Jonathan
La mañana había transcurrido como aquellos días en los que Katherine no estaba: tranquila. Pensar todo el tiempo en ella me molestaba, pero era la que se encargaba de eso. Estar compartiendo la misma habitación resultaba muy nostálgico. Me senté frente a mi caballete e intenté plasmar un poco de mis emociones en él. Odiaba tener que tomar muchas clases, pero sabía que la asistencia era bastante importante para aprobar, así que contabilizaba muy bien mi tiempo para llegar a tiempo. Me aburría bastante en esa rutina tan monótona pero últimamente la universidad se volvía más divertida. Molestar a Katherine se había convertido en algo así como un estilo de vida. Me sentía emocionado por primera vez en mucho tiempo, como cuando podía vivir ignorando los deseos de mis padres.
Después de dejar el lienzo completamente en blanco sin saber cómo poner en orden mi cabeza, bajé a la piscina exclusiva de nuestro dormitorio y pensé que nadar un rato ayudaría a despejarme. Pero al llegar lo único que encontré fue una torpe fiesta improvisada. Maldije en mis adentros ignorando a la tanda de chicos que se arremolinaban en la orilla y reprimí las ganas de encender un cigarro. Odiaba bastante aquella regla de campus libre de humo, así que constantemente tenía que reprimir mis ganas de fumar. Tomé asiento lejos de ellos para no hacer mi disgusto tan notorio. No me importaba si pensaban que era antipático, pero mis padres no estarían tan contentos de tener a sus socios quejándose de mi comportamiento hacia sus hijos. Maldita sociedad. Estaba harto de ella.
Me imaginé a aquella rubia obstinada en esta situación e inconscientemente la busqué entre la multitud, esperando verla reaccionar en este tipo de ambiente. Se había vuelto parte de mi rutina diaria buscar ofensas o algo con lo que poder molestarla, eso sin duda era muy satisfactorio. Pasó el tiempo y no encontré ninguna señal de ella. Supuse que era lo normal, no importa qué tanto pudiese cambiar, simplemente algunas cosas no iban a transformarse de un día para otro y esas eran sus habilidades para socializar. Eran terribles.
Miré de reojo como sacaban las botellas de refresco y supuse que lo que contenían era todo menos eso. Recordé un par de ocasiones en que Zac y yo habíamos organizado algunas fiestas clandestinas en la residencia y como nos la habíamos ingeniado para introducir una gran cantidad de alcohol disfrazado.
— ¿Te vas tan pronto?
Hablando del rey de Roma. Dijo Zac a mis espaldas, tomándome por sorpresa. Yo había estado a punto de abandonar el lugar, ya que mi motivo principal de estar ahí era despejarme, no involucrarme con más gente que me generara otro dolor de cabeza.
—No hay motivo para seguir acá.
—Espero que tu razón para irte no sea el que Katherine esté ausente—di un respingo—. Parece ser que eres todo un caso.
—Solo cierra la boca—Zac empezó a reírse.
Me comenzaba a molestar todo ese asunto de que intentara involucrar a Katherine conmigo siempre. Nosotros ya no teníamos nada que ver. Por lo menos no sentimentalmente.
—Pues pienso que te molestaras un poco cuando voltees hacia allá—señaló la entrada.
Miré hacia donde apuntó y no podía procesarlo. ¿Qué demonios hacía Katherine con ese tipo? Los observé por unos minutos y parecía que se divertían bastante. Pero lo que me puso tenso fue el hecho de que Edward posara su brazo en la cintura de ella. Eso me hacía reventar de rabia, era como si estuviera arrebatándome algo que era mío. Busqué calmarme un momento deseando tranquilizarme, pero resultaba imposible; mis sentimientos dominaban a mi razonamiento así actué por impulso. Caminé deprisa en su dirección. Katherine estaba mirándolo, así que no notó mi presencia. La tomé de la mano y la atraje hacia mí; luego sentí el deja vu apoderarse de mí. Le había hecho esto mismo unos días atrás en el desayuno.
—Se nota como se divierten—espeté como si las palabras fueran algo ardiente que tenía que sacar de mi boca.
— ¿Qué haces? suéltame—dijo Katherine disgustada.
Ella fruncía el ceño, siempre hacía eso cuando estaba confundida. El chico se acercó a nosotros y me empujó, haciendo que chocara contra una mesa.
—Vamos, ella te pidió que la soltaras.
Seguía actuando tan prepotente como siempre. Verlo me hacía enojar. Siempre intentaba actuar como el caballero blanco y eso me causaba rechazo.
—No quiero escuchar eso de ti, Edward.
— ¿Se conocen?—preguntó ella alejándose de nosotros.
—Algo así—contestamos al unísono.
Ella nos miró y empezó a reír.
—Como sea, vale, necesito enseñarle el resto de la escuela a este consentido—dijo agotada.
Eso sí que fue una sorpresa. Katherine no era de las personas que se ofrecían a ese tipo de cosas. Ni siquiera le gustaba hablar con sus compañeros de clase, menos la imaginaba como el tipo de persona que daba tours a los nuevos.
—Que buena broma—le susurré y me dedicó una mirada cargada de odio. Supuse que era algo importante para ella, tal vez él le interesaba.
Apreté los puños reteniendo la rabia. Entendía que Katherine podía hacer lo que le viniera en gana, pero era tan complicado. Antes ella no era así, claro... yo había sido el culpable de todo. Se fueron antes de que pudiera articular alguna palabra, esto ya no me gustaba, necesitaba que Katherine se fuera rápido de mi vida, debe dejar mi habitación cuanto antes. O temía que terminara por complicar aún más las cosas.
Editado: 07.12.2020