Jonathan
Miré a mis padres después de tanto tiempo y me quedé congelado en mi lugar. Era tan surrealista para mí estar atrapado en aquella situación. Mi hermana se puso de pie y nos recibió a ambos. Katherine estaba demasiado nerviosa y yo solo me dediqué a guardar silencio, sin saber que esperar de la actitud de mis padres.
—Hola, los estábamos esperando.
Fue mi hermana quien volvió a dar el primer paso en aquella incómoda situación. Volteé a ver de nuevo a mi acompañante y casi me hizo reír su cara de consternación. Si hubiéramos estado en otro lugar, me hubiera mofado de su actitud, ya que había sido ella en primer lugar quien insistió en asistir. Sin embargo, no quería mostrarle a mis padres ni un poco de mi personalidad ni nada, solo quería mantenerme al margen y pasar la velada sin conversar demasiado. Dejaría que todo fluyera como Beatrice deseaba y me iría tan pronto termináramos con la comida. Le di un leve roce a Katherine en la espalda para que tomara asiento, aún desorientada por lo que pasaba, simplemente aceptó lo que le indicaba y se sentó no muy segura de si lo que hacía era lo correcto.
—No saben lo feliz que estoy de que por fin estemos reunidos como familia.
Volvió a decir mi hermana. Debía darle créditos por lo mucho que intentaba volver a unirnos, pero lo que ella no acababa de comprender era que esos lazos solamente podían ser irrompibles cuando las personas eran cercanas y en verdad ese vínculo pudo ser consolidado, y en nuestro caso, nunca fue así. Tardaron un poco más de lo esperado en volver a sus posiciones y cuando lo hicieron, no dejaron de observarme a mí y a Katherine con severidad. De seguro preguntándose quién podría ser ella que hasta me atreví a traerla. Debían estar analizándola para luego investigar de que familia adinerara era parte o por lo menos estar conscientes de sus antecedentes y que no vaya a dañar la reputación de los Parker. No pude evitar sonreír pensando en la sorpresa que se llevarían cuando descubrieran que era la misma chica de la que me pidieron alejarme hace años. Pocos minutos después, llegó el vino.
—Me ha contado Beatrice que te va muy bien en la universidad. Mi hermana también dice que eres uno de los mejores alumnos—sentenció Vivian Parker.
—Así es. Después de todo si demostré algo de talento, ¿no es así?
—Johnny—me regañó mi hermana.
—Parece que todavía te siguen faltando unas clases de modales—indicó Bruno Parker, mi padre. Siempre tan inflexible.
—Abandoné todas esas tonterías cuando me fui de casa. Y creo que no pude tomar una mejor decisión.
Miré el rostro de mi padre ponerse rojo de ira. Mi madre parecía querer acabarse su copa de un solo trago y Katherine parecía una estatua de piedra a mi lado, como si con tan solo respirar, llamaría la atención de todos. La tensión era tanta, que podía ser cortada en dos.
—El camarero ya trae la comida. Estoy segura que te encantará, Kate.
—Estoy segura de que será así.
— ¿Cuál es tu nombre, señorita? —preguntó mi madre. Para cualquier otra persona que no la conociera, sería como cualquier señora intentando establecer una conversación común y corriente, pero nadie sabía mejor que yo, que Vivian nunca tenía buenas intenciones.
—No tienes por qué saberlo—intervine—. No es como que vayan a verse de nuevo.
— ¡Jonathan! —Rugió Bruno—. ¡¿Cómo te atreves a hablarle de esa manera a tu madre?!
Rodé los ojos.
— ¿Cuál es el problema padre? ¿O es que me vas a pegar aquí también por ser irrespetuoso?
Sabía que estaba hablando más fuerte de lo que debería hacerlo, pero no me importó. Si todavía siguiera viviendo con ellos y dependiendo económicamente de lo que me daban, probablemente intentaría cuidar mis palabras y ser prudente, para así no manchar su reputación y no ganarme una paliza llegando a casa. Bruno Parker era un alcohólico. Disfrutaba pasearse con sus miles de secretarias por la ciudad y regresar borracho aventando cosas y agrediéndonos verbalmente a mí y a mi madre. Vivian Parker no era más que una marioneta sin voz ni voto. Educada desde siempre ha ser la esposa perfecta, nunca dejaba que los demás se enteraran las condiciones de vida tan miserables en las que se encontraba y probablemente si ella no hubiera actuado como si no mirara cuando mi padre me usaba como saco de boxeo, no la despreciaría tanto como lo hacía. Miré a mi hermana, quien parecía se desmayaría en cualquier momento del estrés. No podía entender como ella seguía siendo tan buena y misericordiosa con nuestros progenitores, no cuando la habían vendido a aquel señor. Cada vez que recordaba a mi hermana arrodillada frente a mi padre, suplicándole que no la separara del que era su novio y no la vendiera a ese hombre, se me revolvía el estómago. Yo había sido demasiado menor en aquel entonces, todavía pensaba que mis padres eran los seres más supremos e omnipotentes en el mundo y por miedo no me atreví a intervenir. Simplemente contemplé con impotencia la escena desde la esquina de la habitación, mientras mi hermana se deshacía en llanto y desesperación.
—Por favor, compórtate Jonathan. Bastante desgracia nos has traído—mi madre se echaba aire con las manos al rostro, para aligerar su bochorno.
—Dejen de pelear. Yo los invité hoy para que tuviéramos una charla amena y pudiéramos cenar en familia—dijo Beatrice aparentando serenidad, sin embargo yo miré como le temblaba la comisura del labio.
Editado: 07.12.2020