Como estrella fugaz

CAPÍTULO 20: LA BURBUJA Y EL INSULTO.

Finalmente el sábado se presenta, y por lo tanto, mi salida con Steven se aproxima.

Esta semana fue demasiado pesada, con mucho trabajo encima, mucho estrés, mucho de todo, y por demás.

Me siento cansada, pero de cierta manera, me queda un poco de energía para pasar el día con Steven. Y eso habla mucho de él, de lo que me hace sentir.

El móvil no deja de sonar mientras espero por su llegada. El grupo de la editorial me está volviendo loca. Estamos todos tan al tope con las nuevas medidas de la editorial, que el descanso parece no formar parte de nuestro vocabulario.

Hasta que Randall alza la voz en el grupo, nos pide que nos detengamos, que nos demos un respiro, que lo necesitamos luego de esta larga semana. Nos pide que no hablemos más, no hasta el lunes, y nos pide también que empecemos la semana con otros ánimos, en lo posible

Y luego de eso, el grupo se queda en silencio. Menos mal, me iba a sentir culpable de apagar el móvil para escaparme un poco de todo.

Suena el timbre, me pongo de pie, y cuando veo a Steven por la mirilla, mi cuerpo reacciona, se relaja.

Al abrir la puerta, la sonrisa más hermosa del mundo se presenta frente a mí, sólo que a los pocos segundos se apaga.

—¿Te sientes bien? —pregunta. Al parecer, mis ojeras no se ocultaron lo suficiente con el maquillaje.

—Ha sido una semana larga, eso es todo —sonrío. Steve duda.

—Gia, si quieres quedarte y descansar, lo entenderé.

Vuelvo a sonreír, me acerco a él y lo abrazó.

—Quiero descansar, eso es cierto. Pero no quiero hacerlo sola, quiero estar contigo.

Steven me rodea con sus brazos, apoya su cabeza sobre la mía y suspira

—¿Aunque eso requiere un poco de caminata? —lo observo en busca de más información—. Sólo un poco, una vez que lleguemos a destino, verás que es un hermoso lugar para descansar. ¿Confías en mí?

Sonrío.

—Por supuesto, vayamos a ese lugar hermoso.

Vamos en mi auto, pero el que maneja es Steven. Y una vez que emprendemos viaje, en vez de escuchar música, nos divertimos con los típicos juegos de carretera.

Por un momento volví a mi infancia, y a cuando mi padre me ganaba, se burlaba de mí por eso, y mi madre lo regañaba por ponerse a la altura de una niña de cinco años. Luego de eso, me dejó ganar unas cuantas veces.

Al terminar los juegos, enciendo el estereo y localizo una radio que está pasando música retro. Me enloquezco cuando suena Dancing queen, le subo el volumen y canto como si no hubiera un mañana. Steven se ríe y me acompaña en los coros.

Por supuesto que necesitaba de un descanso con Steven Fry. Su sola presencia es todo lo que necesito para que mi mundo y sus respectivas cosas se pongan en pausa.

Hasta que llegamos a destino. Steven deja el auto en la entrada del bosque Fawerd. Recuerdo que vine, hace bastante tiempo, con Lisa, pero no nos adentramos mucho debido a que empezamos a imaginar cosas, entre ellas, lo que sería si alguien parecido a Jason nos correría. Nuestra mente nos asustó, y nos fuimos a casa a ver una maratón de Friends.

—¿Sabes lo que haces? —le pregunto—. Es decir, ¿no nos vamos a perder?

Sonríe y niega con la cabeza.

—No. Conozco el camino al lugar a donde vamos, lo prometo.

Me extiende la mano, y la entrelazo con la mía. Nos adentramos al bosque, a la naturaleza, dejando atrás los ruidos de la ciudad para pasar a la tranquilidad del canto de los pájaros.

Steven no me suelta la mano en ningún momento, y me ayuda con algunas partes del camino donde se me complica continuar. Cosa que a él no lo sucede, al parecer es cierto que conoce el camino.

No hace falta hablar, con el tacto del otro es suficiente. O al menos eso siento. Y su rostro tranquilo, me hace entender que para él también lo es.

Sólo los ruidos de la naturaleza nos acompañan, y eso es todo lo que necesitamos. O es todo lo que necesito luego de una semana cargada de mucho ruido.

Steven detiene sus pasos y me mira.

—Llegamos —dice.

Observo a nuestro alrededor, y noto los hermosos colores que se suman al verde. Las flores que lo acompañan hacen de este lugar algo hermoso para recrear. Si es que ya no lo hicieron, y nunca me enteré.

La luz del sol se impregna de forma perfecta entre los árboles, y les da a las flores lo suficiente para que sigan creciendo de forma maravillosa.

Y ahora, al sonido de los pájaros, se le suma el de la cascada que sé que está cerca de donde estamos. Si la misma se encontrara ubicada en este mismo sector, todo sería tan perfecto que parecería irreal.

Steven se sienta sobre un tronco caído, así que me siento a su lado, sin dejar de observar el hermoso paisaje que tengo frente a mí.

El sonido que hace la cámara del móvil cuando sacas una foto, me saca de contexto y observo que Steven le sonríe a la pantalla de su aparato.

—Dime que le has sacado una foto al paisaje, y no a mí —le digo.

—Eres parte del paisaje.

Me muestra la fotografía que sacó, donde estoy yo mirando hacia las flores, con una sonrisa pacífica en el rostro. Justo el enfoque que tuvo, es del perfil que no me gusta de mí, pero tal cosa no me produce rechazo. Es más, me gusta, por lo que sonrío al verme y Steven me responde de la misma forma.

—Que genial el filtro de la naturaleza, ¿cierto? —comenta.

—Muy cierto —inhalo todo el aire posible. Respiro la tranquilidad que me rodea, y mi corazón late a ese mismo ritmo.

Mis ojos caen en Steven, quien me observa para luego sonreírme.

—Eres hermosa, Gia.

—Tú eres hermoso.

Nos sonreímos. Me acerco a él y apoyó mi cabeza sobre su hombro. Steven entrelaza su mano con la mía, y cuando el aroma de su colonia llega a mi nariz, sé con total exactitud que no necesito más nada. Tengo todo aquí, o al menos todo lo que necesito hoy, ahora.



#29262 en Novela romántica
#3099 en Novela contemporánea

En el texto hay: musica, amor, vida

Editado: 24.09.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.