Como ave cantando [magnet #1]

Capítulo 21

Había estado con la cabeza baja desde que me acerqué a ustedes. Querían notificarme que habían aceptado darme la beca apenas entrara en la preparatoria, pero sentía mucha pena de mirarte a los ojos después de que hubieras visto lo que pasó con Hans, aun cuando no hacíamos nada malo.

—Como consejo amistoso —prosiguió Adriana. Yo levanté la cabeza un poco para mirarla. Noté en sus ojos un brillo extraño, me provocó un escalofrío—. Cuida tu imagen —dijo, después vi que su mirada se dirigió hacia Hans, quien se había mantenido al margen de nosotros.

Mi vista periférica percibió que rodaste los ojos, todavía con los brazos cruzados y claramente molesto, pero mi atención se centró tanto en Adriana que, si hubieras dicho alguna cosa, no la habría escuchado. Empuñé las manos ante su comentario. Estaba harto de ella, de sus insinuaciones, de su maldita forma sutil de atacar y esconderse tras una máscara de dulzura, que no pude soportarlo más.

—Y usted cuide su lengua —dije. No me importó la beca ni tampoco si ella iba de chismosa con papá, no iba a dejarlo así.

Christian abrió la boca, pero antes de que pudiera emitir alguna palabra, un grito se abrió paso entre nosotros. Me quedé congelado en mi lugar al ver a Brenda. Tenía la ropa rasgada y más de un golpe en el cuerpo que chorreaba sangre. Por un segundo fue como verme al espejo después de lo que Juan me hizo, con marcas moradas y rojizas donde estuvieron sus puños y pies estrellándose contra la piel. Poco más tardé descubrí que lo que ella vivió, fue mil veces peor. Más íntimo y violento.

Había sido manchada de la peor manera posible, el recuerdo de esa horrible tarde se convertiría es una serpiente que se arrastraría tras ella hasta su muerte, y la mordería de vez en cuando para inyectarle veneno. Un sonido húmedo atravesó por mis oídos y sentí que el corazón me dolía.

—¡Ayúdenme! —gritó Brenda con voz temblorosa y tan agitada que apenas fue entendible—. ¡Tienen a Francis!

En una fracción de segundo Hans se levantó de las escaleras y corrió en dirección de Brenda, y aunque seguía metido en un profundo shock que me hacía percibir todo de forma ahumada, salí tras ella. Nadie más nos siguió. Nadie…

Llegamos a un parque abandonado ubicado a varias calles de la escuela de música, estaba desierto y lucía descuidado, con un mini auditorio del lado izquierdo. Brenda dijo que ahí las habían agredido, no explicó qué hacían las dos en ese parque; ni Hans ni yo quisimos preguntar porque eso no cambiaba nada, lo único importante era que Francis seguía ahí atrapada.

Me temblaron las piernas al ver la oscuridad frente a mí. Era como meterme al infierno, de donde jamás podría salir. Oí gritos salir de mi cabeza, la voz de Francis mezclándose con la mía. No quería entrar, tenía miedo de hacerlo y encontrar lo que, desde el fondo de mi corazón, sabía que encontraría. Temí encontrarnos con una Francis desnuda o con la ropa rasgada, y a un sujeto montado sobre ella desgarrándola en lo más profundo.

La apariencia de Brenda hizo que mi imaginación, dominada por el miedo y la ansiedad, empezara a visualizar escenarios uno cada vez más horrible que el otro. Imaginé a Francis tendida en el suelo con la cabeza cubierta de sangre y su esencia escapándose por sus ojos mientras, débil e indefensa, no le quedaba más que sentir que la sumergen en un abismo infinito de dolor. Me cuestioné cómo actuaríamos si, al llegar a donde Francis se encontraba, nos topábamos con uno o varios agresores. ¿Y si estaba armados? ¿Cómo la defenderíamos?

Estaba al borde del colapso. Fue entonces cuando volví a sentir la manos de Hans tomar la mía. Me miró con seguridad y me dio la fuerza suficiente para atreverme a entrar. Él me hizo sentir protegido.

Lo que encontramos frente a nosotros al entrar fue mucho peor que los escenarios que planteé en mi cabeza. Aun ahora recordarlo me provoca un escalofrío en la columna y unas intensas ganas de llorar. En este momento lo estoy haciendo, no puedo contenerlo por más que intente dejarlo atrás. Incluso a veces vuelve a mi memoria aunque no esté pensando en ella.

Adentro del auditorio, hacia el centro, estaba Francis. Yacía boca arriba desnuda de la cintura para abajo, y la blusa estaba tan rasgada que dejaba ver sus pechos al descubierto. Su ropa interior hecha añicos reposaba sobre el piso a varios metros de distancia, la habían lanzado en un claro ataque de salvajismo. Sus piernas estaban cubiertas de sangre que provenía de su vagina, misma que todavía tenía incrustado un tubo metálico oxidado.

Brenda gritó apenas vimos el cuerpo de Francis y corrió de inmediato hacia ella. Yo me quedé inmóvil en mi lugar con la vista clavada en el cadáver, contemplando aterrorizado las marcas de la pesadilla que vivió. Imaginé el horrible dolor que debió sentir en el transcurso de la violación y su brutalidad. El corte que tenía en la garganta solo me hizo suponer una cosa: esa pobre chica no solamente sintió la penetración forzada y la tortura, sino también cuando la vida fue arrancada de su cuerpo.




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