Katherine
Me alisté apresuradamente para las clases. No me atrevía a ver la cara de Jonathan todavía así que pensé que lo ideal sería alistarme en los baños femeninos. Ya era un poco tarde, por lo que literalmente iba contra el tiempo, y alguien como yo no se podía permitir algo como eso. Apliqué la última capa de rímel, le di color a mis mejillas pálidas y me dispuse a salir corriendo en dirección a la universidad.
No dejaba de pensar que todo sería más sencillo si me compraba un auto, pero hasta el más destartalado me costaba un ojo de la cara. Era indispensable para cumplir ese sueño conseguir trabajo, pero no sabía si podría cumplir con los horarios necesarios para todas las actividades. Mi padre probablemente diría que primordialmente es el estudio, sin embargo no iba a depender toda mi vida de él, ya que aunque no lo admitiera estoy segura que desearía tener un poco más de dinero para sí mismo. Mis sueños le costaban muy caro a todos, no solo a mí.
Faltaban algunas calles aun y tenía tan solo diez minutos antes de que empezara la clase. Ya me imaginaba como se pondría mi profesor al verme llegar ahí tan impuntual. Volteé hacia el cielo y noté que se encontraba cubierto por las nubes, "genial lo que me faltaba" pensé. Seguí mi trayecto lo más rápido que se pude y me detuve un momento para tomar aire. Jamás me consideré una persona atlética y mucho menos alguien con buena condición física. Odiaba todo lo que tuviera que ver con sudar y moverte en exceso. Cuando volví a revisar el reloj preferí resignarme y tomar asiento en la banca más cercana. Traté de buscar a algún conocido que pudiera llevarme. Casi al instante desistí de la idea, no tenía ni un solo amigo. Desde la salida del club, juliana había estado evitándome y Zac se la pasaba todo el día pegado a Jonathan o con alguno de sus ligues. Seguía estando tan sola como cuando era una cría. Sentí una punzada de decepción, aunque sabía que no tenía el derecho de sentirme así, yo escogí ese camino por muchas cosas y entendía que era lo correcto, la gente traiciona y te abandona cuando ya no le eres de utilidad.
Antes de darme cuenta un auto estaba enfrente de mí y en él, un chico de cabellera rubia se asomaba por la ventana del conductor. Me dedicó una sonrisa radiante que me pareció bastante fingida y saco una mano para agitarla y saludarme.
—Hola preciosa—gritó tan fuerte que dejaría sordo a cualquiera a menos de tres metros de distancia de él.
Lo ignoré como si no se dirigiera a mí y traté de mirar hacia otro lado. Le escuché abrir la puerta, quise levantarme rápidamente porque la situación se tornaba bastante sospechosa, tal vez era algún tipo de chico guapo esquizofrénico. Junté mis cosas e intenté salir corriendo, pero lo que menos imaginé, ocurrió. Comenzó a perseguirme.
Mi corazón latía a mil por hora, sentía que se iba a desbocar del miedo, no podía creer lo que estaba pasando. Ese rubio debía estar loco o con problemas. En verdad no tenía sentido que estuviese siguiendo a una desconocida. Me sostuve de la pared en un callejón cuando pensé que le perdí. Cuando por fin recuperé el aire miré hacia todas direcciones y noté que llegué a la universidad. "Supongo que el miedo vence cualquier cansancio" me convencí y seguí hasta mi respectiva clase esperando el regaño que quise evitar.
—Señorita Montenegro llega usted tarde, sabe muy bien las políticas que tengo acerca del horario—dijo severo—. Espero que pueda explicármelo al finalizar la clase en mi oficina.
Asentí en silencio apenada, y me dirigí a mi asiento. Nada me había salido bien desde el día que me transfirieron a la habitación de Jonathan. Miré hacia enfrente intentando olvidar mis preocupaciones y el maestro continuó dando los anuncios.
—Desde mañana tendrán un nuevo compañero, se transfiere desde Inglaterra y espero que todos sean bastante agradables con él.
Las mujeres comenzaron a gritar emocionadas, obviamente las ilusionaba que un hermoso inglés se quedara con nosotros, la oportunidad perfecta de conseguir un amor de intercambio. Lo único en lo que yo pude pensar es que tal vez sería lo bastante apuesto como para sacarle algunas fotos. Seguí fantaseando hasta que transcurrieron las dos horas indicadas y me dispuse a ir hacia la oficina del profesor Esteban. Él era un fotógrafo muy reconocido, el cual consiguió títulos importantes en todos sus años de carrera. Se podía decir que aquello mismo hizo que se convirtiera en el hombre arrogante y disciplinado que es. Jamás habíamos congeniado y mucho menos podía decir que nuestra relación era estable, cuando tenía la menor oportunidad buscaba una excusa para pelear conmigo y mandarme a detención. Sus castigos eran regularmente dejarme tomar muchas fotografías en exposiciones privadas o en lugares al aire libre donde sacar una sola imagen costaba demasiado esfuerzo, pero no todo era tan malo, me ayudaba a tener experiencia y yo lo respetaba más que a cualquier otro maestro.
Di un gran bocado de aire armándome de valor. Toqué levemente a la puerta y cerré los ojos para esperar su aprobación. Esperé por varios minutos y me extrañó que con el gran sentido de responsabilidad del profesor no estuviera en la hora indicada. Abrí con cautela la puerta, me asomé y vislumbré la imagen de un hombre con la cabeza baja. Sus manos se posaban por debajo de su mentón dándole soporte, mientras estaba sentado en su escritorio. Jamás lo había visto tan serio.
—Disculpe, ¿puedo pasar?— pronuncié con voz queda. Lo que menos quería era perturbarlo más.
Carraspeé toscamente con el fin de que me notara, hizo una expresión confundida y volteó en dirección mía.
—Lo siento, no me había dado cuenta— dijo incorporándose—. Tome asiento.
Elegí el sillón café en el que siempre me sentaba. Ahí había marcado mi territorio por así decirlo, ya que estaba muy acostumbrada a recibir sus regaños en esa oficina.
Editado: 07.12.2020