Como la primera vez

2. Diferencias no tan diferentes

Jonathan

Era una mañana calurosa, con un cielo despejado y muy azulado. Un clima perfecto para ponerme a pintar. Siempre he considerado el arte como una manera de escape de la realidad. Era lo que complementa mi vida y la hace más llevadera. Como el hijo de una familia acaudalada en Manhattan, hay quienes podrían decir que no carecía de nada; pero no es como si el dinero y el prestigio de mis padres me diera las cosas más importantes. Las personas suelen creer que tienen el derecho de juzgarme. Pensando que todo lo que he logrado es a causa de mi familia, lo que era una total tontería.

Salí del salón de pintura con rumbo a la cafetería, esta se encontraba dentro de mi dormitorio lo cual la hacía más que  perfecta. El año pasado había sugerido que abrieran una en la residencia y la idea fue aprobada casi de inmediato. En algunas ocasiones las influencias en verdad ayudaban.

—Buenos Días John—dijo alguien descansando su brazo en mi hombro. Volteé hacia mis espaldas.

—Hola Zac—saludé.

Era mi mejor amigo desde que tenía uso de razón. Habíamos estado juntos desde toda la vida, íbamos a las mismas escuelas, queríamos ser lo mismo y nos gustaba también lo mismo. Incluso las mismas chicas.

—Qué raro verte por estos lugares— pronunció con sarcasmo.

Se notaba sudoroso e hiperventilado. De seguro venía de regreso de alguna práctica.  

—Tú deberías estar haciendo lo mismo. Tú estás aquí en una carrera artística no deportiva—contesté indiferente.

—Vamos Jonathan, es domingo y aún falta para los exámenes de técnica. Las chicas quieren ir de paseo y desean que asistamos.

Zac a veces podía ser bastante determinado. Siempre y cuando eso implicara piernas y faldas cortas.

—Muy bien, si tienes tantas ganas de salir, ve con ellas. Sabes lo que pienso sobre estas, son demasiado unas pesadas—él se acercó, obviamente irritado por mi comentario y cerró mis libros de golpe.

—¡Por dios! Eres el hombre más quisquilloso a la hora de ligar. Solo tienes una cita a la vez con la misma chica, tus jodidas expectativas son muy altas.

— No es nada de eso—volví a abrir los libros e hice todo lo posible por mantenerme sereno—. Son mujeres superficiales, sin nada en el cerebro, además se mueven al ritmo de mi dinero. Carecen absolutamente de carácter, prefiero algo de una noche.

—Podrás engañar a todos menos a mí—dijo reprendiéndome en todo acusatorio—. Te dedicas a buscarla en todas ellas, pero sabes que jamás encontraras a otra chica igual.

—Yo no busco a nadie—me encogí de hombros. Harto de esa conversación—. Recuerda que quien decidió acabar con esa relación fui yo, necesitaba a alguien mejor.

Guardó silencio por un minuto y me brindó una palmada en la espalda.

—Como digas—se resignó, como si me compadeciera—. Nunca puedo ganarte, eres un obstinado.

Tomó sus cosas mientras desaparecía por el pasillo. Odiaba cuando se ponía en ese plan, creía conocer todo sobre mí y mi vida sentimental. Sin embargo, estaba más que claro el hecho de que nadie en esa escuela era digna de mí. Por favor, debían hacer más que solo mover la cola de perrito faldero detrás de todo lo que hacía. Decidí no seguir pensando en sus palabras, prefería seguir mi camino hasta la cafetería del edificio principal. Aquel sitio, con el tiempo se volvió mi propio refugio, en donde podía tener una tarde bastante calmada con buena música, puesto que el actual dueño tenía un excelente gusto, logrando que fuera uno de los pocos lugares que realmente me gustaba visitar.

Al llegar pedí un café negro, y me senté en una mesa alejada y exclusiva para mí. Disfrutar un poco de las ventajas de ser un Parker no era ningún pecado. Además, ayudaba a alejarme de las personas, yo tenía lo que quería cuando quisiera, así eran las reglas.

—Jonathan—pronunció una voz chillona interrumpiendo mi anhelada paz—. Que novedad verte por aquí.

—Parece que hoy es el día de utilizar contra mí el sarcasmo. ¿Qué deseas Allison?

—Pasaba por aquí y te miré entrar al café. Es raro que no haya una mujer a tu lado. No sé porque te gustan las chicas odiosas que creen ser las más inteligentes del mundo.

—Hoy me apetecía un poco de privacidad, últimamente me cuesta bastante encontrar espacio para pensar. —Comencé a tomar de mi bebida—. Y sí, ellas son las más inteligentes.

—Pero están podridas por dentro—hizo un gesto de desaprobación—. Tus gustos son un asco.

Sin preguntar, movió la silla que se encontraba a mi lado y tomó asiento.

—Me preocupas Jonathan, eres como uno de mis hermanos—sabía hacia donde se dirigía esa conversación, y no me gustaba para nada.

—Oye, ya basta. Zac acaba de darme un sermón con lo mismo que tú vas a decir. No saldré con ellas.

—Esas tienen un nombre—alzaba las manos como si yo de verdad le sacara de sus casillas—. Isabella y Blizz son unas grandes chicas. No deberías ser un mujeriego todo el tiempo, dales una oportunidad.

Aquí vamos de nuevo.

—No deseo tener una relación seria, mi padre se aprovecharía de eso y me casaría a la menor oportunidad.



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En el texto hay: drama, venganza, exnovio

Editado: 07.12.2020

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