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Claire
Las personas podría pensar que estoy haciendo un drama.
Sólo es una boda.
La gente se casa sin amor todo el tiempo. Lo hacen por conveniencia, por pensar que podrían obtener algún beneficio, para obtener la GreenCard, entre otros motivos que no comparto pero que si existen.
Sin embargo, no se trata de la boda, se trata de mí, de que es mi vida la que se está juntando con la de otra persona, de que es mi decisión, no la de nadie más.
Que me prometí que nunca más dejaría que alguien tomará una decisión sobre mí sin que yo estuviese de acuerdo.
Que me juré con la mano en el corazón que jamás permitiría que alguien volviese a pasar por sobre mí, física o mentalmente, que no dejaría que alguien tomase algo de mí sin que yo estuviese de acuerdo, y aquí se está tomando mi mano sin mi permiso.
Mi vida, mis decisiones.
Pero en este concepto no se cumple, y arde en mi sangre que hay muchas personas que tienen una realidad bastante parecida a la mía pero en peores condiciones. Sé que hoy no tengo opción pero sé que en algún momento la tendré, y sólo debo esperar, tener paciencia y esperar.
Aquello, mi paciencia y la posibilidad de una opción distinta en el futuro, no evita que cierre mis manos con fuerza alrededor del ramo, es un ramo de claveles azules cobalto, que combinan de manera singular con mi vestido, de hecho, si no supiera que soy la novia y que está se trata de mi boda, juraría que soy una ex novia vengativa dispuesta a derramar sangre.
Las tétricas notas del piano se hacen presentes, y por más que sé que mi padre desea acompañarme en mi sufrimiento, me he negado rotundamente a que haga este camino lleno de pétalos blancos conmigo.
Está bien. Lo acepto, estás son las cartas que me han dado para está partida, ahora yo decido como las juego.
La sonata que suena en el piano no es la común, y sonrío un poco al ver que es la de Destino Final. Las personas miran con extrañes al pianista, y yo reluzco mientras agradezco al cielo que todas las personas tengan un precio. Camino con paso calmado y seguro, aunque tiemblo por dentro, hacía él.
Egocéntrico. Indescifrable. Insufrible. Controlador.
Allí está Demian.
Ridiculamente no nos hemos visto antes de la ceremonia, por lo que cumplimos la tonta regla de que el novio no puede ver el vestido de novia, pero la realidad es que no hay peor suerte que está.
Está allí, con un traje negro que le queda desgraciadamente bien, y con una corbata que incentiva mis ganas de ahorcarlo. Su rostro es indiferente mientras me detalla y yo decido hacer lo mismo, sus cabellos están peinados hacia atrás, y Demian elegante es algo para lo que no está preparado el mundo.
Sus ojos verdes brillan y su mandíbula se tensa un poco al verme caminar en su dirección sin titubear, aunque estoy luchando con el deseo de huir. Y él sólo está allí, luciendo como el pecado más tentador del mundo pero yo estrecho mis manos alrededor del ramo con aún más fuerza porque ahora tiemblo, y tengo derecho a dudar pero no enfrente de ellos, que quieren que trastabille. No les daré la satisfacción.
Así que tarareo en mi cabeza La vaca lola para despejar mi miedo, y sorprendentemente funciona.
Los pasos que me faltan los doy con seguridad y mi espalda no se encorva ni bajo mi barbilla delante de nadie. Doy un leve asentimiento al padre antes de colocarme en frente de Demian, provocando que nuestros irises se crucen y una explosión se dé entre ambos.
Chispas de electricidad. Fuego y Hielo.
Un pequeño silencio recorre la estancia antes de que comience la ceremonia.
—Hoy estamos aquí —La serena y religiosa voz del padre me pone los pelos de punta. Trago en seco—, para celebrar la unión de Clarisse Anne Blunt Bauwells y Demian Jackester Evans Casse en santo matrimonio.
La bilis me sube a la garganta mientras los recuerdos pasan con velocidad frente a mi cabeza. Una yo distinta. Una yo, feliz.
—Está es una unión que se consolida para lo larga que sean sus vidas —La palabrería hará que me desmayé, porque los discursos matrimoniales no son lo mío. Nada que tenga que ver con los matrimonios en realidad.
Empiezo a ver borroso y no distingo la cabellera negra que tanto odio, sino una castaña que pone mi estómago a burbujear pero como una caldera hirviendo a punto de reventar.
—Los novios deben comprometerse, en alma y cuerpo, para vivir... —Quiero llorar. Esto es demasiado. Sé que debo ser fuerte. Sé que no debo dejar que los recuerdos ganen pero no puedo. Me está ardiendo el pecho en llamas y quiero huir.
Sé que no me dejarán huir.
El padre continúa y le voy a vomitar sino acaba rápido con las citas que está haciendo relacionadas al matrimonio, a la unión y al estar de dos personas para compartir sus vidas.
Y entonces, ocurre.
Ni La vaca Lola logra distraerme de la batalla de miradas que se da entre mi reciente prometido y yo, producto del toque de sus manos apretando las mías para devolverme a la realidad, donde sus ojos verdes se burlan de mí y me instan a pelear con él a pesar de que el deseo de llorar quiere manifestarse. Los nervios menguan un poco siendo reemplazados por rabia, conmoción, y un sinfín de sentimientos que se mezclan para el pelinegro, quien no duda en mantener nuestras manos unidas a pesar de que yo estoy clavando mis uñas en sus palmas.
Porque Demian siempre podrá apagar al mundo para que sólo lo vea a él.
Vuelvo a la realidad cuando él retira sus manos de las mías.
—¿Tienen votos? —cuestiona el padre al aire. Y el corazón me golpetea con fuerza cuando veo pura diversión y reto en su mirada.
—Por supuesto que sí —contesto aunque con todo lo que he tenido encima ni se me ha pasado por la cabeza. Pero no es díficil encontrar en mi cabeza cosas que prometerle al pelinegro.
Editado: 28.12.2023