¿cómo huir de un marido tóxico?

¿Hubiera sido?

Eric

Daniela me miró detenidamente confundida luego de escuchar mis palabras. No pude evitar toser incómodo ante su fija atención e intenté enderezarme, pero antes de que lo hiciera me tomó de la corbata atrayéndome con fuerzas a su lado.

Sonrió con ironía, entrecerrando los ojos, su mirada penetrante y agresiva me cautiva, es algo que no puedo evitar. Luego susurró.

—Demasiado tarde, la mujer que te amaba ya debe haber cruzado hacia el limbo —señaló tirando más aún de mi corbata hacia su lado hasta que estuvo a punto de rozar mis labios.

Verla actuar de esa forma me pone nervioso, mi cuerpo reacciona al sentirme dominado por esa mujer.

—Pero eso no quita que no podamos divertirnos juntos —agregó pasándose la lengua por los labios y con su mano apretar otra vez mi entrepierna, tal como lo hizo en el hospital—. Es enorme...

Susurró abriendo los ojos sin ocultar su sorpresa. Y lo apretó aún más fuerte, haciendo que el dolor invadiera todo mi cuerpo. Sentí un escalofrío subirse por mi espalda, y la sangre pareció hacerlo aumentar de volumen. El dolor que ella me provoca solo causa que me excite aún más.

—Vaya —agregó Daniela antes de reírse con expresión libidinosa—, no lo había notado, pero es grande y duro, caliente ¡Necesito probarlo!...

—¡No, detente! —le dije sacándole la mano sosteniendo su muñeca.

Me quedó mirando, sorprendida, el calor no me deja decir palabra alguna, mi corazón late con fuerzas, y solo pudo arrugar el ceño esperando poder calmarme. Daniela bufa de mala gana quitándome su muñeca con brusquedad. No quiero rechazarla, pero esto no es correcto.

—Si me das el divorcio a cambio te daré la noche de sexo más placentero que alguna vez te hayan dado en toda tu vida —me susurró al oído antes de pasarme la lengua y morderme.

Mi respiración se agitó, empiezo a debilitarme, pero luego al recordar lo que el médico me dijo doy un salto de inmediato apartándome de su lado. Claro que quisiera, pero no puedo aprovecharme de ella cuando tiene esa confusión en su cabeza. No es decente. No corresponde, como su esposo debo respetarla.

—Tú... tú quédate aquí, descansa y... ¡No te muevas! —le dije al notar como se levantaba de la cama.

Tuve que salir corriendo a mi habitación en donde me metí de inmediato a la ducha con agua fría sin poder hacer nada, este maldito sigue tan parado y duro sin olvidar las tibias manos de Daniela apretándolo y como deslizó coquetamente su lengua entre sus labios. No puedo evitar que ante el dolor que me provocó y sentirme dominado por ella, mi cuerpo reaccionara de inmediato. Maldita sea.

Me vi obligado a quitarme las ganas usando solo mis manos. Soy un idiota.

Luego de ducharme salí a mi habitación para secarme y al ver el teléfono sobre la cama recordé lo que pensaba hacer antes. Llamé a Luis.

—Señor —dijo, apenas tomó la llamada.

—Luis, quiero que consigas todas las grabaciones de mi casa llegaré en un par de horas a la oficina—luego de escuchar su afirmación corté la llamada.

Planeo quedarme toda la tarde revisando esos videos para ver el comportamiento de mi madre y mi hermana con Daniela, y confirmar lo que ella me dijo antes. Debo ver lo que hasta ahora no me había dado cuenta y lo que explicaría que no era mi imaginación que Daniela parecía marchitarse día a día. Y darme cuenta de lo mal marido que he sido hasta ahora.

******************************

Daniela

Bufé de mala gana, más aún cuando salió corriendo de la habitación. Es seguro que otra vez fue a desquitarse solo ¿De qué sirve tener un marido apuesto como ese, con un enorme amigo colgándole entre las piernas, si no puedo ni verlo ni saborearlo?

Me tiré a la cama de espaldas.

—Además, a quien se le ocurre tener habitaciones separadas estando casados, ni que fuéramos matrimonio de una serie de los años 60 —mi mirada se detuvo en el cielo, pensando lo difícil que debió ser la vida de la pobre Daniela, obligada a mantener una relación así en donde no le tocaban ni un ojo.

Quiero sexo, quiero sexo salvaje... Maldita sea.

Contempló mi mano recordando el enorme tesoro hinchado y caliente que alcancé a acariciar por unos segundos. Dios mío, que tortura ¿Qué hice yo para merecer esto? ¿Tener una vida muy promiscua en mi otra vida? ¿O haber arruinado la carrera de ese tonto escritor creador de esta absurda novela?

Me dormí con la ropa encima de la cama. Sentí fuerte golpe en la puerta horas después, y aun media adormilada me levanté. Abrí la puerta bostezando antes de ser empujada por una escoba y un balde vacío. Casi caí dentro de la habitación.

Abrí los ojos molesta ante tal brusquedad, solo para ver a una empleada sonriendo en forma burlesca. Pestañeé confundida, no es ella alguien de los sirvientes que Eric contrató para mantener limpia esta casa. Y se supone que yo soy aún la esposa de su jefe, por lo que no debería tratarme de esa forma.

—La señora dice que limpies de una vez todo el primer piso —me habló en tono despectivo.

¿La señora? No pude evitar alzar ambas cejas. Esto en verdad es la peor falta de respeto, y lo peor es la protagonista, no hacía nada para detenerlo.

—¿Dónde está Eric? —le pregunté sobándome la cabeza al sentir una horrible punzada mientras los recuerdos de la protagonista de esta novela aparecen en mi cabeza.

—El señor Valverde tuvo que salir de urgencia a la oficina —respondió en tono despectivo.

Bien, eso significa que estoy en libertad completa. Esta mujer, pequeña, redonda, de cabello muy tirante, y expresión irónica es Adela, es la encargada de la limpieza, pero desde que llegó aquí abusa del poder que le dio la madre de Eric para abusar de Daniela y obligarla a hacer su trabajo.

Y claro, como Daniela era la santa bondad de la estupidez, hacía caso sin quejarse.

—¿Así que "la señora de la casa" quiere todo limpio? —pregunté alzando las cejas.



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En el texto hay: divorcio, suicidio, comedia romance

Editado: 20.12.2024

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