Como la primera vez

25. Castigo

Katherine

Eran las nueve de la mañana del día siguiente del altercado con Isabela y nos encontrábamos ambas a la espera del castigo que recibiríamos por parte de Sarah. Ni siquiera tenía sentido pensar en lo injusto que era esa situación para mí. Lo único que hice fue esforzarme mucho por aprender lo básico del entrenamiento cuando llegó Isabela hecha una furia a reclamarme por entrar al equipo. El solo recordarlo hacía que mi cólera volviera. Me resultaba increíble que después de todo lo que me hizo tuviera el descaro de pedirme explicaciones. Algunas personas eran demasiado desvergonzadas.

Pensé de nuevo en la reacción de Jonathan cuando regresó a la habitación y no parecía para nada enojado conmigo. Más bien se dedicó a darme unas miradas ocasionales, y para mi decepción no tenían nada que ver con deseo o interés. Parecía más bien como si estuviese sospechando de mí. Bufé. Al parecer no podía terminar de creerse mi acto de amabilidad.

Me senté en una de las gradas de la cancha de baloncesto y me alejé lo más que pude de Isabela. Sentía que si volvía a abrir la boca para decir algo, me le echaría encima y le arrancaría sus bonitas extensiones. Yo no solía ser alguien que le gustaba meterse en problemas, mucho menos en algo que involucrara golpes y violencia, pero no podía evitar sentirme con ganas de destrozarle la cara a esa chica cada vez que me la topaba. Era exasperante.

Contrólate. O vas a terminar más días a primera hora de la mañana aguardando tu castigo. La noche anterior casi fui a buscar  a Sarah hasta su nueva habitación. Estuve a nada de protestar por su decisión, ya que no hacía tanto tiempo había tenido que pagar las consecuencias de su altercado con Victoria. De hecho, era por ella que terminé metida en esa jodida situación con Jonathan. Listo, ya tenía una razón más para ir a quejarme. Lamentablemente era demasiado tarde para cambiar los hechos, puesto que venía entrando acompañada de las sub-capitana, ambas vestidas en ropa de yoga.

—Hola, chicas—saludó.

La miré con recelo mientras le indicaba a Isabela que se sentara a mi lado. Cruzamos miradas asesinas mientras se acomodaba a mi costado. Coloqué los brazos en mi pecho para no cometer algo de lo que después me arrepentiría.

—Bien. Seré clara y concisa. Sé que ninguna de las dos se lleva bien y no es mi intención que arreglen ese asunto y de pronto se vuelvan las mejores amigas—comenzó con su discurso—. Pero si espero que por lo menos sean capaces de ignorarse en la medida de lo posible. No puedo permitir que la práctica se vuelva una pelea de mercado. Necesito que ambas se comprometan a hablar sus diferencias para que no tengan que llegar de nuevo a los golpes. Y para lograr eso les tengo un encargo muy importante.

La sub-capitana lanzó la bolsa negra que cargaba. Cayó justo a los pies de Sarah, esta introdujo su mano y sacó una camiseta roja.

—Cómo verán, mandamos a hacer unos trajes muy lindos para el equipo. Pero cometieron un error en la etiqueta trasera, así que me gustaría que cosan ésta que tengo acá. Qué es la que buscaba.  

Isabela fue la primera en protestar.

—¿Por qué tengo que hacer algo así? Yo pago para que borden mi ropa, no al revés. Yo no soy una empleada.

Sarah se llevó las manos a la cadera. Desafiándola a decir algo más. Isabela captó la indirecta y guardó silencio.

—Tenía pensado por supuesto llevarlas a un sitio especial pero creo que ustedes dos harán un mejor trabajo. Ya que me imagino estarán un buen tiempo en ello podrán hablar y llegar a un acuerdo para no armar de nuevo un circo en mis práctica.

 Nos lanzó una prenda a cada una y nos tendió el set de hilo.

—Aquí tienen todo lo que necesitan—agregó mientras se aproximaba a la salida—. Ah, y olvidé decirles que tienen hasta el viernes para entregarlas. Tenemos una presentación el sábado por la tarde y tiene que estar todo listo. Buena suerte.

Me levanté para decirle a Sarah que era una idea descabellada, pero mi queja se quedó en el aire cuando azotó la puerta tras ella sin darme la oportunidad de decirle lo ridículo de la situación. Faltaban solo tres días para el viernes y no sabía cómo bordaría tantas camisas con una compañera tan inútil. Exhalé resignada. Si algo había aprendido de que siempre me salieran las cosas mal, era que uno debía aceptar lo que llegaba y no estancarse pensando en por qué terminó de esa manera.

Así que eso hice, acepté mi destino y comencé a hurgar en la bolsa para dividir las prendas por la mitad. Pero cuando volteé hacia mi compañera para darle indicaciones, miré que estaba recogiendo sus pertenencias.

— ¿Qué haces?

— ¿Qué no ves? Me marcho. No pienso hacer nada de lo que dijo Sarah, es una ridiculez.

Solté lo que tenía en la mano y caminé hasta Isabela. Estaba harta de su actitud.

—Yo tampoco estoy para nada contenta de que me hayan castigado por algo que tú provocaste, pero tenemos que hacerlo. Así que regresa y toma tu parte. Que tiempo es lo que menos nos sobra.

La hostilidad entre nosotras era abismal. Se sentía la tensión en el aire y nadie en el mundo deseaba más que yo mandarla al carajo y dejar todo botado. Pero le debía muchísimo a Sarah, ya que me permitió unirme al equipo aun cuando era tan pésima en todo lo atlético y no podía fallarle. Así que me tragaría mi orgullo y trabajaría con esa arpía.



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En el texto hay: drama, venganza, exnovio

Editado: 07.12.2020

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