La historia que leerás a continuación fue real, yo tuve la dicha y la desgracia de estar ahí. Tardé tres años en decidir publicarla, no estaba segura si era lo correcto después de todo lo que vivimos juntos, pero es precisamente por lo que sucedió que debía hacerlo. El mundo merece saber la historia de drama y romance de aquellos dos.
Querido o querida lectora, sé que en este momento no entiendes quién soy o lo qué está pasando, pero créeme que todo tendrá sentido al final.
Por último, con la finalidad de que esta obra sea más conocida, te tengo una apuesta. Si al terminar de leerla logro despertar algún sentimiento, o mejor aún, consigo cambiar tu manera de pensar, deberás compartirla con los demás. Aquí viene la otra parte; si por el contrario, lo único que te ocasiono es aburrimiento, tendrás el permiso de difamarla cuanto gustes. ¿Aceptas?
Antes de que comiences debo advertirte que hay algunas cosas crueles por acá, prepárate. Dicho eso, ¿Estás dispuesto o dispuesta a cambiar tu mente?
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18 de marzo.
Hoy no es un día para nada maravilloso, de hecho, recurriré al suicidio. Este será un intento patético de carta de despedida. No sé en realidad para qué me molesto, si a nadie le importa. Supongo que, muy en el fondo, tengo el pequeño e insignificante deseo de ser amado, incluso después de la muerte.
Hace tiempo lo he estado pensando, mi vida no es nada fácil, este maldito trastorno está acabando conmigo. No sólo es eso, me siento vacío, como si nada en el mundo pudiese llenarme.
Sentirse en soledad, siendo esta una ciudad tan transitada es una verdadera mierda.
Pareciera que por más que te esfuerzas en ser feliz, la vida te arrebata esa oportunidad. No importa quién o que seas, en algún momento de la vida todos conocemos a la "Señorita depresión, el "Señor miedo", la "señora soledad" y muchos otros señores, señoritas y señoras más, depende de cada uno el cómo enfrentarlos.
Si tan solo no me resultara tan difícil hacerle frente a toda esta situación, es como si todo se hubiese venido abajo, y lo peor es que es mi culpa.
Esa chica, América, esa maldita chica que jugó con mis sentimientos solamente porque estaba aburrida, botándome después de encontrar un reemplazo mejor que yo. Ese falso amigo, Juan, que me juró lealtad, al cual consideraba un hermano y que, en cuanto tuvo la oportunidad me humilló y traicionó. La muerte de mi abuela, Marta, que, a pesar de no ser cariñosa, hacía lo posible por defenderme de este horrendo mundo tan cruel. Mi primo Israel, quién me corrió del único hogar que tenía, recordándome constantemente y hasta el final que soy un maldito asesino el cual no merece ser feliz, sin ocultar cuanto me odiaba. La paranoia constante de ser abandonado. Los ataques de ansiedad. El no poder querer o ser querido. Todo eso y más acabó conmigo
Después de todo, ¿Qué le importa a esta sociedad tan agría que haya un humano más o uno menos?
¿Cómo rayos lo haré? No sirvo para nada, pero aún así me esforzaré para lograr mi cometido.
¿Pastillas? Aunque los doctores no son de mi agrado, estoy consciente de que no son estúpidos, no me la van a otorgar
¿Cortarme las venas? No, eso dolería demasiado y soy un cobarde, incluso para morir.
Buscando en internet descubrí que la muerte más tranquila es ahogarse. Comprobaré la teoría
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Ok, no puedo creer esto, estoy petrificado, debo ordenar mi mente acerca de lo que acaba de sucederme.
Me puse peso en todo el cuerpo, comencé a caminar por el mar de una playa que, según internet, nadie visitaba debido a que se habían visto criaturas malas en el mar, ¿Cómo es posible que tuvieran razón?
Al inicio sentí una inmensa desesperación, una indescriptible, sin embargo, después de unos minutos vino la calma, oh, grandiosa calma. En mis últimos momentos de consciencia deseé que alguien llorara por mí, que alguien llamara mi nombre.
Estuve a realmente nada de lograr mi cometido, sin embargo, una silueta negra se acercó, mis ojos estaban nublados y todo daba vueltas, no podía distinguir lo que era. Al inicio supuse que era un tiburón y sentí miedo, pero después reflexioné, ¿Qué no acaso lo que quería era morir? Daba igual el medio, dolería probablemente, pero solo sería por un momento, a final de cuentas he cargado con más en mi vida.
Contrario a lo que pensé que sentiría no hubo dolor, solo pude oír las olas chocar unas contra otras y sentir un aire frío en mi cara, ¿Era una alucinación como puente al más allá?
Comencé a sentir golpes en mi pecho, uno tras otro, con cierta desesperación, y mis sentidos empezaron a recobrarse. Pude reconocer entonces la textura debajo de mí, era arena caliente. Alguien me había salvado.