Francis:
—Amor el disfraz—me recuerda mi esposa antes de bajar del auto.
—Esto es...
—Es entretenido, felicitaré a la señora Wilson por ser tan ocurrente.
—Sí, es bueno que hagas amistad con ella, así será más fácil que se apegue a las reglas y no se entrometa en las decisiones importantes de la empresa. —respondo abriendo la puerta y mi esposa me toca el hombro entregándome mi disfraz y sostengo la máscara de color oscuro mientras ella se pone su máscara azul y sale del auto entusiasmada.
—Hasta que al fin apareces—dice Fred al verme acercarme.
—Iré a saludar a unas amigas—exclama mi esposa alejándose de allí.
—Que estupidez—protesto—¿Por qué no hacer una cena normal? Esto es una estupidez, mira a todos que tontos se ven. ¿Para qué una fiesta tan estúpida y pasada?
—Me parece original, algo distinta y hay unas chicas preciosas...
—Vine con Marlen, sabes lo pegamentosa que es—alego.
—Hermano, sabes algo, siempre he tenido dudas de por qué te casaste con una mujer cómo Mailen. No combina para nada contigo.
—Cosas de la vida—respondo tomando una copa de las que están repartiendo y bebiendo con ansias.
—No es tu tipo, no es que no sea bonita, pero se nota de lejos que no la quieres ni un poquito.
—Mailen—pronuncio dirigiendo mi vista hacia ella—me dio su lealtad.
—Hermano le has sido infiel millones de veces.
—No lo entenderías, además, no me gusta hablar de mis parejas y lo sabes—digo bebiendo más de la copa —esperaré 10 minutos y me voy, no me quedaré a ver como termina esta estupidez. El codo de mi brazo es chocado por mi hermano intencionalmente con el objetivo de que fije mi vista en la espléndida figura que viene bajando las escaleras. Mi vista se pierde en la preciosa mujer que baja con delicadeza, un vestido rojo cereza ajustado a su perfecto cuerpo como el cual nunca había visto uno y unos enormes tacones que la hacen parecer una reina, sostiene con la mano que no sujeta el pasamano de las escaleras su máscara roja y lleva el pelo suelto, color rojo también. Tres escalones antes de llegar abajo se detiene, su vista recorre brevemente a todos los invitados y luego se queda fija en mí, una pícara y tierna sonrisa se dibuja en su rostro.
—¿Quién es ella? —balbuceo en voz baja cuestionando a mi hermano que obviamente también ha quedado embobecido con la chica.
—Un ángel... o una diablita traviesa—responde y lo miro con fijeza y seriedad.
—No la conozco—disimula bebiendo un trago de su copa mientras no le quito los ojos de encima y por alguna extraña razón me parece que está caminando hacia mí.
—Amor—interrumpe Mailen mi vista colocándose justo en frente de mí, mis ojos no le prestan atención y se pasean nuevamente por todos lados buscando a la desconocida.
—Francis—recalca acariciando mi rostro con la mano y haciendo que le prestes atención—ven conmigo quiero que conozcas a alguien.
—Me duele la cabeza, no estoy para presentaciones formales.
—Si deseas nos podemos ir, después de todo no querías venir. —agrega mientras mis ojos no paran de buscar a la chica de antes, soy un tanto mujeriego, sería el colmo negarlo, pero nunca me había desconcertado tanto por una mujer desde el primer instante.
—¡No! —exclamo y me mira asombrada cuestionándome con su mirada.
—Estoy bien—recalco logrando ubicar de nuevo a la chica de antes que cuando sube el segundo escalón me mira por encima del hombro y sonríe. Tengo que saber quién es.
—Tengo que ir al baño—le digo a mi esposa y subo las escaleras bastante rápido, miro por todos lados y no la veo, entonces puedo percibir que al final del pasillo hay una terraza y voy hacia allí. Miro por todos lados pero no esta.
—Diablos—reclamo aflojándome un poco el nudo de la corbata y enciendo un cigarrillo mientras miro hacia afuera. Unos pasos tras de mí hacen que me voltee a mirar, es ella de nuevo, está allí, se para en el balcón a mirar hacia afuera. Mis ojos se quedan fijos en ella que al sentir mi mirada sobre ella fija su vista en mí.
—Llevo rato observándote en la fiesta—me atrevo a comentar quitándome mi máscara y esperando que ella haga lo mismo para ver su rostro. Ella solo sonríe.
—Francis Lacroust mucho gusto—pronuncio extendiendo la mano y ella me da su mano con delicadeza mirándome directo a los ojos antes de apartarla.
—Mucho gusto, señor Lacroust—responde y su voz también es bastante agradable.
—No sé por qué tengo la sensación de que nos conocemos de antes y me gustaría saber cómo te llamas.
—Quizás si nos conocemos...de otra vida—pronuncia acercando sus labios a mi oído y no puedo evitar que su cercanía me haga sentir excitado.
—Conque misteriosa.
—Ese es el tema de la fiesta ¿no lo cree? —pregunta.
—No me agradan este tipo de fiestas, solo vine por trabajo—termino diciendo y ella sonríe.
—No creo que este sea el lugar más propicio para trabajar. —opina con coqueteo.
—Vine solo para conocer a la nueva copropietaria de mi empresa—respondo soltando un suspiro.
—Debe ser muy interesante para usted pues vino apesar de no gustarle este tipo de eventos.
—Solo es una vieja materialista capaz de todo por el dinero. —exclamo y ella sonríe.
—¿Y usted no es también así? he leído muchas noticias sobre usted señor Lacroust.
—Parece que ya sabe mucho de mí y yo aún ni siquiera sé cómo se llama—respondo y ella sonríe.
—Me debo ir ya—dice volteándose y sujeto con delicadeza su brazo mientras su mirada asombrada se queda en mi mano que rueda por su brazo hasta llegar a su mano entregándole mi tarjetade contacto.
—Llámame, me gustaría invitarla a cenar algún díame atrevo a decirle.
—Puede que sí—responde alejándose mientras mira mi tarjeta y regreso hasta donde está mi esposa.
—Ahora la organizadora de esta fiesta quiere decir unas palabras—dice un presentador atrapando la atención de todos los invitados y la chica de antes comienza a bajar las escaleras con un micrófono en la mano. Esto es demasiado raro porque escuché que la organizadora de la fiesta era la viuda del señor Wilson y esta chica linda no puede haber sido la esposa de ese anciano. Debe ser hija de la viuda o algo así.
—Todos hemos llevado máscara algunas veces—pronuncia y todos le prestan atención—algunos para ser aceptados y otros solo para ocultar quienes son en realidad. Pero llega un momento en la vida en que nos toca mostrarnos tal y como somos—dice dejando caer su máscara al suelo y su rostro es aún más hermoso que su cuerpo, tierno e inocente—Ahora me gustaría que todos se quitaran sus disfraces—dice mientras todo el mundo engatusado por su belleza y por su dulzura se quitan sus máscaras—he logrado hoy verles sus rostros, pero algún día espero verles sin máscara, pues a partir de ahora la vida de muchos de ustedes y la mía estará relacionada. Como viuda del señor Tom Wilson he venido a honrar su memoria y trabajar arduamente en la compañía de la que tan orgulloso se sentía. Para los que aún no me conocen mi nombre es Amber Wilson.