Capítulo 23
Elsa caminó por la ciudad tratando de pensar en algún lugar al que Catherine pudiera haber ido, pero no se le ocurría uno más que su laboratorio; sin embargo, sabía que no día estar ahí ya que era su día de descanso y ella era estricta con eso, por lo tanto, la buscó en el parque, pero no la encontró, por lo que siguió caminando esperando encontrarse con ella, pues pensó que tal vez había decidido caminar por ahí para despejar su mente. Aunque él no encontrarla, la hizo preocuparse más. Por suerte para la platinada, Anton estaba dando uno de sus paseos habituales que daba para comprobar que todo estuviera bien en la ciudad.
- Tía Elsa. –Anton, no se sorprendió al ver a su tía ahí, pues ya le había dicho que estaría en Arendelle ese día; lo que lo sorprendió fue verla sola.
- ¡Anton! -la platinada lo abrazó- que suerte encontrarte.
- ¿Qué pasó? ¿Dónde está Catherine?
- Yo… cometí un error, tenías razón, no debí llevarla con esas personas. –Elsa estaba por empezar a llorar.
- Tía ¿Qué pasó?
- Sus padres la despreciaron, la consideran un monstruo después de sus experimentos en humanos, o quizá desde antes; la culpan por el abandono de su otra hija. Se lo gritaron en la cara y ella…parecía estar bien, tenía la frialdad de siempre, pero….
- Está bien, no diga más.
- Salió corriendo y la perdí de vista, no sé en dónde está.
- ¿Ya buscaste en su laboratorio?
- No irá ahí, no en su día de descanso.
- Mmm, cierto, entonces… creo que sólo hay un lugar al que pudo haber ido; si no está ahí, no sabría donde más buscar.
- Muy bien, llévame. –Anton asintió, se puso en marcha y Elsa lo siguió; ambos caminaron hasta llegar al cementerio real.
- Listo, aquí es.
- ¿Aquí? ¿Por qué crees que ella habría venido al cementerio?
- Para sentirse cerca de Anna. No es como que la hubiera visto aquí muy seguido, pero… dadas las circunstancias, tal vez pudo haber venido por mero reflejo. –Elsa no discutió nada más y los dos entraron ese lugar.
Anton sabía perfectamente en dónde estaba la tumba de su abuela y no tardaron mucho en llegar hasta allá. Cuando llegaron, los ojos de Elsa se abrieron como planos al ver que su sobrino tenía razón, Catherine estaba ahí. La joven se encontraba sentada frente a la tumba de la reina, abrazando sus rodillas y con la miraba fija en un puto; cualquiera habría creído que ella estaba mirando la lápida, pero en realidad miraba el césped, miraba la tierra que cubría el cuerpo de su reina. Elsa recordó lo que Anton le había dicho sobre la vez que intentó desenterrarla y, pensó, que seguramente estaba considerando intentarlo otra vez.
Anton pensó en llamar a la chica o ir por ella, pero Elsa lo detuvo, le agradeció por llevarla ahí y le pidió que las dejara; el muchacho protestó, pues quería quedarse en caso de que lo necesitaran, pero la platinada insistió, diciéndole que quería estar a solas con Catherine, además de que ella se podría sentir más abrumada si más de una persona se le acercaba en el estado en que se encontraba. Al final, Anton aceptó irse, aunque de mala gana. Una vez sola, Elsa fue a lado de Catherine, pero no estaba segura de qué decirle.
- ¿Catherine? -cuando Elsa se acercó, notó que la chica estaba temblando; sólo Dios sabía qué estaba pasando por su mente en esos momentos-, Catherine. –La platinada se acercó más y vio que también estaba respirando con dificultad. Ver a la joven así, fue muy duro para ella, no lo pudo soportar más y, sin pensarlo, la abrazó, al sentirla tan cerca, Catherine trató de zafarse de su abrazo con todas sus fuerzas, pero Elsa no se lo permitió.
- ¡¡SUELTAME!! –Fue la primera vez que la chica decía algo desde que Elsa llegó, pero su voz era diferente, casi estrangulada.
- ¡Tranquila! Tranquila, yo estoy contigo, -la platinada continuó sujetándola con fuerza, pues Catherine seguía tratando de soltarse-. No importa lo que digan, tú no eres un monstruo, -en ese momento, la chica dejó de forcejear y Elsa aprovechó para dejar se sujetarla con tanta fuerza y empezar a hacerlo con más dulzura, a la vez que acariciaba su cabeza-. Tranquila, estoy aquí, estoy contigo, y nunca me iré, -Elsa notó que Catherine había empezado a sollozar- No sigas guardando eso, está bien, sólo déjalo salir. –La joven científica dejó caer su cabeza en el pecho de Elsa y, aunque no hizo ruido, sus lágrimas comenzaron a salir.
Cuando Catherine se terminó de llorar y se tranquilizó, limpió el rastro que sus lágrimas dejaron, se separó con cuidado de Elsa y se puso de pie, la platinada hizo lo mismo, trató de poner su mano en el hombro de la chica, pero ella no se lo permitió, sólo permaneció quieta mirando la tumba un poco más, para después mirar el cielo.
- Todavía faltan algunas horas para que se oculte el sol. –Dijo la joven, finalmente.
- ¿Eh? Ah, sí… ¿Cómo… te sientes? –Catherine la miró algo extrañada por la pregunta.
- Estoy bien ¿Por qué?
- Hace apenas unos segundos estabas….
- ¿Habías venido antes a la tumba de la reina? –La azabache volvió a centrar su atención en la tumba.
- Sí, he venido una o dos veces.
- Es la tercera vez que yo vengo, la primera fue cuando la enterraron. –Elsa entendió que la segunda fue cuando trató de decentarla y que ésta, era la tercera.
- ¿Por qué no venías más seguido?
- Por mi trabajo.
- ¿Y tus días de descanso?
- No sé si lo sepas, pero pasé varios años fuera de Arendelle recorriendo el mundo y aprendiendo más.
- Ah, sí, ya me lo habían dicho.
- Si ya no hay más que hacer en la ciudad, volvamos al bosque, no quiero que Reinsdyr haga un desastre en el laboratorio de hielo. –Dicho eso, la joven empezó a caminar hacia la salida.
- ¿No vas a despedirte de la tumba de Anna?
- No es como ella me pudiera oír. –Catherine continuó caminando sin mirar atrás.
- Es por respeto. –Elsa trató de no molestarse, después de todo, la chica a cavaba de pasar un momento un poco difícil.
- Despídete tú si quieres, yo esperaré afuera. –La científica continuó caminando hasta salir del cementerio. Cuando se fue, Elsa se giró a la tumba de Anna.
- Te juro que estoy tratando de tener paciencia, en verdad lo intento; pero ella no parece… yo no he podido notar algún cambio. Hoy lloró y, aun así, sigue siendo la misma, la frialdad con la que se alejó de tu tumba…, llevarla con sus padres no fue una buena idea, y ya no sé qué más hacer. –Elsa permaneció un poco más junto a Anna, pero como no quería que Catherine se impacientara, se despidió y fue con ella.
- Tardaste. –La azabache estaba recargada a en la puerta del cementerio.
- Quería hablar con Anna. –Ante esto, la joven la miró con cierta confusión.
- ¿Sabes que ella no puede oírte verdad? Sus oídos ya no funcionan, y aunque lo hicieran, dudo que pudiera escuchar algo estando enterrada tan profundo.
- Sí, ya lo sé.
- ¿Entonces por qué lo haces?
- Es difícil de explicar. Tal vez sólo lo hago para no extrañarla tanto, para recordarla siempre y sentirla a mi lado.
- Ya veo. Bueno, andando. –Catherine se puso en marcha en dirección al bosque encantado.