Como la primera vez

11. Molestias pretenciosas

Capítulo 11

Katherine

Sin duda el chico rubio consiguió asustarme. Ahora si pensaba que era un tipo de psicópata. No podía escapar del encuentro, literalmente estaba acorralada. Mi única opción era encararle.

— ¡¿Por qué has estado siguiéndome?!—le grité enojada. Hizo un gesto extraño y trató de protestar—. ¿Eres un tipo de acosador?

Le tenía contra la pared, cualquiera en su posición hablaría, pero sucedió todo lo contrario. Se recargó y sacó un cigarrillo del bolsillo, después buscó el encendedor y hábilmente lo prendió para de nuevo dirigirme la mirada.

—Tú sí que estás loca.

— ¿Disculpa?—pensé que había escuchado mal.

—Lo dije muy claro. Si piensas que alguien como yo se está interesado en ti, estás muy equivocada.

Era todo un bastardo. Idéntico al idiota de Jonathan, decían hasta las mismas frases. El tipejo se creía la gran cosa, como todos los de su clase.

—Pues el que hayas estado siguiéndome dice todo lo contrario. Ni siquiera te conozco y tampoco tengo ganas de hacerlo—levantó una ceja y empezó a reírse como si no pudiera creérselo. Típica reacción.

—Tengo muchas cosas que hacer como para perder mi tiempo contigo. Me voy y deja de aparecerte cerca de mí.

Salí de ahí sin entender qué era exactamente lo que pasó pero lo último que deseaba era encontrarme con él de nuevo.

Llegué a la habitación y Jonathan se encontraba pintando como de costumbre, odiaba admitirlo pero de verdad era muy bueno en lo que hacía. Me senté en un rincón y cogí la cámara. Últimamente este buscaba cualquier pretexto para meterse conmigo, siempre fue así de molesto pero había querido pensar que el tiempo había sido caritativo con él y le había concedido por fin la madurez necesaria, lo que no fue así. Repasé las fotos que recolecté en todas mis detenciones, podría hacer ya mi propia galería de arte con tanto material, pero sabía que necesitaban una mejor calidad y también deseaba que tuvieran una clase de vida propia. No deseaba ver la imagen y sentir que le faltara algo. Necesitaban ser perfectas, que me gustaran y me fascinaran, pero no solamente a mí, sino a todo aquel que las mirara.

Volví a ver a mi terrible ex y su perfil era bastante hermoso. Sus facciones eran refinadas y su nariz era pequeña, aunque en verdad tenía una linda curva y su mentón siempre me fascinó. Una de las razones por las que me interese en él, fue que solo me llamaban la atención los morenos; aquellos rubios ricos me resultaban bastante insípidos y no se acercaban a mi chico de ensueño. Hasta en eso lo maldecía, físicamente era todo lo que me atraía.

De pronto, sentí como una almohada se estrellaba en mi rostro tirándome la cámara de las manos. Me quedé paralizada con los ojos muy abiertos.  Todo transcurrió en un instante. Volteé hacia Jonathan y el maldito crío estaba partiéndose de risa mientras me señalaba.

—No tenía idea de que pudieras concentrarte tanto pecosa—me sacaba de quicio que me dijera así, ese apodo estaba en el pasado.

Furiosa era poco para describir lo que fluía dentro de mí ser.  En serio deseaba ahorcarle.

—Es mejor que te prepares, tal vez amanezcas muerto o sin hijos un día de estos— le espeté vengativa. Esbocé una sonrisa malévola mientras buscaba algún libro de mi pequeño estante encima de mi cama.

—Los libros son para leer no para arrojarlos— dijo con cautela, tenía los ojos entre abiertos y ya estaba en posición de defensa. Nunca tuve la intención de lanzárselo pero ahora que él lo mencionaba... no resultaba tan mala idea.

Bajé los dos libros más pesados que tenía, para poder estamparlos en su rostro. Pero pensándolo bien, mejor en su cuerpo o su parte íntima, ya que tal vez si sufría de un dolor intenso sería muy probable que no se volviera a meter conmigo. Pero cuando iba a tirar el primero, el corrió hacia mí y me hizo caer estrepitosamente en la cama. No conseguí reaccionar a tiempo y acabé con él encima de mí. Acercó sus gruesas y cuidadas manos a mi cara y yo cerré los ojos por instinto. Pude percibir un dolor agudo proveniente de mis mejillas lo que ocasionó que comenzara a patearlo con todas mis fuerzas.  Se las había tomado en contra de mi rostro.

— ¡Ya, me rindo!— dije casi en un grito ahogado—. ¡Suéltame que me lastimas!

—Ese es el punto—contestó serio—. Por lo menos yo no busco matarte con literatura.

Cuando por fin me libré de sus manos y me froté el rostro para masajearlo, lo miré con todo el odio que fui capaz. Era un bruto sin delicadeza.

—No seas tan dramático, fuiste tú el de la idea.

—Parece que aún no aprendes la lección.

 Mi cuerpo tembló y en acto reflejo cubrí mi cara con mis brazos, aunque yo pareciera más dramática que él, de verdad dolía mucho.

—Está bien, no haré nada más. Ahora, bájate porque si no grito hasta que venga alguien.

—Para tu suerte no me gustan las chicas planas. No te tocaría ni con un palo. Además, no soy ningún violador o algo como eso. Las mujeres se me lanzan a mí no yo a ellas.

Apreté los puños conteniendo la ira, como si a mí me gustaran los estúpidos engreídos, todos los ricos eran iguales. Me volví hacia la pared y tranquilizándome me quede sumida en un sueño profundo. Ya no quería seguir pensando en él y su forma odiosa de ser.



#28 en Joven Adulto
#331 en Otros
#155 en Humor

En el texto hay: drama, venganza, exnovio

Editado: 07.12.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.