Katherine
Ahora sí podía decir que la suerte me había dado la espalda. Es decir, ¿de verdad había sido emparejada con él? ¿Cómo pudo eso ser posible? En un dormitorio tan abastecido de personas, tenía que tocarme con el único al que en verdad detestaba. Desde el inicio pensé que mi compañero terminaría siendo Edward, puesto que el maestro me lo encasquetaba para todo y en estos momentos claramente no me hubiera molestado ser su pareja. Ya que al final estaría con el pretencioso de Jonathan. El cual se volvía cada vez más molesto y entrometido.
Un gran ejemplo de ello era sin duda la escena de la pasada noche, en donde llegó de repente para estropear mi grandiosa salida con Edward. Hasta se permitió decir cosas muy hilarantes sobre él en mi cara, pensando que le creería y lo dejaría ahí. Estaba loco si todavía tenía la idea de que yo aún consideraba sus opiniones.
Exhalé e intenté disimular mi descontento. No quería ser tachada como una insolente por todos los presentes, más sabiendo lo adorado y respetado que era Jonathan entre esa gente. Decidí controlar mis emociones y dirigirme a mi cuarto sin más. Pero antes de siquiera poder entrar, aquel idiota ya me estaba esperando a las afueras de la habitación. Tenía los brazos cruzados, sus hombros tensos y me veía desafiante.
—Por favor, apártate—le dije mientras suspiraba cansada—. Mañana hablaremos de que haremos como proyecto, por hoy no deseo amargarme con tu nefasta presencia.
— ¿Sabes? esta será igualmente mi calificación—espetó con desdén—. Y obviamente me preocupa estar con una persona tan poco profesional, que claramente, si tiene tiempo para andar en citas con un chico como ese, también debería tenerlo para hacer su labor como estudiante. Aunque, cuando se trata de trabajos, prefieres aplazarlos hasta cuando se te da la puta gana.
Sufrí una oleada de inmensa cólera, “¿cómo es que se atrevía a tratarme de esta manera?”
—Cállate, tú a mí no me hablas así. No soy una de tus locas enamoradas, no tienes el derecho de tratarme de esta manera. Y métete esto en tu insignificante cerebro, si es que mínimo funciona para recordar cosas—lo señalé con el dedo índice—. No creas que eres más que yo. Puede que dinero te sobre, pero mi talento es igual de bueno que el tuyo.
Sin dejarlo responder, lo empujé con el hombro para que me dejara pasar. Se retiró del umbral, dándome espacio y cuando puse un pie en la recámara, me percaté de como algo obstruía mi camino y me obligó a descender. Antes de procesarlo, había caído de bruces al suelo. Mi cara se hundió completamente en la alfombra, haciéndome expulsar pelusa por mi boca al momento de alzar la cabeza. Miré hacia Jonathan mientras intentaba incorporarme, y él tenía una sonrisa burlona, el infame me había metido el pie.
— ¿Tienes cinco años?—le pregunté incrédula—. No puedo creer lo que acabas de hacer.
Y como si yo, hubiera recitado el chiste más gracioso que había escuchado en su miserable vida, él estalló en unas ensordecedoras carcajadas. Sentí mi cara arder de vergüenza. Me ponía aún más furiosa que él no se tomara en serio lo que le decía.
—Púdrete en el infierno. Vamos, hazlo—escupí al momento en que me incorporaba e intentaba cerrar la puerta de un golpazo—. Que tú estúpida pierna tome las fotos.
Estábamos frente a frente y lo empuje con todo mi ímpetu. El seguía riendo y por instante quise asesinarlo ahí mismo; de esa manera no podría volver a existir un idiota tan grande que disfrutara tanto joderme la vida.
—Deja de ser tan dramática—alzó las manos en señal de rendición—. Tenemos que ponernos en acción, yo siempre soy el número uno en todo, deberías saberlo bien. Y quiero serlo en esto también.
—Claro que entiendo tu tendencia vanidosa, conviví con tu ego desgraciadamente por varios años—realicé una mueca de pesar—. Pero no me subestimes y hazme el favor de comprender que yo ahora soy tu compañera y debes tratarme como tal. A diferencia de ti, no soy solamente la mejor de mi especialidad, sino también de toda la universidad. Así que seré yo quien no aceptará mediocridad de tu parte.
Le dediqué la mirada más cargada de odio posible. Demostrando que no me intimidaban sus palabras. Me di media vuelta y caminé hasta mi cama para dejarme. Estimaba que Jonathan aún me miraba fijamente, por lo que no podía evitar soportar ese momento incómodo que creaba.
—Ya basta—dije enfadada.
— ¿De qué?—se hizo el inocente, nada más le faltó revolotear las pestañas.
—Si tienes otra cosa que decir, adelante—puse los ojos en blanco.
Lo oí dar unos pasos hacia el armario, y luego, advertí el leve hundimiento de mi colchoneta cuando este tomó asiento en ella.
—No podemos seguir así, necesito esa victoria. Ir a Viena es algo que tengo pensado hacer desde hace tiempo, pero que la universidad no me ha permitido—se frotó la barbilla pensativo—. Además, ese viaje te beneficia tanto como a mí. Por esta ocasión, hay que olvidarnos de toda esta basura de nuestro desastroso rompimiento. Te lo ruego Kate, solo por esta vez.
Sus ojos reflejaban cierto brillo de esperanza. El en verdad quería esa alianza conmigo y tenía que reconocer que no sonaba para nada irracional. Pudiera ser que lo que lo estaba deteniendo de ir a un sitio tan maravilloso como Viena eran sus responsabilidades en la universidad pero para mí incluso soñar con ir ahí parecía demasiado pedir. Lo necesitaba más que él, y Jonathan lo sabía.
Editado: 07.12.2020