Como estrella fugaz

CAPÍTULO 3: EL CANAL DE STEVEN.

 

Daniel me está enseñando la portada que diseñó para Randy. La verdad que es muy bonita, hay mucho trabajo en ella, pero es cierto que no representa a la historia. Así que entiendo los pedidos de Randy.

—No está mal, Daniel. Es un trabajo muy hermoso, en serio —digo, mientras continúo analizando sus detalles.

—Pero no representa la historia —niego con la cabeza y suspira—. ¿Debo empezar de cero?

—Quizá con el fondo, y los detalles. La letra me gusta.

—Es lo único que le gustó a Stewart, ¿puedes decirme qué debo hacer?

Asiento, para luego pasar a explicar brevemente la historia de Randy. Contando los detalles que le pueden ser útiles para un nuevo diseño. Dándole sugerencias, consejos, y demás.

Daniel anota todo, prestando atención a todo lo que digo, y de seguro imaginando una nueva portada en su mente.

—Vaya, estuve muy errado en el diseño. Ahora no odio a Stewart.

Me río y me pongo de pie para dejar que se siente en su lugar, y así yo tomar el mío para continuar con mi trabajo.

—Estoy segura de que saldrá algo mucho mejor. Luego me pasas el boceto, ¿de acuerdo?

—Claro —Daniel se sienta, y enseguida se pone a trabajar en el nuevo diseño. Por lo que decido dejarlo tranquilo, sumergido en su trabajo.

Me encierro en mi despacho, me coloco los lentes, y comienzo a leer el manuscrito desde donde lo dejé. 

Realizo la debida corrección, anoto comentarios que el autor deberá responderme, y sigo leyendo, metiéndome en la historia. 

Y cuanto más lo hago, más siento la imperiosa necesidad de ponerme más cómoda. Por lo que me descalzo, me hago una coleta alta, despeinada, y así, como si estuviera en mi casa, sigo leyendo.

Amo mi trabajo.





 

Llega la hora del almuerzo, del break, y quisiera seguir leyendo, pero mis ojos me piden una pausa. Además, no quiero tener un posible dolor de cabeza por el abuso de la lectura. 

Decido almorzar en el parque cercano a la editorial, debido a que necesito un poco de aire fresco. Así que luego de comprar mi sándwich de pollo, me dirijo hacia allí, dispuesta a sentarme bajo los hermosos rayos de sol.

Al conseguir mi lugar, me coloco los auriculares, y pongo una playlist de James Bay. Mientras almuerzo, controlo mi agenda del día de hoy. No quiero que nada se me pase por alto, y menos mal que me fijé, porque ya estaba olvidando la visita al ginecólogo.

Observo los días de mi agenda, y suspiro. Realmente rara vez encuentro un tiempo libre, pero lo cierto es que no me incomoda ni me afecta. Me gusta mantenerme ocupada, a un mismo ritmo movido. 

La gente no me entiende, suelen decirme que me dé un respiro, que pare un poco. Pero yo no quiero parar, además, rara vez me siento cansada. Entonces, ¿por qué debería parar? No quiero, no lo necesito. Mientras mi mente y mi cuerpo se mantengan ocupados, estaré bien.

En algún momento, ya desperdicié mucho tiempo de mi vida, y la pasé mal, sufrí mucho. Y no quiero eso para mí, quizá por eso decido mantenerme más ocupada que desocupada, sin darle lugar a cosas o personas que me puedan distraer más de lo debido. Es como mi escudo.

Mi terapeuta dice que no está mal, pero que debería poner una pausa en algún momento, y relajarme. Ahora me estoy relajando mientras almuerzo, no necesito algo más. 

Dejo la agenda de lado, y continúo con mi almuerzo, disfrutando de su increíble sabor, y de la música que me acompaña.

Tengo mis pequeños momentos de disfrute, por más que nadie lo note, o me exijan más. Esos momentos son cuando estoy mirando una serie, una película, leyendo un libro que no debo corregir, o bien disfrutando de la música de un artista que me gusta.

Funciono ocupada, o no funciono, la verdad que es así. Me acostumbré tanto a estar ocupada, que simplemente no me imagino lejos de actividades. 

Volviendo a la parte donde desperdicié mucho tiempo alguna vez, y sufrí. Fue con mi ex pareja, la única en toda mi vida. Duramos tres años, y fueron muy intensos para mí, y ni hablar de la ruptura, sentí que moría. Pero luego comprendí, que él nunca fue bueno para mí.

West Connor fue un antes y un después en mi vida. Hoy ya no reconozco a la chica que fui con él, soy otra, una totalmente diferente.

A West le dí todo mi amor, y más, si eso era posible. Era capaz de ir al fin del mundo con él. Le dí todo mi corazón, entero, con todas las partes sólo para él. Pero, la realidad que todos veían y yo no, era que West no sentía tanto como yo lo hacía.

Siempre justifique sus reacciones conmigo: está cansado, tiene mucho trabajo encima, la universidad está acabando con él, tuvo un mal día. Llegué a normalizar ser el frasco donde él depositaba todo su malestar, y enojo. 

Incluso, una vez me empujó por algo que le dije. Hasta eso fui capaz de normalizar, diciendo que tenía razón en hacerlo, que había dicho algo que no era correcto.

Hubo otra cosa que normalice, que al momento no me di cuenta de la gravedad. Una vez, llegó en un total estado de ebriedad. Esa noche, quiso tener sexo conmigo, pero yo no quería, estaba cansada después de un largo día de estudio y sólo quería dormir. 

West se enojó conmigo por mi rechazo, comenzó a llamarme de mil maneras horribles, empezó a creer que había otro que satisfacía mis necesidades sexuales. Y obviando todo mi discurso, todos mis reiterados “no”, simplemente me acomodó a su gusto y tuvo sexo conmigo. 

Mientras él gozaba, yo me quedaba quieta, intentando comprender qué estaba pasando. Algunas personas creen que por estar en pareja, debes tener sexo sin queja alguna, y en ese momento, les creí. Creí que su actitud conmigo fue normal, que me merecía su sexo bruto por haberme negado. 

Una tarde, entre risas se lo conté a Lisa, pero cuando terminé mi relato, mi mejor amiga no se estaba riendo. “Lo que hizo West, fue abuso Gia” me dijo, y yo me enojé un poco con ella. Luego comprendí, y dolió como la mierda.



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En el texto hay: musica, amor, vida

Editado: 24.09.2020

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