Como el agua y el aceite

4G

Estoy buscando un sitio libre en el comedor abarrotado cuando diviso a Triana sentada en una mesa charlando animadamente con el resto de comensales. Veo que hay un sitio libre a su lado, así que me dirijo a su mesa cansado de dar vueltas. A fin de cuentas puede ser que hayamos asistido juntos al enlace y no sea casualidad que falte alguien a su lado. Los dos hemos llegado a la vez y no hemos asistido a la ceremonia. Prepararse para un posible interrogatorio sería lo mejor.

En la comida llevamos un rato hablando de la energía hidráulica. Da la casualidad de que en la mesa hay un ingeniero especializado en el campo y una ecologista. Ambos intentan que el resto entendamos su posición y termino por desconectar. No se han debido enterar de que hay temas que es preferible no tocar. La ideología política para evitar discusiones y el trabajo porque aburre al resto.

Miro alrededor y veo a numerosos grupos enfrascados en sus conversaciones. Mi mirada se posa de repente en la mesa Disneyland, todos los niños están conversando alegremente. La chica de antes, que no es tan niña, lleva las riendas de la conversación. Todos le miran atentos y cuando termina de contar algo todos estallan en carcajadas. Dudo que vea una imagen más feliz el día de hoy. Desearía ser un niño otra vez. Un niño feliz, envuelto en ropa elegante y comiendo filete con patatas riendo con los demás.

El pequeño que me ha quitado el sitio vuelve al regazo de la chica y esta lo acoge abiertamente. Ella también tiene las mejillas sonrosadas de tanto reír. Es la forma de la que lo mira la que me da un vuelco porque yo ya he visto esa ternura y felicidad en otra persona. Posa su mirada en mí y casi me hace partícipe de ese momento. Algo en mi interior me ahoga y se me nubla la mirada. La rabia y las lágrimas se me agolpan a partes iguales y sé que lo que necesito es llorar pero no puedo ni quiero. Me levanto sobresaltado de la mesa.

- Gonzalo –me llama Triana–, ¿estás bien? ¿Necesitas algo? –se preocupa.

- Tengo que salir de aquí –musito.

- Te acompaño al baño –dice susurrando–, si quieres.

- No es necesario, dame unos minutos.

- Claro –asiente.

Salgo a todo correr de la carpa y por fin respiro aire puro. El aire de finales de Agosto todavía es cálido pero me reconforta.

- Gon, tío, ¿qué es lo que ocurre?

Kike está detrás de mí y me pone la mano en el hombro. Intento ser fuerte y reprimir, ahora sí, las ganas de llorar. Ya apenas recuerdo la última vez que eso sucedió.

- Has salido pitando con una cara horrible. ¿Han dicho algo que te haya ofendido? ¿Ha sido Triana?

Me gustaría decirle que no es nada de eso. Todos han sido cordiales y nadie ha preguntado nada fuera de lugar. En cuanto a Triana, es caprichosa pero no haría daño a una mosca. Miro a este hombre a los ojos y recuerdo la de veces que ha hecho de hermano mayor desde que nos conocimos y todas las veces que ha sido fuerte por mí y me digo a mí mismo que hoy es su día. Hoy, yo seré fuerte por él.

- Necesito ir un segundo al baño, ya casi estoy bien –le digo intentando convencerle–. A veces hasta los duros tenemos bajones –intento bromear.

- De acuerdo –responde no demasiado convencido–. Según entras en la villa, la primera puerta de la derecha.

- ¿Qué?

- Los baños están dentro de la casa.

- Ah claro, gracias.

Me dirijo al baño de hombres y me lavo la cara. Dios mío, se me ha ido de las manos. He perdido el control de mí mismo. He recordado aquella tarde, esa forma de mirar y de pronto todo me ha parecido escombros, fuego y miedo.

Alguien llama a la puerta. Me miro en el espejo y me digo que ya estoy listo. Cuando llegue a la mesa me disculpo y arreglado.

Abro la puerta y esa mirada me penetra de nuevo. Esta vez su expresión es preocupada y sus mejillas carecen del color rosáceo de antes. Hace ademán de hablar pero no dice nada y aprieta los labios.

- Hola –acabo diciendo yo.

Silencio.

- Eh, hola soy Allegra –se aclara la garganta–. Allegra Marcos.

- Gonzalo Santo Domingo, encantado.

- Si, igualmente –asiente–. Quería saber si estabas bien –dice por fin.

Me pilla por sorpresa. La hermana de Nora viene a ver cómo estoy después de haber estado a punto de hacerme perder el control.

- Estoy bien, ha sido un momento nada más. Me he puesto mal.

- Ya.

Ella tampoco está convencida. Si Kike me caza al vuelo bueno, pero ella no me conoce o eso creo.

- A decir verdad –continúa más segura–, no suelo causar esta reacción ante la gente.

- ¿Perdona? –no me esfuerzo en disimular mi asombro.

- Sí, estabas mirándome casi con una sonrisa y al segundo entraste en pánico.

- Eso no es verdad.

- Ya lo creo que sí –afirma.

Está prácticamente desafiándome y no es algo muy común en las chicas que he conocido últimamente.

- Bueno, me alegra saber que todo está en su sitio. Un placer.

- Hasta la próxima –le digo.

"Ojos de miel" sale por la puerta pero su olor vainilla ha inundado el baño y hasta el último de mis sentidos.



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En el texto hay: juvenil, drama, amor

Editado: 28.10.2020

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