Como la primera vez

15. Cautivadora inspiración

 

Jonathan

¿Quién era la mujer que estaba delante de mí? En un abrir y cerrar de ojos, Katherine cambió  su característica fase de chica neurótica, a una alegre y motivada. La contemplé pasar su mirada por el parque, estaba viendo directo a una pequeña, lo que la hizo sufrir una desgarradora batalla interna consigo misma, recordando cosas desagradables, que la habían marcado y que debieron ser muy dolorosas de rememorar. Me ilusionaba el suponer que no todos esos malos momentos los pasó conmigo, ya era bastante difícil estar siempre viéndola a la defensiva, no ayudaba a la situación incómoda por la que pasábamos.

Aquello me hizo reflexionar acerca de su estilo de vida al momento de conocernos. Esa pequeña de ojos aceitunados y de cejas pobladas, no era especialmente una adolescente valiente o una chica con corazón duro; el suyo era muy blando, como un malvavisco; pero a la vez, se asemejaba mucho a un diminuto ratón blanco, repleto de timidez y nerviosismo, alguien que se la pasaba temblando y que vivía con el miedo de que se atrevieran a levantarle la voz o a verla a los ojos. Sin embargo, a pesar de su personalidad introvertida y su seriedad, estar con ella era lo más relajante del mundo, y lo disfruté hasta casi volverlo un pecado mortal. Pasar aquella época con Katherine sería algo que siempre atesoraré. Aunque no se lo haga saber.

***

Katherine al final solo me había mandado a comprar una nieve. Casi me puse a refutarle sobre lo majadero que se escuchaba su petición en la circunstancia en que nos encontrábamos, pero ella mencionó que era necesario y ya no rechisté. Caminé indeciso al carrito del heladero, el cual estaba abarrotado de personas, tal el caso, que la fila alcanzaba a darle una vuelta completa a la fuente, esa que estaba situada enfrente del puesto. 

— Esto es una tontería— solté mofado. 

De reojo observé a Kate, y esta sonreía, como una cálida puesta de sol. Llevaba su cámara entre las manos, y de vez en cuando, enfocaba hacia algunos sitios. Cuando casi era mi turno, ella corrió hasta donde me encontraba.

— ¡Jonathan!—gritó entusiasmada— compra tres de ellos, de diferentes sabores. 

Fruncí el ceño.  

— ¿Tres?— ¿Estaba jugando conmigo? ¡No tenía sentido! 

—Sí, como has oído— dijo indiferente.

— ¿Te comerás dos tu sola? Vaya, si tienes tanta hambre podemos pasar a comer—me encogí de hombros. Me percaté de como rodaba los ojos.

—Solo haz lo que te pido, por favor.

Quise negarme a su absurda petición pero no fui capaz de decirlo. 

—Te esperaré sentada allá—señaló directamente a un árbol decrépito, que podría tener cincuenta años de vida. En serio, ella era extraña, todo un bicho raro.

Con paso lento, me dirigí hasta aquel árbol que había indicado, me esforcé por ubicarla pero ya no se encontraba por los alrededores y el montón de niños corriendo hacían mucho más complicada la tarea de encontrarla. Di varios recorridos por el parque y cuando la localicé, se encontraba sentada al lado de una chiquilla, que vestía harapos y le cubría unos mechones marrón rojizos. Era la niña que la miré observando unos momentos atrás. Me acerqué cautelosamente al lugar, temiendo arruinar la posible conversación de las dos, ya que se veían bastantes concentradas, Katherine acariciaba suavemente la cabeza de la niña, mientras la otra proclamaba cortas oraciones que no alcanzaba a percibir.

—Verás que él está en camino—aseguró Kate con voz mortificada.

La niña asintió, y se quedaron quietas, como si fueran alguna escultura, las dos igual de preciosas y afligidas. La mirada de Katherine viajó hasta dar conmigo, se quedó congelada por unos segundos, para después tensar la quijada. Pasó un momento y me hizo un gesto para que me animara a arrimarme.

—Este es Jonathan—le dijo a la niña—Es un...— dudó un breve momento sobre qué decir a continuación, lo que me produjo cierto enfado—. Mi compañero de universidad, estamos aquí para trabajar en un proyecto que nos encargaron, pero también, hemos decidido comprar un helado de más, ¿Verdad?

Ahora ella me presionaba con una mirada de perrito abandonado, quería que le ayudara a salir de esa situación tan comprometedora. 

—Claro— afirmé.

Ahora ya sabía que ella tenía todo esto planeado, por eso me pidió que trajera tres nieves, esperaba que Kate no se hubiera convertido en una traficante de niños, todo era muy sospechoso.

— ¿Ves? Te dije que puedo darte una, ya no tienes que seguir esperando a que venga tu padre con el dinero para el helado— pronunció en un murmullo estrangulado, casi sollozando.

La niña la vio como si fuera el increíble héroe que estaba aguardando tan perseverantemente, sus ojos brillaron de admiración y le dedicó una preciosa sonrisa de dietes faltantes. Sentí como algo se removía en mi estómago, estrujándolo salvajemente cuando aparecieron los melancólicos recuerdos.

— ¿En serio? ¿Esta es tu casa?—preguntó asombrada Katherine el día que la llevé por primera vez a mi hogar para hacer un ensayo que nos dejaron de tarea. Comenzó a vagar por toda la estancia, recorriendo hasta el más minúsculo centímetro de mi domicilio, como si pretendiera grabarse en la memoria donde residía.



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En el texto hay: drama, venganza, exnovio

Editado: 07.12.2020

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