Eric
No sé qué le pasa, suele ser una mujer muy educada y tranquila, pero ¿Me llamó infame y poco hombre? No creo haberlo imaginado.
Además, se ha paseado de lado a lado como si estuviera debatiendo con alguien y luego, se giró hacia mí exclamando sorprendida la cifra que le ofrezco para finiquitar pronto nuestro matrimonio y con una alegría que a pesar de que intenta ocultar no pasa desapercibida.
¿Por qué se está comportando así? ¿Es secuela de su accidente? ¿El golpe en la cabeza le ha provocado todo esto?
Hasta antes de su atropello ella se negaba a divorciarse, ¿Y ahora parece incluso feliz de hacerlo?
—Señor —dijo Luis, mi secretario, entrando a la habitación—. Le traigo los documentos que me pidió.
Dijo extendiéndome una carpeta hasta que se dio cuenta de Daniela que lo contempla con una leve sonrisa maliciosa.
—¡Señora Daniela, ya ha despertado! —exclamó sorprendido.
Daniela se quedó mirándolo de reojo y luego giró alrededor de él como si fuese un gato quisquilloso. Parece analizarlo de pies a cabeza. Luis me miró confundido y solo opté por levantar mis hombros, la verdad yo tampoco entiendo lo que le pasa.
—Eres apuesto ¿Quién eres? ¿Quieres ir por una copa?
—¡Daniela! —alcé la voz en el acto.
Esto es suficiente para darme cuenta de que algo no está bien. Pensaba que en un inicio fingía estar confundida para evitar responder mis preguntas, y esquivarme como suele hacerlo, pero ahora veo que algo está mal con ella. Es como si hubiera despertado una personal opuesta a la tímida Daniela.
—Llama al médico —le dije con seriedad a Luis, aquel al escucharme salió enseguida.
Daniela se quedó mirándolo para pronto volver a mirarme a mí.
—Toma, señor exesposo, me das la indemnización —dijo colocando el documento sobre mi pecho—, y ya podrás ir a revolcarte con tu secretaria con libertad.
¿Secretaria? ¿Habla de Luis? Es mi único asistente y secretario ¿Daniela ahora cree que soy homosexual? ¿Será esa la razón por la que ahora se quiere divorciar con tanta seguridad?
—Creo que estás confundida —le dije tomando el documento en mi mano.
—No me interesa ¿Cuándo me depositas mi dinero? —me preguntó y sentí que incluso sus ojos brillaban ambiciosamente.
No pude evitar hacer una mueca, y más cuando se acercó tanto, puedo hasta sentir su respiración sobre mí y eso me pone nervioso. Retrocedí en el acto mientras ella avanza, tuve que sostenerla de los hombres y apartarla nervioso.
Por otro lado, ¿Desde cuándo le interesa el dinero? ¿Todo esto lo hace por dinero? Antes ni siquiera me miraba y me evitaba todo el tiempo, ahora por la indemnización incluso se pone tan provocativa que es capaz de arrinconarme contra la pared.
Bufé de mala gana, no solo confundido por su raro actuar, sino golpeado por el orgullo, es mi dinero lo único que le interesa. Tuve esperanzas de que por el hecho de negarse antes a divorciarse era porque estaba enamorada de mí.
Pero, una cosa está clara, no puedo divorciarme de ella cuando al parecer aún no se ha recuperado. No puedo dejarla sola por el mundo cuando por casarse conmigo se peleó hasta con su familia. Y aunque me aborrece y no le provoco nada, es mi deber cuidarla.
—Por ahora, olvídalo —dije rompiendo la hoja en miles de pedazos—. Seguirás siendo mi esposa un tiempo más.
Por lo menos hasta que se recupere. Debo evitar que vuelva a intentar acabar con su vida, lanzándose consumiendo esa cantidad de pastillas y caminando por la calle sin rumbo fijo. Es una fortuna que el vehículo que la atropelló no iba a exceso de velocidad.
—¿Tu esposa aún? —dijo espantada, señalándome groseramente—. ¡No quiero! Sí, eres guapo, debes tenerla bien grandota, pero ¿De qué me sirve? No quiero vivir en esa casa solo con tus migajas ¡¿Para qué quieres seguir casado con una mujer que no te atrae sexualmente?!
¿Qué no me atrae? ¿De qué habla? ¡Yo la amo desde que era una niña! ¿De qué habla? Si es ella quien no quiere nada conmigo. Recuerdo que mi hermana me dijo que Daniela lloraba tanto porque no quería compartir la cama a mi lado, que le daba repulsión acostarse con alguien como yo, que casarse conmigo, fue mi culpa por insistir en hacerlo y que con eso le corté las alas. Por eso no quise forzarla y decidí cambiarme a dormir a otra habitación para no molestarla.
¿Por qué me culpa a mí de eso si fue ella quien me rechazó primero?
Pero, ahora, ella acaba de decir que no me atrae ¡Eso no es cierto!
—Entiendo, no te preocupes, llegando a casa te prometo que pasaremos la noche juntos —le dije con seriedad sintiendo mi corazón palpitar a todo ritmo.
He esperado, todos estos años, escucharla, decir eso. Y siento como el calor se sube a mi cabeza pensando que al fin mi mujer parece querer acostarse conmigo. Aunque ahora actúe como una loca que se le zafaron todos los tornillos.
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Editado: 23.11.2024