Como la primera vez

23. Plan en marcha

Katherine

La información que aquella tarde Zac me proporcionó me cayó como anillo al dedo. Sin duda alguna por fin los acontecimientos girarían en torno a mi beneficio.

—Jonathan en estos momentos debe estar dando la prueba para porristas.

Al principio de esa revelación, mis pensamientos cortaron cualquier enlace con mi parte coherente y se quedaron vagando en la confusión del por qué alguien como Zac le haría eso a su mejor amigo.

— ¿Se puede saber qué te motivó a hacer todo esto?—le pregunté con desconfianza. Tal vez ésta sería otra jugarreta de Jonathan contra mí, y aunque fuera Zac de la persona que estuviese hablando, más valía prevenir que lamentar—. La probabilidad de que traiciones a Jonathan  es casi nula—aseguré.

—Lo hice por ti—confesó después de un breve silencio y bajó la mirada antes de que pudiera observar del todo el sonrojo que se posó en sus mejillas—. Pero no lo vayas a malinterpretar, fue porque sentía que tenía el deber de darle una lección por volver a sospechar de ti, siendo que no debería de haberlo hecho.

No podría estar más de acuerdo. Pensé.

  —Entonces, ¿qué es lo que planeaste?—supuse que sería una larga tarde, por lo que me senté a su lado y me dispuse a mirar junto con él hacia la ventana del comedor.

—Exactamente lo que piensas. Entrará casi de manera automática, ya que todos piensan que el estar tan siquiera en el mismo sitio que él es una bendición divina.

—Escalofriante—dije casi al instante.

—Eso mismo pienso yo.

Ambos nos reímos por lo tontas que podían llegar a ser las personas. Y poco después de eso, me despedí de él y salí disparada a encontrarme con mi cómplice. Había quedado de verme con Edward en el gimnasio antes del anochecer, ese día seguiríamos con la fase de mi plan de venganza; y por obvias razones necesitaría empezar con el entrenamiento.

—Por dios Katy, no sé cómo logras convencerme para ayudarte en estas misiones ridículas—suspiró Edward con pesar.

  —Porque soy tu única y mejor amiga, nada interesada que siempre está ahí para ti—le respondí con aire de suficiencia. 

—Creo que has dado en el clavo—rodó los ojos y caminó por el contorno de la cancha de basquetbol  mirando con preocupación hacia todos lados—. Katy, yo soy el más interesado en que ese engreído de Jonathan reciba su merecido, pero creo que te estás adentrando demasiado en el papel, temo que esto termine por consumirte; recuerda que aún tienes sueños que cumplir en la universidad. A este ritmo puede que peligre tu estadía en este lugar.

Quise reprochar a sus palabras, pero no me había dicho nada que no hubiera considerado antes. Lo entendía, estimaba las consecuencias de que todo esto saliera mal; pero ya había tenido suficiente de las mentiras de la gente cercana a mí. Si yo no comenzaba a defenderme de ese tipo de personas que suponen la vida gira como les place, terminaría limpiando sus oficinas de una u otra forma. 

—Vamos, tú sabes que no soy conocida como la más inteligente de mi curso por nada. Mejor enséñame los pasos básicos que debe saber toda porrista.       

Coloqué los brazos en jarra y le sonreí.

  —Aquí has traído al chico equivocado. ¿Cómo se supone que lo sepa?

—Pues podrías haber revisado en Internet antes de venir—pronuncié con inocencia fingida y sentí su fría mirada atravesarme. 

  —Me pregunto porque tu no lo hiciste entonces—me reprochó ahora molesto—. Te recuerdo que yo también tengo una vida.

  —Vamos Edward, no haces más que esperar que aquella camarera te llame—sin querer había dado en un punto sensible, y sacudió su cabeza en negativa.

—Cada vez haces que tenga menos ganas de colaborar contigo.

—No mientas, sé que me amas y me ayudarás sin importar cuanto te diga la verdad, porque eso es lo que te gusta escuchar y no mentiras vacías.

Y con esas últimas palabras sabía que me ganaba de nuevo su corazón.

  —Me enfermas con toda esa labia—contestó luego de conseguir dejar de estirar tantos sus labios, por la felicidad que le produjo mi comentario. 

Era triste el ponerme a pensar sobre todas aquellas situaciones que llevaron a Edward a ponerse así de contento cuando alguien le hablaba de forma sincera; aunque había pasado muchísimas situaciones con Jonathan, aún era incapaz de comprender en su totalidad la mente de los de su clase, siempre tan calculadores y manipuladores, ¿cuál era la necesidad de entablar amistades para conseguir más dinero si ya tenían suficiente? Nunca terminaría de entenderlo. Sacudí la cabeza intentando no empatizar con el enemigo. Aquellos recuerdos nunca me ayudarían a completar mi venganza. Sin embargo, los conservaría a forma de prueba, la evidencia de que logré salir adelante con mis propios méritos, que el engaño de Jonathan con aquella chica rica cuando éramos jóvenes, solo me sirvió para abrirme los ojos sobre cuán dura podría llegar a ser la vida, y que sin saber qué cosas pasarían, siempre debíamos levantarnos y no mirar atrás. 

***

  —Bien intenta decir una porra como primer paso—me ordenó Ed, ahora con el aura de un profesional.



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En el texto hay: drama, venganza, exnovio

Editado: 07.12.2020

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