Capítulo 36
Cuando Freydis regresó a los dormitorios de su escuela, ella se despidió de Anton y le agradeció por haberla llevado hasta ahí. Habría querido pasar más tiempo con él, pero entendía que ya era tarde y ambos tenían que irse a dormir para cumplir con sus obligaciones del día siguiente. Como era de noche, intentó hacer el mínimo ruido posible, ya que no quería despertar a nadie; aunque le costó más trabajo hacerlo al entrar en su habitación, ya que lo compartía con otra chica y solía tener el sueño ligero. Para su alivio, la chica no despertó, por lo que se relajó y se acomodó para dormir.
Al día siguiente, se despertó más temprano de lo que acostumbraba pues había faltado a clases varias semanas y, aunque tenía permiso para eso, sabía que sus profesores no estarían felices, así que quería llegar a tiempo con la esperanza de que eso ayudara un poco. Por desgracia, no funcionó. Cada profesor de sus diferentes clases la acusaba de ser irresponsable, le entregaba una larga lista de tareas que tenía que hacer para volver a ponerse al corriente con sus compañeros, pero sobre todo, le sermoneaban que debía escoger mejor a las personas con las que se juntaba.
Todos sabían que la joven había faltado a la escuela para estar con Catherine y a nadie le parecía bien eso. Ya no era un secreto que Freydis y Catherine eran hermanas, no sólo por su extraordinario parecido físico, sino también porque ella misma lo había admitido en su solicitud para ausentarse de la escuela; en una pequeña parte de lo que había escrito decía: “estaré un tiempo estudiando con mi hermana mayor Catherine Larousse”. Y esa única frase fue lo que hizo que toda la universidad se enterara de su parentesco, lo que provocó que ahora miraran a Freydis con cierto recelo. Algunos la ignoraban, otros la evitaban, y otros le temían. Nadie estaba seguro de qué había aprendido y qué había hecho mientras estaba con Catherine.
A pesar de la nueva actitud de sus compañeros y profesores, la castaña no dejaba que eso la molestara. Había conocido a su hermana, habían pasado tiempo juntas y eso la hacía muy feliz. No veía la hora para poder ir a visitarla de nuevo. El resto del mundo podía pensar lo que quisiera de ella; eran ignorantes, no sabían nada de Catherine en realidad. Absolutamente nada.
Al llegar la hora del almuerzo, Freydis se sentó en su mesa de siempre. Aunque antes, muchos se sentaban con ella aunque no fueran exactamente amigos, ésta vez, todos evitaron esa mesa; incluso los que estaban en las mesas cercanas se veían incómodos y asustados. La una que fue a sentarse con ella fue su compañera de habitación, Eyra, su mejor amiga, una joven de su edad, castaña, piel clara y de ojos verdes.
- Aunque intentan fingir que no existes, llamas mucho su atención. –Eyra puso su bandeja en la mesa y se sentó a lado de su amiga para comer.
- Soy más popular ahora que cuando me fui.
- ¿Por qué el príncipe de Arendelle te dejó en la puerta de los dormitorios anoche? –La pregunta repentina de Eyra casi hace que Freydis escupiera su bebida.
- Yo… no sé de qué hablas.
- No finjas, los vi. No estaba dormida.
- Te confundiste, estaba oscuro, es normal que pasara.
- Hay bastantes luces iluminando el territorio de la escuela y ustedes se detuvieron justo debajo de un poste de luz frente a los dormitorios. Cualquiera reconocería al príncipe Anton. ¿Cómo fue que él te trajo de vuelta? –Freydis suspiró resignada. No podía ocultarle nada a esa chica, sabía exactamente en dónde estar si había un chisme potencial.
- Sabes que fui al bosque encantado para estar un tiempo con mi hermana. Él iba de vez en cuando a… bueno… a dar una vuelta. Nos conocimos y nos hicimos amigos. Aunque en realidad no hemos convivido mucho.
- ¿A dar una vuelta? ¿Te refieres a que él es el encargado de mantener vigilada a la psicótica de tu hermana? –Eyra solía decir muchas tonterías que Freydis pasaba por alto, pero que se metiera con su hermana, no lo toleró.
- Escúchame bien: Jamás vuelvas a hablar a su de Catherine en frente de mí. –La miró con seriedad y su voz era dura, pero Eyra no se encogió.
- Pasar tanto tiempo con ella te lavó el cerebro ¿Ya olvidaste lo que se dice de ella? ¿Todos los crímenes que cometió, todas las vidas que tomó? Nada es oficial, pero todos sabemos que es la verdad. Los profesores tienen razón, debes alejarte ella antes de que te haga algo o te convierta en alguien igual. –Freydis tomó su bandeja aún con comida y se puso de pie. No miró a su amiga, pero era claro que estaba furiosa y decepcionada.
- Esperaba que al menos tú me entendieras. Eyra, sino fuera con mi hermana y sus investigaciones, la carrera que estudias no existiría. No lo olvides. –Dicho eso, dio medie vuelta y empezó a alejarse. Eyra tomó su bandeja y fue tras ella.
- Yo elegí esta carrera, no por ella, sino por los doctores que salvaron la vida de mi madre.
- Usando métodos que Catherine descubrió. Así como tu hermano quiso ser ingeniero admirando la velocidad del camión de paramédicos que los transportó al hospital; esos camiones los inventó Catherine. Otro de tus hermanos quiso ser para medico porque ella fueron los que la mantuvieron viva todo el trayecto; una vez más, con métodos que Catherine descubrió. Les encanta que ella invente nuevas maneras de facilitarles la vida, pero la condenan por los medios que utiliza. –Freydis siguió caminando mientras hablaba, sin mirar a su amiga.
- Lo que ella hizo está mal y lo sabes.
- ¿Qué más podía hacer? No existen otras maneras de lograrlo.
- Si es tan inteligente, puedo haber encontrado otros, pero eligió no hacerlo.
- ¡Eyra! No sabes nada de ella. Deja de hablar así de mi hermana. –Fue la primera vez que se volteaba a ver a su amiga desde que se habían levantado de la mesa.
- Está bien, está bien, no te enfades. Cuéntame más de ti y el príncipe ¿Vas a volver a verlo? –El brusco cambio de tema la sorprendió, y no pudo evitar ruborizarse.
- No lo creo. Anton es un hombre ocupado.
- Vaya ¿Se hicieron tan cercanos que ahora te diriges a él por su nombre?
- ¡Claro que no!
- Lo hiciste.
- No es así. –ambas dejaron las bandejas y salieron de la cafetería a tomar aire.
- Él te gusta ¿Verdad? –Eyra miraba a su amiga de manera juguetona.
- No.
- Vi cuando te dejó. Estoy segura que también le gustas. –Freydis miró a Eyra unos momentos pero después miró al suelo.
- Aunque así fuera, el es un príncipe. No puede haber nada entre nosotros.
- No me vengas con eso. Son otros tiempos, claro que podría haber algo; todo depende de ustedes.
- Si él siente algo por mí que venga y me lo diga, después de todo, ya sabe dónde encontrarme.
- Sé que se conseguirá una excusa para venir a verte.
- Tendría más posibilidades de verlo si continuara con mi hermana en el bosque encantado.
- ¿Y qué tal si Catherine también quiere a Anton para ella? –Por un momento, Freydis se puso tensa considerando la posibilidad, pero después recordó a Elsa.
- No, mi hermana no tiene esos gustos.
- Ah, ya veo, entonces es una desviada. –Eso no lo había dicho como un insulto, más bien fue para jugar con Freydis. Ella lo entendió y sólo le dio un pequeño golpe en la cabeza.
- Vámonos, llegaremos tarde a clase si nos quedamos aquí.
- Hablando de eso ¿Cómo vas a ponerte al corriente? Vi toda la tarea que te dejaron los profesores, y ten por seguro que vendrá más.
- Jaja, no desperdicié mi tiempo mientras estaba con mi hermana. Ella me enseñó muchas cosas, y créeme que sé de lo que hablo cuando te digo que no tardaré demasiado en terminar todo eso.