Cómo Atrapar a Cupido en 22 Pasos

Paso 2: Oculta Toda Evidencia

¡Dios mío, maté a Cupido! De verdad existe… ¿O existía? Me voy a ir al infierno por haberlo asesinado, o peor aún, nadie se va a enamorar de ahora en adelante y todos serán feos y amargados, ¡y va a ser por mi culpa!

Los pensamientos que pasaban por mi mente en ese momento eran de todo menos satisfactorios. No lo pensé dos veces y salté también por la ventana, aterrizando en el techado de la cocina y cayendo sobre una de mis rodillas por el dolor que se extendió por toda mi pierna. Me fui arrastrando hasta caer en el jardín y entonces me acerqué al muchacho de exótico aspecto para confirmar si estaba muerto. No lo estaba. Su respiración era acompasada y relajada cuando le toqué la mejilla para saber si se sentía como piel humana o… no lo sé, algún maniquí o algo por el estilo.

 —Oye…

Tenía una expresión calmada pero adolorida, y un gran moretón en la frente donde lo había golpeado la lámpara. Mis dedos temblaron cuando toqué con las yemas la flecha incrustada en el cuello del muchacho, la cual para mi gran sorpresa se desvaneció en cenizas doradas en cuanto entré en contacto con ella.

No tuve más opción que arrastrarlo por el techo hacia mi habitación. Era pesadísimo, y para variar su uniforme parecía pesar mucho también. En un momento dado casi lo suelto al meterlo por la ventana, y en un impulso tomé sus plumas de una de sus alas, arrancándole un buen puñado de plumas de flamingo en el proceso. Me disculparía si lograba sobrevivir. Antes de meterlo en mi tina de baño, le quité el pesado arco que llevaba consigo. Además, un escalofrío me recorrió la espalda al ver que tenía también un revólver en el cinturón, algunas dagas y por debajo un pesado chaleco. Casi parecía algún tipo de matón y no un dios del amor…

Lo metí como pude a la bañera, era el único lugar donde mi madre no buscaría. Le puse algunas cobijas para que se mantuviera cálido, y durante varios minutos me quedé de pie contemplándolo. Era un muchacho hermoso, su rostro parecía de la porcelana más fina, delicado y perfecto y su cabello de color del algodón de azúcar estaba algo maltrecho y aplastado, pero no le quitaba belleza al resto de quién era él. No pude evitar bajar la mirada a su cuerpo, sin duda, a eso se referían las novelas y las películas con “cuerpo de un dios”. Él era uno, y parecía esculpido por los artistas más ambiciosos. Cada músculo parecía tallado a la perfección. Me detuve entonces antes de hacerme ideas equívocas y me marché para dejarlo descansar y tratar de dormir mientras digería lo que acababa de pasar.

Esa noche no pude mantener los ojos cerrados por mucho tiempo. Escuchaba atentamente cualquier sonido que pudiera salir del cuarto de baño, pero a penas se quejó un poco, cuando amaneció y yo tuve que usar un poco de agua helada para reducir mis ojeras. El lado bueno era que era fin de semana, y aunque mis padres salían incluso entonces, yo podía descansar en casa, lo malo… todos los fines de semana, mi tía venía a dejar a mi prima en mi casa para que cuide de ella, aunque sólo era un par de años menor. Todo lo que pude hacer esa mañana fue ponerme un pantalón de pijama de gatitos, unas zapatillas de cama y bajar para ir por un poco de café, a ver si me quitaba lo atontada.

Mientras me preparaba un delicioso capuccino, alguien tocó el timbre. Eran las ocho de la mañana y no había muchas respuestas a las preguntas que ahora me estaba haciendo mientras caminaba hacia la puerta principal y la entreabría. Casi se me cae el alma al piso. Mi prima estaba bañada, vestida, arreglada y con una maleta de ropa a sus espaldas.

¡Era muy temprano para esos sustos!

 —Sophia… has llegado algo temprano.

—Sí, lo siento, mis padres tenían que hacer algunas cosas hoy, y mañana…

Me caía bien, aunque tenía miedo de salir de casa, hablaba algo atropelladamente y además, no le gustaba quedarse sola. Mucho menos yo iba a cometer una estupidez semejante si el loco psicópata estaba en mi baño.

—No hay problema, pasa.

En eso, recordé con melancolía que le debía dinero a esa mujer que me dio la caja. La condenada caja… la iba a atropellar con el auto de mis padres y luego la iba a quemar para que se quede en las profundidades del infierno.

A Sophie le gustaban todas y cada una de las películas de Disney, y aunque yo era una chica más Jurassic Park, pues estuvimos entretenidas al menos hasta el medio día. Fue entonces que la dejé con sus palomitas de maíz y me fui a ver si el muchacho había despertado y no tendría que llevarlo al hospital y entregarme a la policía por intento de asesinato a un dios, ¿Un dios podía morir? No estaba segura.

Abrí la puerta de mi habitación y me quedé helada cuando dos ojos azules como zafiros me miraban muy, muy de cerca.

—Hola.

Susurró casi contra mi rostro mientras una extraña y retorcida sonrisa dibujaba su rostro. Caí hacia atrás, sentada en el piso por la sorpresa y a él pareció hacerle aún más gracia. Aunque parecía un niño parado ahí, pero había algo en su mirada y en su sonrisa que me hacía sentir sudor frío cada vez que me observaba.

—¡¿Por qué no te has ido todavía?!

Tuve que decírselo susurrando, pero estaba segura de que podría escuchar el terror en mi voz de que alguien supiera que un desconocido estaba dentro de mi casa conmigo y mi prima y que era yo quien lo había metido por la ventana de mi habitación. De pronto el extraño joven tomó mi rostro entre sus manos, sus pupilas se dilataron y sentí un nudo en el estómago.

—No me había dado cuenta de cómo tus ojos esmeraldas combinan con tus labios durazno, te comple-

Le solté un golpe en la cara que hizo que retrocediera poniendo su mano sobre su quijada. Ambos nos miramos en silencio, hostilidad versus sorpresa, durante varios minutos.

—¡No te estoy haciendo daño! ¿Por qué me golpeas?

—¿Te sientes bien?

Se quedó unos segundos pensando y yo me crucé de brazos tras levantarme del piso. Parecía un animal, sus ojos estaban opacos y no reflejaban nada más que los míos mientras fingía que pensaba en alguna respuesta a mi pregunta.



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En el texto hay: fantasia, comedia, drama

Editado: 14.09.2022

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