Capítulo 9
Elsa y Catherine salieron del bosque y se dirigieron de vuelta a Arendelle, sería un viaje largo sin Nokk, pero Elsa no quería arriesgarse a que las personas lo vieran, ya había sido un riesgo ir montada en él cuando acompaño a la joven a su laboratorio, sin embargo, sí le pidió ayuda para que las llevara a las orillas del boque, una vez que los árboles empezaron a verse con menor frecuencia, la platinada decidió que era hora de bajar y continuar a pie.
- Desde aquí Arendelle no está tan lejos, podemos seguir caminando, pero primero tal vez debería cambiarme de ropa. –Dijo Elsa mirando su vestido.
- ¿Por qué? –Aunque Catherine estaba escuchando, parecía más concentrada en calcular la distancia que iban a recorrer.
- ¿No te parece que este vestuario podría llamar mucho la atención? –Al escuchar esa pregunta, la joven volteó a ver a su acompañante.
- De lo que estoy segura es que no podrás moverte con mucha libertad con eso, ni siquiera comprendo cómo te puedes mover tan fácilmente en el bosque con un vestido así, asumiré que es por la magia. –Dijo Catherine, un poco pensativa.
- Puedo crear otra ropa con mi magia, me… parece haber visto algunas de las nuevas ropas que usan. –Dijo Elsa tratando de recordar esos atuendos.
- Vamos a caminar mucho, te sugiero tenis y unos jeans, y tal vez una camisa de manga corta, hace calor -Catherine volvió a dar un rápido vistazo hacia Arendelle, esperando que Elsa creara la ropa, pero cuando volteó a mirarla, la vio vestida igual, pero con una mirada confusa-, no tienes idea de qué acabo de decir ¿Verdad? –Dijo.
- No. –Dijo Elsa.
- ¿Y si sólo imitas mi ropa? Es adecuada para recorrer largas distancias y me da total movilidad para realizar mis investigaciones en casi cualquier terreno, pero hagas una bata de laboratorio. –Dijo Catherine apuntándole a la bata blanca que siempre llevaba.
- Eh… de acuerdo, pero quisiera cambiar el color de algunas cosas ¿No te importa? –Dijo Elsa mirando con atención lo que la chica vestía.
- ¿El color es importante? –Preguntó Catherine.
- Dejando fuera tu bata, todo lo que usas es negro, tu camisa, pantalones, y esos… ¿Tenis? En lo personal prefiero el azul o el blanco. –Dijo Elsa.
- Yo siempre he vestido así, pero claro, puedes cambiar el color para tu ropa si quieres. –Dijo Catherine.
- Bien. –La platinada volvió a mirar la ropa de la joven y empezó a crear la suya.
Elsa se hizo unos tenis blancos, pantalones azules y una camisa blanca de manga corta, como Catherine le había dicho. También volvió a hacerse esa trenza francesa que había usado en tantos años; creyó que con la nueva ropa debía tener otro peinado, no quería llevar el cabello suelto mientras pasearan en Arendelle. La joven la miró atentamente mientras realizaba el cambio con magia, Elsa sabía que seguía tratando de entender cómo funcionada.
- Ya terminé ¿Qué te parece? –Preguntó mientras miraba su nuevo vestuario.
- Ahora podemos seguir, andando. –Dijo Catherine y se puso en marcha.
- Ah, claro. –La platinada fue detrás de ella.
Elsa sabía perfectamente que Catherine no la alabaría o le haría un cumplido por su ropa, ella no era así, pero eso no evitó que una parte de ella se sintiera decepcionada, de todas formas, ya le había dicho que tenía que ser amable con las personas, y era claro que conocía los elogios, pues Anna la alababa cada vez que le presentaba un nuevo invento, aun así, decidió dejarlo pasar por esta ocasión.
Cuando llegaron a Arendelle, Elsa se sorprendió por la cantidad de personas que habían, nunca hubo tantas cuando ella vivió ahí. A pesar de que ya había visto cuanto había cambiado la ciudad cada vez que visitaba a Anton, fue increíble ver toda la actividad durante el día (pues ella sólo iba de noche para no ser vista). Definitivamente ya no era el pueblo en el que creció, todo era muy diferente, incluso Catherine tuvo que salvarla un par de veces cuando atravesaba una calle y no se daba cuenta de que se acercaba un auto.
- Por tercera vez, tienes que mirar el semáforo antes de cruzar -señaló al semáforo-, si la luz está en roja podemos avanzar, si está en verde debemos esperar. –Dijo Catherine.
- Lo siento, las cosas han cambiado mucho, ahora parece que todo el mundo tiene prisa. –Dijo Elsa mirando a su alrededor con nostalgia.
- A las personas les gusta ir rápido. –Dijo Catherine.
- ¿Tú inventaste esas máquinas tan veloces? –Preguntó Elsa.
- Sí, al menos lo primeros modelos, las fabricas se encargaron de hacer más, de diferentes formas, tamaños y capacidades con respecto a la velocidad, algunos son más rápidos que otros. –Dijo Catherine.
- Es increíble, -al mirar con más atención a su alrededor, Elsa notó que algunas personas las estaban mirando extraño, otras trataban de evitar mirarlas y otras cuantas no escondían el desagrado en sus ojos- ¿Por qué nos estarán mirando así? ¿Es porque nadie me conoce? –Preguntó, pero la joven no pareció comprenderla.
- ¿Así? ¿Así cómo? –Preguntó Catherine.
- Bueno… con… con esos ojos. –Dijo Elsa.
- No te están mirando a ti, es a mí, no suelo pasear por la ciudad, no desde hace mucho, tampoco hay gente que me hable o acompañe, si hay alguien que te mira de forma que no te guste, tal vez sea porque eres la primera que camina conmigo. –Dijo Catherine.
- La forma en la que te tratan ¿No te molesta? –Preguntó Elsa.
- ¿Debería? –Preguntó Catherine.
- A muchos les molestaría. –Dijo Elsa.
- A sido así siempre, no entiendo por qué debería molestarme. –Dijo Catherine.
- Oh… bien. –Después de eso continuaron caminando.