacar que es el dueño, egocéntrico al estilo Demian, con fuegos artificiales que dijesen su nombre y algún cantico raro. No un aburrido y simple casino.

—Tendremos una reunión con el círculo E —dice el pelinegro con mucha seriedad—, jugaremos con los peces gordos, Claire.

«Jugaremos con los peces gordos»

Y en un primer pensamiento tonto, me veo a mí y a Demian con raquetas de tenis pasándonos peces gordos de un lado de la playa al otro.

Pero entiendo el significado, se esparce por mi cabeza con rapidez.

Clavo mis uñas en su brazo apenas las palabras cobran sentido en mi mente. Mis pies se sienten pesados y parecen estar pegados al suelo. He comenzado a hiperventilar por dentro y siento las alarmas en mi cabeza «¡Peligro! ¡Peligro! ¡Riesgo de ser destruida »

No sé si me enlazo a su brazo con más fuerza porque se siente como lo único que no se moverá o porque me siento un poco desesquilibrada, como si mi mundo hubiese empezado a temblar nada más con esas palabras. 

Pero no son las palabras, son lo que significan.

Los peces gordos. Los gran E.

Empresarios. Ejecutivos. Exitosos.

Un círculo lleno de millonarios. Un círculo lleno de víboras, pero no con las que puedes jugar a la víbora de la mar, sino con aquellas víboras que esparcirán su veneno sobre u sin dudar, porque a ellos nunca se les ha negado nada, no conocen demasiado el significado de las negativas, no saben lo que es perder y me preguntó cómo jodidamente estoy a punto de jugar con ellos.

Bufo frustrada.

Los gran E.

Eminentemente estúpidos, si me lo preguntas, pero no en el sentido de inteligencia, puesto que cada uno de ellos maneja una cantidad de dinero insana que no debería ser legal y que podría acabar con la pobreza mundial. 

Piensan que son los dueños del mundo y puede que lo sean. Mi padre es uno. Demian también forma parte de ese grupo, es así, un imbécil, pero una parte de mí cree conocer al pelinegro o al menos saber un poco de aquello que quiere y por tanto tener un poco de control sobre él, sé que no me haría daño, porque me necesita al contrario de los demás. Demás que no requieren de mí, y para los que realmente sólo soy como una simple mancha en el suelo, o un simple peón.



#4524 en Novela romántica
#1720 en Otros
#458 en Humor

En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.