¿cómo Arruinar Una Boda?

42. El Rey y los recuerdos

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Claire: Presente

He estado rodeada toda mi vida de monstruos.

No tiene nada que ver con estar en un círculo privilegiado. Los monstruos están en todas partes. Mi padre siempre me ha enseñado a defenderme de ellos, a ser más inteligente, más suspicaz, a tener un plan de contingencia por si todo se tuerce.

No me esperaba que él también fuese uno de ellos.

Y por eso, el día de la subasta no pude defenderme. Dar tu confianza a alguien podría ser un acto suicida si la persona a la que se la ofreces tiene una vena maliciosa y ambiciosa pero todas las tenemos.

Así que lo correcto sería no confiar en nadie, a menos que su vena ambiciosa te quiera a ti. Y tengo la esperanza de que la vena maliciosa de Dmitriv siga teniendo debilidad por mí.

Si ya no siente nada por mí, entonces, no sé lo que sucederá.

El espejo, que está delante de mí es de madera oscura con cientos de enredaderas de flores, permite que vea mi reflejo completo.

El día de hoy uso un vestido rojo que se ciñe a mi piel, la tela que recubre mis brazos está hecha de transparencia bordeada con brillos que forman llamaradas de fuego, llega hasta arriba de mis rodillas y tiene una abertura en la espalda que deja que el aire entre a mi piel. Mi cabello está recogido en una cola alta, dejando a la vista cada centímetro de mi rostro, mis ojos tienen delineador y he decidido utilizar sombras oscuras para mis párpados, lo que es peligroso porque si no lo hago bien podría acabar pareciendo carbón, pero afortunadamente luego de dos intentos, le doy un visto bueno al resultado.

Hoy llevaremos a cabo el plan.

Mi corazón aletea dentro de mi pecho al repasar en mi mente mi papel en el plan.

Debo distraer al rey del infierno.

Al que me llamó princesa.

Por el qué en un inicio quedé hecha cenizas.

Al rey más peligroso de Rusia.

Mientras lo hago, Demian se infiltrará en el hogar de Dmitriv y buscará el cuadro que nos ayudará a salir de los problemas en los que estamos enredados.

Demian dice que el dinero lo soluciona todo, y ese cuadro que él busca vale mucho más de lo que cualquiera puede imaginar.

Pinto mis labios de color rojo, dándome una última revisada antes de salir por la puerta de mi habitación. Camino por los pasillos monocromáticos, y paseo la vista por cada uno de los cuadros retrasando un poco el momento en el que deberé ver de nuevo a mi ex esposo.

Camino lentamente como tortuga, y cuando llego al inicio de las escaleras, la vista de la planta baja me deja por un segundo estática.

Nuestra mesa está llena de informáticos, y una vez más, necesitamos la ayuda de Seth y sus vestimentas electrónicas.

Bajo cada uno de los escalones y mis tacones resuenan por cada paso que doy, ninguno me presta atención porque cada uno de sus sentidos está enfocado en la seguridad de Demian.

Cuando llego al final de las escaleras, me doy cuenta que si hay una persona que si se ha percatado de mi presencia.

—Seth —saludo cuando veo acercarse al aprendiz de Demian a dónde estoy.

—Domadora de Jefazos —alza su palma y la choco con la de él.

Seth luce agotado, sus cabellos marrones apuntan hacia todas partes, hay bolsas debajo de sus ojos y su camiseta está manchada de algo que sospecho es café. Todos han estado trabajando sin parar desde hace una semana porque infiltrarse a la fortaleza del rey ruso  es de todo menos sencillo. Mientras yo también he estado trabajando pero en algo más dedicado a mí, si esto sale bien y Demian consigue el poder que aparentemente esos cuadros le darán, podré abrir mi restaurante, hay una idea rondando mi cabeza y he estado entrevistando a distintas personas de forma electrónica para contratarlos como posibles empleados.

—¿Cómo va el plan? —inclino mi cabeza en dirección al conjunto de cubículos armables que ocupan toda la sala de la mansión Evans.

Seth arruga el ceño y se acaricia la sien.

—Todo va según lo planeado —Suelto un suspiro de alivio—. Demian está en el territorio frío en Londres y tú irás rumbo a la fiesta privada que Gregoriev Kasmish ha organizado para celebrar su unión con Dmitriv.

Asiento una sola vez.

—¿El vestido? —pregunto a Seth, y por un segundo parece confundido acerca de mi pregunta, luego recuerda y me observa de la misma forma en que lo hizo cuando le hice la petición, como si estuviera loca.

—No creo que vayas a necesitarlo nunca —dice mientras se cruza de brazos.

—Eso es algo que no sabes porque no puedes ver el futuro, Seth —Frunzo mis cejas—. Además, tal vez algún día viajé a una montaña alta y quiera lanzarme.

—Claire... —reniega, inseguro, mientras mueve su cabeza con contrariedad. No le gusta hacer cosas a las espaldas de Demian. No le gusta mi petición y no le gusta que todo sea un secreto.

—Por favor, Seth —pido y lo hago con sinceridad. El castaño ve de mí hacia los cubículos de informáticos y termina accediendo.

—Está listo, te lo enviaré en cualquier momento —asegura. Hace una mueca y se aleja hacia otro mini escritorio, no me mira a la cara e imagino que debe ser complicado ocultarle cosas a la persona que creyó en ti cuando nadie lo hacía. En el último segundo , da un medio giro y me ve—. Cuídate, Claire —Niega con la cabeza.

Me dirijo hacia la puerta.

—Gracias, Seth —Alzo mi mano para despedirme y la convierto en un puño a medio camino—. Lo siento por el vestido. Y no te preocupes, saldré victoriosa de esto.

Al cerrar la puerta detrás de mi espalda, tomo una honda respiración. Elevo mi barbilla y enderezo mi espalda. El transporte que va a llevarme a la fiesta ya está en la entrada así que me dirijo hacia él reuniendo cada pizca de valor en mi interior.

Tomo la manija y abro la puerta, me volteo y observo la mansión por última vez, elevada y brillante ante todo, y al entrar en la limusina, me digo que así debo ser cuando entré a la fiesta a la que no estoy invitada.



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En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

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