¿cómo huir de un marido tóxico?

¿De acuerdo o no?

Daniela

Me quedé con la boca abierta contemplando la casa, es enorme, con un jardín extenso y bien cuidado, con variedad de plantas y flores. Árboles cítricos rebosados de limones, naranjas y mandarinas. Margaritas de colores blancas y lilas, y un pasto verde aún húmedo y podado a la medida justa.

—Vaya, sí que tienes buen gusto, esta casa se acomoda a la casa de mis sueños —hablé en voz alta, apenas el auto se detuvo.

Eric alzó ambas cejas como si acabara de decir algo extraño.
—Es nuestra casa, mandé a colocar todas esas flores porque eran tus favoritas, quería que al casarnos y llegaras a vivir aquí pudieras sentirte cómoda con tu nuevo hogar —dijo con cierta expresión melancólica que me molestó aún más.

Cualquiera que lo viera pensaría que ama a su esposa ¡Pero cuando uno ama a su pareja no la ignora! Tonto... bufé cruzando los brazos. Se bajó para luego abrir la otra puerta y bajarme en brazos para sentarme en la silla de ruedas.

Puedo caminar, pero tanto Eric como el doctor insistieron que usara esta silla por una semana por lo menos.

—Aun así es tu casa, no la mía —dije en tono ofendido.

—La compré para nosotros —respondió con seriedad.

¿Para nosotros? ¿Entonces por qué mierda tiene metidas aquí a la vieja de su madre y a la caprichosa de su hermana? Recuerdo que en la novela ambas le hacían la vida de cuadros a la protagonista, no solo con palabras humillantes, haciéndola trabajar como la sirvienta, sin dejarla comer en la mesa principal, sino que además se atrevían a golpearla con una vara o con lo que tuvieran al alcance. Claro, que las muy arpías nunca le pegaron en la cara, así nadie se daría cuenta de cuanta maldad tenían contra su indefensa nuera y cuñada.

Apreté las manos contra el respaldo de la silla, mirando aún más con odio al futuro exmarido. Aquel me miró como si no entendiera mi expresión, y con rabia le hice un desprecio mientras nos abrían las puertas.

El interior de la casa, a pesar de tener bonita decoración, se siente todo lo contrario al jardín. Los ventanales son enormes y dejan entrar la luz desde el jardín, todo luce muy limpio y ordenado, y el sofá se ve bastante cómodo para estar tirada viendo la televisión. Aun así, un escalofrío recorrió mi cuerpo y me di cuenta de que he reaccionado de esa forma por los malos recuerdos de la verdadera Daniela ¿Cuánto debió haber sufrido para sentirse oprimida tal como si ahora estuviera entrando a una prisión y la estuvieran guiando a su celda?

—¡Cariño! —dijo una mujer mayor levantándose del sofá y secándose sus falsas lágrimas con un pañuelo seco.

Aquella se lanzó a los brazos de su querubín ya adulto y peludo, como si fuese un niño pequeño que añora los brazos de su madre. Eric, a pesar de responder al cariño de la mujer, se nota incómodo ante la excesiva atención, y cuando me miró no pude evitar sonreír con ironía. Se supone que soy yo quien acaba de llegar del hospital, no él.

—Madre —dijo apartando a la mujer y con eso pude confirmar que esta es mi suegra—. A Daniela le han dado el alta, debe hacer mucho reposo y descansar.

—Ah, sí —respondió y luego, como si se acordara de mi presencia, se acercó a mi lado tomándome de ambas manos, mostrando cuando falsa es—. Corazón, voy a pedir una comida ligera para ti, debes descansar, mamá se encargará de todo.

Quiero vomitar.

—Pobre cuñada —dijo la otra, que hasta ahora había guardado silencio—, te cuidaremos muy bien, mi hermano puede ir a trabajar tranquilo que nos encargaremos de todo.

Eso sonó como una amenaza siniestra, noto las sonrisas maquiavélicas de ambas brujas. Si el tonto de Eric no se da cuenta, significa que Daniela se casó con el idiota más idiota de todos los idiotas, o sea, con el rey idiota supremo.

—Gracias, hermana, madre, agradezco sus buenas intenciones.

No, me equivoqué, no es el rey, es el emperador de los idiotas. Bufé y solté un suspiro conteniendo todo el veneno que quiere salir por mi garganta y salpicar a ambas arpías como si fuese ácido y derretirlas en segundos.

—¡Ah, querida suegra! —solté tal grito que los tres dieron un salto al escucharme—. ¡Cuñada!

Y dicho esto agarré las manos de ambas tirándolas a mi altura sentada, como estaban aún impactadas por mis exclamaciones ruidosas, estuvieron a punto de caer al suelo.

—No saben cuanto me alegra que sean tan buenas personas —les dije sonriendo y lloriqueando exageradamente—. Las extrañé tanto, tanto, tanto, que quisiera tenerlas a ambas siempre en mis manos...

Y apretarlas hasta que reventaran como globos rellenos de agua.

—Pero esta vez no me golpeen porque me duele mucho y sufro...

Apenas dije esto, mi suegra se atoró tanto que sus dos hijos tuvieron que empezar a golpearle la espalda para ayudarla a respirar. Me llevé ambas manos a las mejillas, fingiendo preocupación, divirtiéndome con el espectáculo. Es lo que pasaría, estas novelas baratas, de melodramas típicos, siempre hacen que los personajes exageren sus reacciones.

—Ay, no, suegra, no muera, si quiere golpéeme con la varilla o con el palo o si quiere me quedo todo el día sin comer, sé que esas cosas hacen feliz a mi linda y buena "mamá"—dije en un tono amable y sonriendo.

—Oye tú... —noté las venas sobresaliendo de la frente de mi cuñada. Pero es evidente que con su hermano presente no dirá más.

La miré sonriendo con inocencia.

Ahí estuvimos esperando que la suegra se desatorara, que tomara su agua, se sentara en el sofá, sufriendo que no está para esas bromas crueles, y haciendo su papel perfecto de "vístima". Debería dedicarse a actuar, aunque sus exageraciones no le darían buena crítica.

La contemplé preocupada, como si estuviera a punto de llorar, mientras madre e hija no dejan de mirarme, desconcertadas.

—Daniela está pasando por un periodo... de adaptación —dijo Eric intentando buscar la palabra adecuada—, hay que tener paciencia, pero...



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En el texto hay: divorcio, suicidio, comedia romance

Editado: 20.12.2024

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