Como la primera vez

5. Para bien o para mal

Katherine

¡Me hacía tan feliz volver a estar con Zac! Siempre fuimos grandes amigos, uno de los pocos en los que pude confiar en todo momento, y aunque el admitirlo signifique aceptar la derrota, conocerlo fue a causa de mi pasada relación con Jonathan. Lo único bueno que saque de ésta.

—¡Que gusto encontrarnos!—afirmaba cuando me cargaba en brazos.

—Te extrañé—le susurré al oído.

Estábamos sumidos en nuestra propia nube, que no me percaté hasta después de las miradas curiosas que algunos nos soltaban. Pero no fue hasta que de pronto unos brazos masculinos me apartaron, que noté lo que estaba pasando. Volteé en acto reflejo, y ahí se estaba John con los ojos oscurecidos; me tomaba como si fuera un objeto, algo de su propiedad.

— ¡¿Pero qué haces?!— manifesté asqueada apartándome de su lado.

El solo sentir su toque o aliento cerca de mí, me provocaba un tremendo choque eléctrico por todo mi cuerpo; era tan intenso que me daba miedo descubrir a que se debía. Hizo un gesto extraño, seguido de eso dio un respingo y me soltó al mismo tiempo que comprendía lo que estaba haciendo.

—Zac si tienes tiempo para ligarte a esta persona, ayúdanos mejor con el almuerzo—declaró con indiferencia y se fue de nuevo a su mesa.

—Bueno, el rey habló—se burló con cierta resignación—. Me alegro de que estés aquí. En serio.

Hurgó con insistencia en sus bolsillos y sacó un pedazo de papel.

—Toma, aquí está mi número. Llámame cuando tengas tiempo libre o necesites de un amigo. 

—Está bien—asentí, aceptando su número.

Él se acercó depositando un beso en mi mejilla y se retiró en busca del odioso de Jonathan. Gracias al incidente volví a estar sola, era tranquilizante y escalofriante a la vez. Así que entré a la sala observando con cierta incredulidad el lugar, las mesas estaban colocadas estratégicamente alrededor del buffet; tenían manteles de seda blanca con platos y cubiertos de plata a juego. Las sillas eran metálicas con un diseño que combinaba perfectamente con lo demás, todos estaban sentados mirando hacia la gran ventana con vista a la ciudad. Todo parecía sacado de alguna serie para mí, pero para ellos probablemente esto era algo de todos los días. Unas ansias por fotografiar tan bella escena me recorrían el cuerpo como un éxtasis, necesitaba mi cámara en ese momento como un fumador a su cigarro. Las fotos eran mi debilidad, me hacían sentir viva el tomar cada una de ellas, expresaban muy bien mi estado de ánimo y lo que me ocurría en cada momento. Tan pronto controlé mis impulsos, busqué una mesa en el fondo y proseguí a sentarme en ella. En unos minutos de haber llegado, una persona del servicio llegó hasta mi asiento con una bandeja cargada de comida, sin preguntarme siquiera, comenzó a servir.

— ¡Espere por favor!—declaré alarmada—. Esto es demasiada comida para mí.

 El joven soltó una pequeña risita y contestó.

—No se preocupe por eso, sírvase lo que deseé—entonces en silencio, se retiró.

Mientras me servía tocino y huevos revueltos, los pensamientos en consecuencia de la mañana rondaban mi mente. ¿Por qué Jonathan se habría interpuesto en aquella demostración de afecto? “Seguramente cree que soy inferior a Zac” por supuesto, eso tenía que ser. Lo más probable era que pensara exactamente lo mismo desde el tiempo en que salíamos. Después de convencerme de eso, recogí mi bolso y me retiré indignada. Decidí que era mejor opción buscar la biblioteca. Pronto tendría exámenes y mi promedio por ningún motivo debía bajar. Así que me dispuse a seguir el mapa que me había sido entregado cuando me cambié de residencia, aquellos trazos resultaban tan confusos que me provocaban dolor de cabeza. A duras penas di con el lugar y entré sigilosa como un fantasma.

Nunca me pasó por la cabeza encontrarme estanterías de tres metros repletos de libros y mesas de madera en abundancia. Por los antiguos libros que pude mirar desde la puerta, probablemente tendrían mucho tiempo en aquella posición; como si nadie fuera capaz de abrirlos. Desde el fondo de mi ser, pedí que ojalá fueran solamente suposiciones mías, ya que sería un total desperdicio no leer aquellas obras. Acercándome cautelosamente, indiqué en voz baja.

—Si nadie viene por ustedes, los robaré aunque la consecuencia sea ir a prisión.

Al mismo tiempo que me alejaba en silencio, sentí algo detrás de mí. Salté exaltada y tan pronto como miré, un chico bastante serio esperaba por su turno, en busca de que me moviera de su camino. Transcurridos unos minutos, me enteré de que era el bibliotecario, todo gracias a la elegante etiqueta que colgaba de su camisa. Aunque se veía como una persona de pocos amigos, amablemente me ofreció su ayuda y me agradó desde el primer momento. Lo rechacé procurando sonar igual de afable y que no pensara que era una amargada, a pesar de que en realidad lo era. Llegué a la estancia y estuve toda la tarde estudiando. Pensé entonces que mi día acabaría de forma pacífica y aburrida; justamente como debía ser para que lo disfrutara al máximo.

—¡Hola!—exclamó Julia con alegría desde lejos. 

—¿Qué pasa?—parpadeé varias veces intentando acostumbrarme de nuevo a mi entorno.

—¡Perfecto!—gritó encantada dando brinquitos entusiasmados—. Ahora estoy segura de que actuaras correctamente esta noche, ese coqueteo estuvo perfecto.



#28 en Joven Adulto
#347 en Otros
#146 en Humor

En el texto hay: drama, venganza, exnovio

Editado: 07.12.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.