¿cómo Arruinar Una Boda?

32. La revolución francesa


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Claire

El sol pega contra mi rostro mientras mi vestido blanco se ensucia con la arena, no estoy disgustada al respecto, la arena caliente es reconfortante. Mis tacones se encuentran al lateral  izquierdo de mi cabeza y llevo unos lentes de sol que protegen mis córneas de la fuerza con la que los rayos de sol impactan con la tierra hoy.

Podría decirse que la playa es uno de los lugares en dónde puedo dejar de pensar en todo lo que sucedió. El agua salada parece llevarse lo malo y hacerme soñar en que mejores cosas podrían suceder, pero no puedo engañarme, las heridas siguen allí, ardiendo en las noches.

Al levantarme, me sentí tranquila, lo cual fue extraño, mis mañanas suelen ser tormentosas, luego me di cuenta que la táctica del incompetente había funcionado. Había descansado correctamente, sin pesadillas luego de la historia.

Para mi alivio, Demian no estaba a mi lado cuando desperté, pero para mi tormento, apareció con un computador y una señora de rostro delicado en la pantalla. Se llama Kyla, y es mi nueva psicóloga, durante toda la sesión hacemos una presentación y me habla acerca de soltar, algo que todavía no me animo hacer.

De dejar ir, como las olas del mar.

Sin embargo y aunque en un inicio no había sido de mi agrado. Se hizo fácil hablar con ella, como si tuviese una especie de don para transmitir tranquilidad.

Me contó historias y hablamos por una hora. Acordamos vernos el día siguiente y aunque el pelinegro lo haya querido ocultar ví sus comisuras estiradas mientras entraba a colocarse su bañador.

Su plan está en marcha.

Aunque no estoy segura de lo que se traté.

Yo por mi parte, luego de desayunar y hacer una llamada rápida a Tracy, quien me confirmó que aún está viva y respirando, vine a la playa y me dejé caer en la arena blanca y caliente de la superficie. El agua a veces toca mis pies y el sol está en su punto más alto.

Aún así, dejo de sentir el sol porque una sombra se atraviesa.

¿Será qué llegó mi día final?

Arrugo la frente al ver que sólo se trata un hombre rubio. Tiene una expresión divertida en el rostro y curiosa. Labios carnosos. Y cabello de color dorado mojado. También tiene músculos, lo cuales deja a la vista, y observo durante unos segundos.

Ventajas de llevar gafas de sol.

—¿Necesita algo, señor desconocido? —pregunto mientras incorporo un poco mi cabeza soportando mi peso de mis codos para verlo.

Él parece tomar aquello como una invitación, porque se sienta a mi lado, salpicando arena en mi dirección. Lo observo, enarcando una ceja.

—Saciar mi curiosidad —Se deja caer en la arena ubicando sus manos detrás de su cuello. Me alejo un poco antes de repetir su acción, pero estoy alerta, ubicando tentativamente con la vista mi tacón, por si necesito atacar con rapidez—. Te vi ayer sentada por horas, dejando que el sol te llenase de vitamina D —informa y enarco mis cejas porque esa acción también podría ser la de un acosador—, Y te vi hoy, con otro vestido del mismo color que ayer y decidí venir a preguntar.

No suena malicioso pero si extraño.

—Eso suena como lo que un loco acosador diría —Le advierto y desconocido hace una mueca divertida.

—Culpable —acepta condescendiente antes de continuar con la exposición de lo que lo llevo a estar aquí—. Pero realmente tengo mucha curiosidad, y como arqueólogo, que ama saber de historia y el origen de ellas —dice su profesión y lo veo— me gustaría saber que lleva a alguien a estar en una playa con vestidos de colores blancos —Relamo mis labios pensando en qué debería responder Y él continúa—. Soy Scott y me gustaría saber tu historia, y el porqué te gustan los vestidos blancos.

Observo el cielo azul a través de los lentes oscuros antes de responder.

—La locura —Y eso es una respuesta válida pero no es la mía. No necesito voltearme para saber de quién se trata, la voz que me narro cuentos para que durmiera, la voz que me persigue en sueños y que seguramente me acompañará en el infierno—. Mi esposa ha estado internada varias veces en el psiquiátrico por deseos asesinos sin orígenes pero los colores amarillos y tonalidades doradas traen su locura a relucir —Y da más información en tono bajo que escucho—. Usa vestidos blancos porque le gusta como luce la sangre sobre ellos.

Aterrador.

Eso esboza una sonrisa en mi rostro porque el bañador amarillo del arqueólogo atractivo es amarillo fosforescente, y su cabello es dorado. Y ahora Scott, me mira con duda.

—No soy una asesina —murmuro en voz baja atrayendo su atención pero creo que escucha únicamente la última palabra porque se aleja lentamente y no toma mucho para que huya despavorido.

Demian ahora, con un traje que debe costar más que mi salario de un mes, se sienta cerca de mí, y contempla el mar que se extiende y las olas que llegan como espuma a la orilla. Nos quedamos en silencio hasta que el empresario a mi lado decide hablar.

—Era raro —determina con seriedad mientras sus cejas se fruncen.

—Sólo tenía curiosidad y no fue desagradable —defiendo al arqueólogo que ahora creerá que ha conocido a una loca de manicomio.

Demian apoya sus codos de la arena mientras el sol pega a su rostro.

—No era un buen prospecto —rechaza, simple.

—¿Qué sabrás tu de buenos prospectos? —Le pregunto acomodando mis gafas oscuras, parecidas a las suyas, observándolo en tonalidades grises teniendo de fondo los grupos familiares pasando un lindo día.

—Me veo todos los días en el espejo —repone con seguridad y la barbilla alta —, claro que sé de buenos prospectos.

El pelinegro se levanta de un salto elegante de la arena, y me extiende la mano para que haga lo mismo. Sus hombros fornidos destacan en la tela blanca que cubre su cuerpo atlético, cuando me observa a través de sus lentes oscuros, esperando una acción de mi parte a pesar de que ya estoy erguida.



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En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

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