Como Domar a un Cobarde

Capítulo 15

El círculo de aldeanos era un mar inquieto. Unos asentían con las palabras de Parker, otros cuchicheaban con el ceño fruncido, incapaces de aceptar que la voz de un niño pesara más que las leyes de un pueblo. El líder de la barba gris, con el cayado en alto, pedía calma, pero los murmullos crecían como un enjambre que no podía contenerse.

Reed mantenía la frente erguida, el pecho agitado por la tensión. Wren estaba a su lado, con una mano en el hombro de Parker, como si el contacto con su hijo la anclara en medio de aquella tormenta.

Y entonces, ocurrió lo inevitable.

Uno de los perseguidores, el más corpulento, avanzó con un paso brusco. Sus botas levantaron polvo en la plaza, y su bastón se alzó como amenaza.
—¡Basta de teatro! —rugió, con la voz grave y áspera—. No hemos cruzado ríos y colinas para escuchar cuentos de niños. ¡El pueblo de Cubridge lo reclama, y lo reclama ahora!

El líder de la barba gris golpeó el suelo con fuerza.
—¡Aquí no mandaréis vos, forastero! ¡En esta aldea se escucha antes de condenar!

Pero sus palabras no fueron suficientes. Otro de los perseguidores se adelantó, el de rostro huesudo, con una sonrisa torcida.
—Las aldeas pequeñas siempre tiemblan cuando llega la sombra de un pueblo grande. ¿Cuánto os durará la valentía?

El ambiente estalló. Algunos aldeanos gritaron que echaran a los forasteros antes de que la sangre llegara a su calle. Otros, indignados, pedían que se respetara la voz del niño y se les diera al menos una oportunidad de probar su verdad. Las discusiones se transformaron en empujones, y el círculo comenzó a fracturarse.

Reed dio un paso al frente, interponiéndose entre Wren y los hombres de Cubridge. Su voz se alzó como un trueno.
—¡No tocaréis ni a la mujer ni al niño! Si venís por alguien, venid por mí.

El de rostro huesudo chasqueó la lengua.
—Eso haremos.

Y con un movimiento rápido, dos de ellos se lanzaron hacia Reed, tratando de sujetarlo por los brazos.

Wren soltó un grito. Parker corrió a esconderse tras ella, con los ojos llenos de lágrimas. Los aldeanos retrocedieron, horrorizados por la violencia que irrumpía en su plaza.

Pero Reed no se dejó atrapar fácilmente. Giró el cuerpo con la fuerza de un hombre que ya había cargado demasiado y empujó a uno de los atacantes contra el suelo de tierra. El otro trató de sujetarlo por el cuello, pero Reed lo golpeó con el hombro, arrancando un gruñido de dolor.

El murmullo se convirtió en gritos. Los aldeanos se dividieron entre quienes huían hacia las casas y quienes se quedaron, indecisos, observando.

El líder de la barba gris golpeó de nuevo el suelo con el cayado.
—¡Deteneos! ¡Esto es tierra neutral! ¡Aquí no se imponen cadenas sin palabra!

Pero nadie obedecía. La tensión había roto el dique: el juicio ya no era de palabras, sino de fuerza.

Reed respiraba con dificultad, sosteniéndose de pie con los puños apretados. Wren lo miraba con el corazón desgarrado: cada golpe lo acercaba más al peligro de ser reducido. Y lo peor era que la decisión de la aldea aún pendía en el aire, como un veredicto que nadie podía escuchar entre tanto caos.

Fue entonces cuando Parker, con la inocencia transformada en valor, salió de detrás de su madre. Se plantó en medio de la plaza, con la voz quebrada pero clara:
—¡Déjenlo! ¡Él es mi papá!

El silencio fue inmediato. Incluso los perseguidores se detuvieron un segundo, desconcertados por la osadía del niño. Los aldeanos lo miraron con asombro. Wren corrió a abrazarlo, pero la palabra ya estaba dicha: simple, inocente, imposible de ignorar.

Y en ese instante, la balanza volvió a tambalearse.

El grito de Parker se elevó en el aire como una campanada inesperada: “¡Él es mi papá!”. Fue tan claro, tan puro, que resonó en las paredes de madera, en las piedras del molino, en cada pecho reunido en la plaza. Y, por un instante, todo se detuvo.

Los perseguidores se quedaron inmóviles, sorprendidos por el coraje infantil. Los aldeanos, que hasta hacía un momento se lanzaban reproches, callaron de golpe. Incluso el perro que había ladrado sin descanso enmudeció, como si la inocencia de esa palabra hubiera congelado el mundo.

Wren sintió que el corazón se le rompía y se recomponía al mismo tiempo. Quiso correr hacia su hijo, taparle la boca, protegerlo de las consecuencias de su propia valentía. Pero Parker se mantenía erguido, los puños apretados, la barbilla temblorosa pero en alto, enfrentando a hombres que lo triplicaban en tamaño y que representaban todo el miedo de su madre.

El líder de la barba gris, que había intentado mantener orden en medio del caos, bajó el cayado y se acercó al niño. Sus ojos grises, cansados y profundos, lo escrutaron en silencio.
—¿Eso crees de verdad, pequeño? —preguntó con voz grave, pero sin dureza.

Parker tragó saliva, apretó los labios y asintió.
—Sí. Él es mi papá porque me cuida… porque no me deja caer… porque nunca me abandona.

El murmullo de los aldeanos creció otra vez, pero distinto: ya no eran reproches, sino susurros sorprendidos, cargados de emoción y duda. Algunas mujeres se llevaron la mano al pecho, con lágrimas contenidas. Otros hombres fruncieron el ceño, como si la inocencia del niño los enfrentara con sus propias convicciones.

El de rostro huesudo, incapaz de contenerse, soltó una carcajada amarga.
—¿Esto es vuestro juicio? ¿La lengua de un niño? ¡El pueblo de Cubridge no se gobierna con lágrimas infantiles!

El líder lo fulminó con la mirada.
—Aquí no manda Cubridge. Aquí decidimos nosotros.

Los perseguidores comenzaron a protestar a gritos, acusando a la aldea de rebeldía, pero los aldeanos también levantaron la voz. La plaza se partió en dos: unos clamaban que acogieran a la familia, otros exigían que los entregaran antes de que la desgracia los alcanzara. El caos era total.

Reed miraba todo con el pecho ardiendo. Cada palabra de Parker lo atravesaba como hierro candente: orgullo y temor mezclados. Vio cómo los perseguidores se tensaban, listos para lanzarse de nuevo; vio cómo los aldeanos dudaban, partidos en mitades irreconciliables. Y entonces entendió que el momento de decidir había llegado.




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