Jonathan
Maldita sea.
El que Kate regresara a mi vida sin duda alguna me estaba comenzando a afectar. Aún no podía creer la forma tan estúpida y engreída en la que me interpuse entre Zac y ella en el desayuno. Y lo peor del caso es que no terminaba de entender por qué motivo actúe de esa manera. Probablemente se debiera a que ella no sentía ni el más mínimo odio hacia Zac y mientras que a mí me trataba como la peor basura existente. Sin embargo, yo hice lo que tuve que hacer para mantenernos a ambos a salvo. Y aceptaba que mi tal vez mi manera de hacerlo no fue la mejor, pero sin duda alguna siempre velé por el bienestar de Katherine. Siempre.
La vi entrar indignada a la habitación, yo tontamente empecé preguntándole cosas sin sentido, omitiendo disculparme por ser un idiota unas horas antes. Ni siquiera sé por qué pensaba que ella contestaría a todos mis cuestionamientos sin argumentar algo primero, pero es que jamás había conocido ese lado suyo. Katherine solía ser una chica callada y divertida. No obstante ahora era insolente y atrevida. Y no es que no me agradara verla crecer y no dejarse pisotear, si no que me causaba bastante incomodidad no tener ni la menor idea de cómo reaccionaría.
Me levanté de mi lugar una hora después del portazo que dio Kate furiosa.
Estaba nervioso e impaciente, a pesar de mis advertencias prefirió seguir con ese plan estúpido para ir en mi contra. Tomé mi chaqueta y me retiré rápidamente del dormitorio hacia el estacionamiento, llame a mi chofer y le di la dirección del club. Ella en verdad no tenía idea de cómo eran las cosas en mi mundo y aunque ya no nos llevábamos para nada bien, no quería verla destrozada en sus primeros días.
Y al llegar, para mi mala suerte el lugar estaba repleto. Encontrarla rápidamente tenía las mismas probabilidades que localizar una aguja en un pajar, todas esas personas bailaban sin cesar mientras otras acaparaban la barra tomando sin control. No era un ambiente adecuado para esa mujer, toda su vida fue como un ratoncito asustado de la vida y que de repente diera un paso tan grande, sin duda me tenía preocupado. Por mi culpa ella siempre salía lastimada, esta vez solo trataba de compensar un poco el daño que le había causado.
— ¡Jonathan!— unos brazos me rodearon por detrás—. ¡Que alegría verte por aquí!
Esa voz la reconocí enseguida. Me giré y me encontré con Isabella, aquella chica tan odiosa que vivía pegada a mí. El solo pensar en ella ya era suficiente para ponerme de mal humor, así que tener que compartir el mismo espacio era todavía más horroroso.
— ¿Qué quieres?— dije cansado e impaciente mientras la apartaba de mi cuerpo—. No tengo tiempo para estas cosas, estoy ocupado.
—No seas tan frío conmigo—Pronunció melosa, a la vez que se volvía a incorporar a mí—. Yo que estaba deseosa de pasar una noche contigo.
Haciendo caso omiso a mis advertencias, tenía a Isabella resbalándose por mi cuerpo. No podía decirle simplemente cosas hirientes e irme, su padre era una gran influencia y de los principales benefactores de las empresas de mi familia; si llegara a molestarla de alguna forma terminaría en más problemas. Así que me tocaba morderme la lengua y aguantarme su acoso. Y si pensé que no podría haber algo peor, pocos minutos después llegó Blizz a “acompañarnos”.
—Pero veo que todo va muy bien entre ustedes—nos señaló y comenzó a reírse como boba—. Lamento molestarnos en tal escenita, pero tenía que contarles sobre la chica nueva del dormitorio.
— ¿Qué pasa con ella?— pregunté haciéndome el indiferente, pero en el fondo necesitaba enterarme.
—Pues al parecer se le pasaron las copas a la pobre. Está por allá.
Indicó la pista de baile y ahí estaba ella bailando casi de forma indecente al mismo tiempo que todos la miraban, burlándose. Sin prestarles atención a Blizz e Isabella, me dirigí a toda prisa hacia donde estaba Katherine. Debía apartarla de ese sitio cuanto antes. Cuando llegué la tomé del brazo y la giré hacia mi rostro.
— ¡¿Pero qué haces?!— manifestaba quejumbrosa mientras se tambaleaba.
—Estás haciendo el ridículo Katherine, pareces una desquiciada— recalqué tratando de controlar mi enojo, esto se había pasado de la raya—. Vamos por las buenas, o si no te cargare a la fuerza. Tú decides.
—A ver tú... no eres...para venir a... l-lo q-que... que h-hacer— apenas era capaz de articular palabras sin sentido en ese estado, entonces viendo la situación me arrodille y la tome por los muslos mientras la acomodaba en mi espalda—. ¡Suéltame! —manifestaba mientras me pateaba para que la dejara libre
—No desearía nada más que dejarte caer, pero recordarte esto mañana será satisfactorio. — le dije irónico al mismo tiempo que bajábamos por las escaleras hacia la salida trasera.
Nos acomodé en un respaldo del último escalón, mientras esperábamos que mi chofer llegara a recogernos, podía mirar desde aquel ángulo perfectamente su cara; aquellas marcadas facciones de su pálida cara y como descansaba en mi hombro.
— ¿Qué es lo que quieres Jonathan?—balbuceaba—. No creas que te agradeceré por esto, solo vete y déjame en paz. Como tú querías antes cuando estábamos en el colegio.
Oh no. Ella estaba tocando ese tema.
Editado: 07.12.2020