Jonathan
Aquella noche con Katherine en la habitación de motel, despertaron muchas emociones en mí que ya no recordaba. Comencé sintiéndome extrañamente feliz por sentir sus labios, y unos momentos después, la confusión se abrió paso porque no entendía qué demonios hacía correspondiéndole el beso de aquella manera tan comprometida a mi exnovia, y sobre todo, estuve asustado de saber que todavía ejercía tanto poder en mí. Siempre me resultó difícil resistirme a sus encantos, Katherine era una chica extremadamente hermosa y muy amorosa, demasiado tímida para ser social, pero eso no le quitaba la capacidad de ser leal y atenta con todos aquellos que la rodeaban. Entendía muy bien que la única razón por la que se volvió tan arisca, no fue porque algunos tontos adolescentes ricos se hayan metido con ella en la secundaria, sino por la manera en que la dejé. A veces quería ir e intentar hablar con ella sobre lo ocurrido, contarle que no fue mi intención que las cosas terminaran así, ni que tampoco buscaba herirla y arruinarle la oportunidad de rehacer su vida con otras personas de manera normal. Así que cuando me percaté que las cosas se estaban saliendo de control, acepté que deseara alejarse y simplemente me di media vuelta, sin sentirme con la capacidad necesaria para confrontarla.
No era tan estúpido como para creer que ella me había perdonado solamente por besarme, y también era consciente de que aunque intentaba fingir últimamente que le agradaba, algo no estaba del todo correcto en eso, pero no me atrevía a sacar el tema a colación. Katherine era una persona que siempre tenía un plan entre manos, y no era de las que actuaba o hacía las cosas simplemente por hacerlas, siempre tenía un motivo para ello y eso en realidad me agradaba de ella. Nunca conocí a otra persona más juiciosa y trabajadora. A pesar de batallar toda la vida para obtener lo que deseaba, nunca se rindió aunque sabía que estaba en desventaja. En muchas ocasiones tuve que consolarla porque le robaban oportunidades de la forma más vil e injusta, pero ni eso logró hacer que ella se rindiera. Volví a recordar el incidente de la cámara y quise golpearme nuevamente por desconfiar de ella. Prácticamente actúe como si no supiera quién era en realidad y me comporté como el bastardo más grande del planeta. Suspiré e intenté encontrar la mejor manera de enmendar la situación, y empezaría dándole una mano con lo de la cámara. Si por mí fuera, iría y encargaría la más costosa y profesional de todas, pero estaba seguro que Katherine no la aceptaría ni en un millón de años porque se sentiría ofendida, así que averiguaría el antiguo modelo de la que usaba y buscaría simplemente darle un reemplazo.
Al día siguiente, todo parecía marchar más que bien, puesto que no actuaba de forma rara ni recelosa. Parecía como si nada hubiera pasado, y aunque eso en el fondo me decepcionaba un poco, creía que por lo menos esa reacción era mejor a que intentara evitarme. Nos encaminamos nuevamente al dormitorio, y seguía agradecido con Beatrice por haberme ayudado con el permiso. Estaba seguro que mi tía jamás le negaría nada a su sobrina favorita y estuve en lo correcto, así que en cuanto tuvimos el descanso suficiente, decidimos que era hora de volver. Me sentía bastante cómodo con Katherine a mi lado, era hasta más reconfortante que en el pasado, pues antes siempre estaba a la defensiva y cuidando que no nos vieran juntos, no porque no deseara presumirla como mi novia, sino que debía cuidarla de mis padres y que estos no se enteraran de su existencia, pues si lo hacían, intentarían hacerle la vida de cuadritos a ella y a su familia. Un sentimiento oscuro me invadió al rememorar aquel tiempo, pues de nada había servido mi frialdad, y de igual manera terminé alejándome de ella, y además, creándole una horrible memoria. Pero estaba seguro que ya nada como eso volvería a ocurrir, así que creyendo que podíamos tener otra oportunidad de mínimo ser buenos amigos, comencé a pensar en qué decirle para conversar, y sin embargo, esa peste llamada Edward volvió a aparecer para amargarme. El que se llevara tanto con Katherine me molestaba demasiado. Todavía me costaba distinguir si lo que más me enfurecía era el hecho de que ella pasara tanto tiempo y confiara así en otro hombre, o que fuera específicamente ese bastardo a quien ella adoraba tanto. Nunca me había dado buena espina y desde el primer día que nos vimos, supimos que no tendríamos una bonita relación. Y ahora que parecía demasiado cercano a ella, temía que mis suposiciones fuesen ciertas y acabara por hacerle más daño. Apreté los dientes cuando llegamos y él la estaba esperando en la puerta. Quise decirle que se marchara por donde vino y dejara que ella descansara, pero al parecer Katherine seguía decidida a ayudarlo, por lo que realmente frustrado por su elección, me metí al dormitorio y la dejé fuera para que marchara con él. Me maldije por ser tan estúpidamente inmaduro, pero aquellas emociones eran tan extremas y desconcertantes, que realmente me hacían actuar como alguien desquiciado. Me eché de una en la cama, esperando que la sensación de malogro se fuera con el tacto de mi suave colchón y me prometí cambiar mi actitud, pues así no lograría resolver ni un carajo de mi situación incierta con Katherine.
Unas horas después, mientras padecía un enorme cargo de consciencia por dejarla fuera, escuché que golpeaban a la puerta y pensé esperanzado que por fin regresó. Deseaba enmendar todos mis errores y pedirle perdón de una buena vez, pero para mí mala suerte, quien estaba ahí parada no era Katherine, sino una chica que relamía sus labios demasiado y no me caía realmente bien. Juliana Thorner.
—¿Qué es lo que quieres? —cuestioné sin ánimos de quedarme conversando con ella.
Aquella chica en verdad comenzaba a exasperarme. Pasaba demasiado tiempo acechándome, como para que pensara que no me daba cuenta de sus dobles intenciones. Aunque nunca me había hecho algo personal, no era un secreto para nadie lo que Juliana era capaz de hacer con tal de conseguir lo que deseaba. Era el tipo de persona que no le importaba estar peleada con todo el mundo, porque sabía que su familia tenía las influencias necesarias como para combatir cualquier clase de feo rumor que corriera sobre ella. Es más, si alguien se atrevía a siquiera propagarlo, ella los haría pagar, aun si lo que dijeran fuera cierto. Y para mí, ese era la clase de ser humano con el que más odiaba relacionarme. Realmente era cansado tener que lidiar con gente como ella, que pensaban que con sus influencias me harían estar de su lado o actuar de la manera que deseaban. Suficiente había tenido toda mi vida con mis padres detrás de mí, respirando directo en mi cuello y matándome de presión para que no los defraudara. Así que cuando estaba a punto de mandarla al carajo, ella detuvo la puerta de manera grácil y me miró con sorna.
Editado: 07.12.2020