Acompañar a Lisa a la fiesta de uno de sus compañeros de trabajo, no me pareció una idea tan mala, hasta llegar al lugar.
Al parecer el término <tranquilo> es algo muy diferente para ella, de lo que es para mí. Me convenció diciendo que era algo de esa índole, pero resulta que no, que ya están todos borrachos y haciendo locuras cual adolescentes.
Lisa nota que la fulmino con la mirada, que estoy pensando todos los insultos que nunca digo en voz alta, y ella me sonríe simpática, angelical, para luego abrazarme.
—Si te decía que era una fiesta de este tipo, sabía que no vendrías, y no quería venir sola —me dice al oído.
—Podría dejarte aquí mismo, ahora.
Me sonríe. Ambas sabemos que eso no va a pasar, que no soy capaz de dejarla sola en ninguna circunstancia, y mucho menos en un lugar como este.
Pero pese a eso, estoy muy molesta por su engaño. Podría estar en casa, tranquila, bebiendo un té verde, en pijama, leyendo el libro de filosofía que tanto me está interesando. Pero no, estoy aquí, rodeada de desconocidos, con una fea música de fondo, ¿esto se escucha hoy en día? ¡Madre mía!
—¿Quieres algo para beber? —me pregunta Lisa por encima de la música.
—No.
Mi mejor amiga suspira, y coloca sus brazos cómo jarras.
—No estés enojada conmigo.
—Me has engañado —me cruzo de brazos—. Por supuesto que estoy enojada contigo.
—Pero me sigues queriendo.
—El cariño no cuenta en el enojo.
—Claro que sí, porque si no contara, ya te hubieras ido.
—Sí… estoy a tiempo, ¿sabes?
Lisa me vuelve a sonreír como lo hizo anteriormente.
—¿Una cerveza para relajarnos? —me pregunta.
Suspiro. ¿Qué más da? Ya estoy aquí.
Asiento a su pregunta, y tras su festejo, se dirige hacia la cocina, topándose con algunos de sus compañeros de trabajo en el camino.
Lisa es mi mejor amiga desde siempre, literalmente desde bebés.
Nuestras madres fueron, y son, mejores amigas desde el instituto. Es por eso que nos conocemos desde toda la vida, y tenemos tanta buena química pese a nuestras grandes diferencias.
Mientras que Lisa prefiere las fiestas, claramente prefiero estar en pijama. Y esto es algo que nos acompaña desde los quince años, cuando a ella le picó el bichito de las fiestas. Incluso llegué a escaparme y mentir para acompañarla, por suerte nada malo nunca nos pasó, y mi madre nunca se enteró de mis engaños.
A Lisa no le gustan los libros, y yo me los devoró cuando me interesan. A Lisa le aburren las series, les cuesta seguirlas, prefiere las películas. Yo amo ver series, mi favorita en estos momentos es This is us.
Lisa prefiere las películas cursis de romance, con finales predecibles, mientras que a mí me encanta el misterio.
Y mientras que Lisa prefiere la belleza indiscutible de Chris Evans, yo me quedo con Mark Ruffalo. Ella nunca entendió mi gusto por él, pero aún así lo amo con locura.
Lisa vuelve con dos vasos rojos llenos de cerveza, me entrega uno, y tras un brindis diciendo que soy la mejor amiga de todo el mundo, bebemos del sabor amargo que para nada me disgusta. A decir verdad, es lo único que tolero si de alcohol se trata.
Los ojos de mi amiga recorren el lugar, pero no como si estuviera viendo como todos se divierten, sino que parece estar buscando a alguien.
—¿Dónde está Wally? —le pregunto, bromeando.
—Se llama Carl —me responde sin dejar de estudiar el lugar—. Es el hermano de Billy.
Billy es el dueño de la casa, el anfitrión de la fiesta, el encargado de turno en la empresa para la que trabaja Lisa.
—Hemos estado hablando por Instagram —me sigue contando—. Me agrada.
Una sonrisa se plasma en su rostro, y si no fuera por la oscuridad del lugar, seguro que la notaría ruborizada.
—Y allí está —agrega y me señala de forma sutil. Sigo el camino que me indica, y veo a un chico alto, delgado y de cabello rizado que la mira fijamente.
—¿Quieres ir? —Lisa me mira—. Estaré bien, en serio.
—Sólo será un rato, ¿si? —sonríe y peina su cabello rubio y corto.
—Tranquila, tomate tu tiempo. Estaré bien.
Lisa me abraza y me susurra, nuevamente, que soy la mejor amiga de todo el mundo, y luego se dirige en dirección a donde está Carl.
Cuando llega a su encuentro, bastan unos dos minutos, para que mi mejor amiga se ría. Eso es bueno. Espero que no termine siendo un idiota, porque Lisa tiene una fuerte atracción hacia ellos. Ojalá Carl sea una excepción.
Termino de beber cerveza, me sirvo otro poco, salgo de la casa, y me dirijo al patio, que por cierto es grande y hermoso.
Lamentablemente está lloviendo, porque sino la gran mayoría de los invitados estaría afuera. Y digo que es lamentable para ellos, porque yo estoy disfrutando del sonido de la lluvia, y de la leve brisa.
Me apoyo en una de las columnas del pórtico, y cuando unas pequeñas gotas chocan contra mi rostro, sonrío. Esto es vida.
Mientras esté aquí, supongo que no la pasaré mal. Aunque no soy la única, hay unos tres chicos sentados en el suelo, manteniendo una plática entretenida. Y también hay una pareja, disfrutando del momento romántico que permite la lluvia.
Aquí afuera estamos bien, tranquilos, mientras que los que siguen dentro están gritando, bailando, y riendo con exageración. Prefiero esto, mil veces.
Alguien sale de la casa, un chico, y se apoya en la columna que está junto a la mía. Por el rabillo del ojo, veo que se cruza de brazos, y que al parecer, está mirando en mi dirección.
Cuando me armo de valor, y lo miro, sus ojos se encuentran en el patio de la casa, para luego observar el cielo nocturno.
—A mí también me rompieron el corazón una noche de lluvia —dice, y me mira. Con su cabeza señala a la pareja que vi antes, la cual se encuentra en la punta del pórtico.