Miro las paredes blancas e impolutas, sé que en cuanto se familiarice y adorne la sala a su gusto este sitio dejará de ser tétrico y triste. Me siento en la cama y la observo mientras duerme. Admiro su belleza y la serenidad que me transmite aun estando rodeada de tubos. Sus manos están a cada lado de su cuerpo y veo que lleva la pulsera que le regalé, hecha de tela y colgantitos con cascabeles. Algún día, cuando esa parte de su cuerpo se paralice dejarán de sonar. Me paso las manos por la nuca y me quito ese pensamiento de la cabeza. No sé cómo me he permitido pensarlo si quiera porque eso no va a pasar. Me aferro a ella y le despierto. Me mira somnolienta y con el ceño fruncido, aunque al cabo de un segundo se da cuenta que soy yo y relaja la expresión hasta mostrar una sonrisa. Le beso en la frente y me tiende la mano. Entrelazamos los dedos y por primera vez me dan ganas de rezar para que este momento dure para siempre. Porque si algo necesito ahora es fe, en algo o en alguien, no lo sé. Lo único que sé es que no quiero vivir sin ella. Sus dedos se aflojan y sé que se ha vuelto a dormir gracias a la medicación esa que le suaviza el dolor. Ojalá yo pudiera hacerlo desaparecer. Le arropo y salgo por la puerta.
Conduzco a toda prisa, Nora me dijo que Allegra salía a la hora de comer y piso el acelerador como si me fuera la vida en ello. Voy sobrado de tiempo, lo sé, pero quizás de esta forma siento que yo soy más rápido que los problemas que me persiguen.
Llego a la puerta del colegio y me sobra tiempo. Miro el móvil y no sé si hacer esa llamada. Estoy muerto de miedo pero lo tengo que hacer, por ella, porque tal vez rezar no va a ser suficiente.
Cuando estoy a punto de colgar veo a Allegra saliendo por la puerta del colegio con dos chicos y mi cabeza se centra en analizar esa situación. Es normal que hagan caso a una chica como ella. Es guapa y su personalidad no te deja indiferente. Lo mismo te habla seria, que te vacila, que se preocupa por ti. Se despide de los chicos y viene hacia el coche sonriendo, sé que va a ser una buena tarde.
- Buenas –entra en el coche–. Se agradece esto del chófer. Tal vez tenga que hacer caso a Nora más de vez en cuando.
Me mira esperando una respuesta. Algo con lo que siga la broma y vivamos un momento de tira y afloja. Decido no darle el gusto y miro hacia adelante. El rabillo del ojo me dice que su expresión ha cambiado.
- ¿Quieres parar a por algo de comer? –pruebo a preguntar.
No contesta, ni se inmuta. Entonces me río.
- Es tan fácil provocarte.
- ¿Y por qué quieres provocarme?
- Porque me gusta comprobar que no siempre tienes todo bajo control y que puedo hacer que seas espontánea.
- ¿Espontánea? Sí, me parece que estoy hablando por los codos.
- Lo estás siendo créeme. Creías que ibas a tener la sartén por el mango y he acabado teniéndola yo. Encima no has reprimido tu frustración.
- Sí quiero –me dice firme.
- ¿Vas tan rápido con todos tus novios?
- Sí quiero comer algo.
- Eso sí te lo puedo conceder. ¿Qué tal el día? –intento que la situación sea menos tensa.
- Bien, la primera semana siempre es dura y por cierto, ayer no apareciste, ni a buscarme ni a ayudar en la casa –reprocha.
Voy a acabar sacando la chica dulce, lo juro. A quitar esta fachada de dura sin sentimientos que se ha creado y que solo he atravesado una vez desde que la conozco.
- Lo siento, me lié con algunos planes.
- ¿Comprando lápices de colores para la vuelta al cole?
Le miro incrédulo, ha pasado de un modo a otro en cuestión de segundos. Su sonrisa perfecta muestra todos sus dientes y sus labios carnosos me lanzan un beso al aire. Si ya es difícil conocerle que alguien se imagine entenderle.
Hacemos lo mismo el resto de los días y cada día va a mejor. Sustituimos los piques por bromas y hablamos de muchos temas distintos. Descubro que le gusta la fotografía y que una vez le ofrecieron posar para una marca de ropa. Sorprendentemente dijo que no. Me dijo que ya me diría en adelante por qué si ve que soy de confianza. Odia el fútbol pero es una fan incondicional del boxeo. Y así entre tarde y tarde, entre brochas, tornillos y baños en la piscina vamos conociéndonos. Sabiendo y forjando a saber qué sin saber cómo pero a gusto.
- Venga ya, ¿con tres a la vez? No puedes ser peor como hombre.
- Tenía quince años –digo avergonzado.
- ¿Y ellas?
- Mayores.
Niega con la cabeza sin poder creérselo. Hemos acabado hablando de cosas muy privadas y no sé si quiero que ella sepa esta parte de mi vida.
- Pues ya puedes ser mujeriego porque como carpintero no sirves.
Está sentada a mi lado en el suelo. Está despeinada y la trenza le cae por la espalda, dejando algunos mechones en la cara y vuelve a tener las mejillas sonrosadas por el calor. Mira las instrucciones de una mesilla de noche. Por un lado, por el otro, y de todas las formas posibles pero sigue sin saber cómo montarlo y yo he desistido hace ya un rato. De repente aparecen Nora y Kike.
- ¿Qué haces aún aquí? Son casi las nueve y tienes que estudiar para ese examen del lunes. Mamá me va a matar –dice Nora nerviosa.
- Estamos a viernes y estoy cansada –replica.
- ¿De qué es el examen? –pregunta Kike.
- Química del curso pasado, la odio con todas mis fuerzas.
- Gonzalo puede ayudarte –apunta–. Sus notas eran magníficas y recuerdo que esas cosas le encantaban.
¿Cómo? Veo que todas las miradas vienen hacia mí. Algunas con más deseo que otras. Ale me mira incrédula y no sé si quiere que diga que sí o que no.
- Hombre, no sé qué decir –eso es lo que me atrevo a contestar.
- Tío, eras muy bueno, además te enfadaste porque no ibas a tener trabajo este año. Ya lo tienes porque dudo que encontréis a alguien para que le ayude de aquí al lunes –dice dirigiéndose a Nora y Allegra.