¿cómo Arruinar Una Boda?

47. La teoría de Multiversos

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Vivir con alguien otorga cierto grado de intimidad.

No se trata de cuerpos tocándose lujuriosamente, de miradas fogosas y sentir que estás cayendo fuerte cuando esa persona te ve.

Es algo más.

Es saber que Demian apenas se levanta se da un baño de diez minutos.

Es saber que podría matar a mi esposo con miel, porque es alérgico.

Es un nivel de conocimiento que he ido adquiriendo con el pasar de los días con Demian. Le gusta el café con tres cucharadas de azúcar, ni muy dulce ni muy amargo. Adora resolver problemas matemáticos y le gusta la contabilidad. La mayor parte del tiempo está inmerso en sus múltiples empresas, su preocupación por cada una de ellas hace que siempre tenga la silueta de ojeras debajo de sus ojos. Tiene los ojos verdes más hermosos de todo el mundo, un lunar detrás de su oreja y un deseo de ganar todo el tiempo, a cualquier costo que me parece atractivo.

Detesta los colores pero me ha dejado convertir la mansión clásica y monocromática Evans en la guarida de Santa. Y creo que no le desagradan tanto las canciones de Taylor Swift porque le he escuchado tararear una o dos.

Y él. Me hace feliz.

Esa declaración no me gusta ni un poco, debe desagradarme pero no puedo sacar de mi cabeza el hecho de que su maquiavélica presencia me otorga confort.

Como si Darth Vader me provocase la tranquilidad que ofrece acariciar gatitos.

Voltear y verlo detrás de mí, con las cejas enarcadas, el pelo revuelto, y los labios curvados esperando que decida que haremos a continuación es una sensación cálida.

No quiero que me traicione.

No quiero que rompa mi corazón.

Y quiero dejarme llevar, confiar y ofrecerle una vida llena de pasteles no envenenados y amenazas de muerte porque esos somos nosotros.

Somos platino y oro fundiéndose. Somos comisuras extendidas y planes que mantengan vivo al otro. Somos preocupación disfrazada de fastidio y deseos de quitarle la ropa al otro.

Claire y Demian, pero ¿Soy capaz de confiar en él?

Luego de la boda, perdonar a Adler volvimos a casa y como las amenazas de muerte cesaron, se respiraba un aire extraño de normalidad.

Mi restaurante en construcción me mantiene ocupada durante el día, y el pelinegro inmerso en su trabajo, no llega hasta las diez.

Si llega más tarde de las once, mezcló laxante en la copa de vino que coloco junto a su cena. Porque eso es otra cosa que descubro, Demian adora comer pero no tiene tiempo, y yo adoro cocinar, así que no me molesta dejar un plato para él.

A veces llega temprano y comemos juntos. Es... Extraño. Hablamos sobre nuestro día, amenazamos si las cosas se ponen raras y siempre acabamos con mis dedos enredados en su pelo, sus mano ceñidas a mi cintura, besándonos en la mesa.

Hasta que paró y le digo que podría convertirme en su peor pesadilla con mucha seriedad, él se ríe y me suena a estrellas. Pero se va, porque sabe que aún no estoy lista, o tal vez lo estoy pero no estoy segura.

No estoy segura de confiar en él.

Sin embargo, luego de una maratón de películas deprimentes y románticas dónde muere una cantidad aterradora de personas, he decidido dar un salto de fe.

Cerrar los ojos y confiar.

Es viernes. Hoy llegó el vestido de seguridad que le había encargado a Seth, vestido que guardo en el fondo de mi armario mientras hago una sesión de belleza para mí, porque he decidido confiar. Exfolio, lavo y depilo mi piel. Paso alrededor de una hora más metida en la tina hasta que la piel de mis dedos se arruga como pasita y cuando salgo, repaso mi piel con crema hidratante y cepillo mi cabello para cuando voy a colocarme la lencería negra que utilizaré hoy, se me ha ido la valentía y atraso para algún otro día confesarle a Demian mis mariposas envenenadas.

Paseo por mi habitación con una lencería de Armani.

Es difícil ser vulnerable ante los demás cuando te han pisoteado. Es difícil permitirte ser débil cuando estás rodeada de lobos.

No quería una boda. Les había huido durante mucho tiempo y ahora estoy considerando la idea de aceptar el matrimonio con Demian.

Mordisqueo el borde de mis uñas mientras pienso.

¿Qué se hace cuando estás a punto de confesarle a tu esposo de mentira que lo que se supone debe sentir es real?

Escucho el sonido del programa ¿Quién quiere ser millonario? Cuando la opción se abre ante mí.

Llamar a un amigo.

Doy un salto en mi cama, y el cabello que dure dos horas alisando me rodea como cortina, busco una almohada y la abrazo mientras escucho La gata bajo la lluvia sonar como ringtone de Sean, nuestra relación cercana se afianzó más con el distanciamiento de Adler, y aunque ya no lo odio, no creo que sea correcto llamar al pelirrojo.

Vibra una, dos veces y la voz del castaño resuena al otro lado de la línea.

—¿Hola? Habla con el hombre más atractivo del planeta —Hago una mueca-sonrisa mientras coloco el celular sobre mi oído.

—Es Claire —aclaro aunque podría apostar que sabe que soy yo—. Tengo, uhmm, una duda.

Oigo un suspiro al otro lado de la línea.

—No, Claire, los duendes no existen y no se han llevado tus cosas mientras duermes —regaña por décima vez y bufo.

—La ausencia de pruebas no es la prueba de una ausencia —muerdo mi labio—, pero eso no es lo que te iba a preguntar.

Cierro mis ojos y siento mi corazón latir dentro del pecho.

—Entonces ¿Qué era? —Suena curioso y realmente me estoy muriendo de nervios así que desplazo el tema hacia un lado.

Duro dos segundos en silencio antes de hablar.

—Y...¿Qué haces? —pregunto. Si le molesta mi cambio de conversación y lo poco importante de mi llamada no lo demuestra, y se pasa la siguiente hora hablándome acerca de un trabajo que tiene en la universidad. Algo sobre un campaña a favor de la adopción de animales abandonados, me dice que va a llevarme a alguno de los días en los que opera, y me habla de un perro llamado Dougie, que alcanza su altura en dos patas.



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En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

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