Apenas estoy despertándome de un sueño muy extraño cuando oigo el agua cayendo desde la ducha y recuerdo que no estoy solo. Al final Triana ha conseguido lo que quería, colarse en mi cama. Me desperezo y recuerdo que anoche vino a la habitación del hotel en el que ambos nos alojamos en busca de alguien con quien charlar o eso dijo. Ambos sabemos qué es lo que quiere y ayer me encontró con la guardia baja. Puede ser muy persuasiva a la hora de conseguir lo que desea.
La puerta del baño se abre y sale envuelta en una toalla blanca de hotel. Me sonríe con satisfacción y se acerca de manera sensual. Cuando me besa en la mejilla aspiro su aroma. Huele a cítricos pero ese olor ya me es familiar y no me impresiona. Además, odio el limón.
- Llegamos tarde –me dice con picardía.
Miro el reloj del móvil y veo que son las doce del mediodía.
- No puede ser –vuelvo a mirarlo para cerciorarme de que estoy lo suficientemente despierto.
No puedo creer lo de esta chica. Calculo que su primo estará casándose en este preciso instante y a ella le da igual. Ni siquiera está arreglada como para salir pitando hacia la iglesia.
- Vístete –le digo muy serio. Me mira sorprendida-. Estás tardando. Si no estás en el vestíbulo en media hora me voy sin ti.
Entro en el baño escuchando sus quejas sobre mi aparente cambio de humor y mi falta de espíritu aventurero. Abro el grifo de la ducha y milagrosamente el agua amortigua sus palabras.
Repaso mentalmente eso que ha dicho acerca de mi espíritu aventurero o algo del estilo. Hago una mueca. Esa niña no tiene ni idea, ni de mi vida ni de lo que he vivido. Tiene un par de años más que yo pero es una mezcla entre adolescente y devora hombres. Ya conozco a esos dos tipos de mujeres y no me interesa lo suficiente como para ser amable. Probablemente apenas sepa la conmovedora historia que nos une a Kike y a mí, la que sabe la gente.
El agua continúa cayendo y me destensa los hombros. Me he dejado llevar esta noche. A saber qué pensará él de que llegue tarde al día de su boda. Me lo perdonará, por supuesto. Aceptará la excusa y me dirá que lo importante es que estoy. Lo que dudo que acepte es que haya pasado la noche con su prima, aunque eso no lo va a saber.
Media hora más tarde, Triana baja por la escalera que lleva a la recepción. Lleva un vestido rosa sin mangas muy por encima de las rodillas y su melena corta está algo despeinada de un modo más que estudiado. Estoy seguro de que Nora haría un informe exhaustivo de cada centímetro del vestido, del pliegue en la cintura o del tipo de tela. No pasaría nada por alto. Como la primera vez que coincidí con ella en una de mis visitas a España. Fue en una recepción de la clínica del padre de Kike. Todas las mujeres iban muy arregladas y Nora escaneaba a cada una de ellas. Para mí es solo un vestido muy corto. Enseña un cuerpo propio de veinteañera y lo que tapa, ya lo conozco.
Cuando se une a mí y busca mi brazo salgo de mis pensamientos y se lo tiendo. Si algo me dejó claro mi madre era que siempre debía ser educado y tratar a las mujeres con respeto. Y bueno, aunque lo cierto es que siempre lo he intentado mentiría si dijera que siempre lo cumplo.
Nos subimos a mi coche y pongo la radio no muy alta. Una canción de alguna bella voz italiana suena de fondo y nos ponemos en camino. He decidido ir directamente al lugar donde se celebra el banquete porque de lo contrario, me arriesgo a que apenas quede gente en la iglesia.
En algún momento mi mirada se posa en mi guapa acompañante. Aunque realmente no vamos juntos a la boda, ¿o sí? De cualquier manera sigo mirándola. Su mirada recorre los bellos paisajes de la Toscana. Está ensimismada en alguno de sus pensamientos. Nunca la había visto de esa forma. Siempre parece muy segura de sí misma y con su vida bajo control.
- Tri, ¿en qué piensas? –le digo suavemente.
- Estoy viendo el paisaje –me contesta.
- ¿Y qué es lo que te sugiere?
- En lo bonito que tiene que ser celebrar una boda aquí, rodeada de tus seres queridos –me sonríe amargamente-. Yo siempre he querido casarme por todo lo alto. Ya sabes, con muchos invitados importantes y en algún lugar lujoso y paradisíaco. Pero esto es otra cosa. Es mágico.
Sonrío. Parece que la chica dura también tiene su lado sensible. Asiento con la cabeza.
- Sí, supongo que es bonito y especial.
Suspiro. Pienso en mis padres. Ellos nunca se llegaron a casar pero se quisieron aún con las dificultades de su relación. Hay quien dice que el matrimonio es puro trámite. Otros, que es una atadura. Pero luego todos caen. Me imagino que hay que querer mucho a alguien o creerlo, al menos, para estar dispuesto a que en un principio sea para toda la vida.
Entre una cosa y otra el GPS nos avisa de que hemos llegado a nuestro destino. El parking está abarrotado de coches.
- Baja y ve entrando si quieres, voy a buscar donde aparcar.
- Puedo esperarte –replica.
- Con esos tacones no vas a poder andar mucho y menos, si hay barro o hierba por ahí.
- Está bien –dice de mala gana. Sale del coche y comienza a andar hacia la entrada.