Katherine
—¿A dónde vamos? —preguntó Edward sin entender todavía que estaba sucediendo.
Mi cara estaba ardiendo con el más enorme enojo que había sentido en años, mientras me culpaba una y otra vez por ser lo bastante estúpida como para creer que Jonathan cambió.
—No tengo la menor idea—confesé—. De lo único que estoy segura es que no quiero pasar más tiempo con él, ni seguir creyendo en sus mentiras.
Edward, que usualmente haría alguna broma sobre la situación, se mantuvo callado, siendo consciente de mi inestable estado, y aunque su silencio significaba que me tenía algo de lastima, prefería eso a que alimentara aún más mis deseos de regresar y partirle la cara a mi ex novio.
—¿Quieres ir a mi departamento? —sugirió después de que estuviéramos varados en el estacionamiento.
Justo al llegar a su automóvil, me había detenido y sentado en la acera. Hundí mi cara en mis piernas, pensando en lo que haría a continuación. De pronto, sentía que todo lo que pasó en esas semanas fue solo una mentira, pensé en como comenzaba a confiar nuevamente en Jonathan y quise arrancarme la cabeza, porque de todas maneras parecía que no la usaba como debía. Alcé la vista y miré directamente a Edward a los ojos, y sin poder pronunciar una palabra por el miedo de que me echaría a llorar en cualquier momento, asentí y acepté la mano que me brindaba. Recorrimos el trayecto en la mayor discreción posible y me abstuve de decir mis planes en voz alta, ya que aún tenía que repasar todo con lujo de detalles antes de comentarle a Edward que haría a continuación. Porque sí, el tema de la venganza seguiría en pie. Me encargaría de tomar lo poco que quedaba de Jonathan y destrozarlo al punto en que sufriera aunque sea la mitad que yo. Volví a recordar todos esos momentos en que me sentí sola y menos a su lado, y un escalofrío me invadió. Todas esas veces que tuve que rogarle atención y afecto permanecían quemando en mi piel, aún pensaba en esos días en que salíamos a una cita y en cuanto veíamos una cara medianamente conocida, Jonathan soltaba mi mano y empezaba a caminar al otro lado de la acera, dejándome con un malestar en el estómago y con muchas ganas de echarme a correr y esconderme en una madriguera por el resto del mes. Me mordí el labio y decidí que si no echaba por la borda a la actual Katherine, seguirían viéndome la cara de idiota y eso era algo que no estaba dispuesta a permitir.
—Siéntete como en casa—sentenció Edward mientras abría la puerta de su apartamento.
Realmente no era mi primera vez ahí y sabía que lo decía en broma, solo para hacer el ambiente más ligero. Así que sonreí y entré sin emitir ningún sonido. Y cuando me senté en el sofá y miré hacia su techa, comprendí que había escapado sin ninguna de mis pertenencias. Todo lo que me acompañaba era mi celular sin batería y las llaves de mi habitación, pero fuera de eso, no llevaba nada más. Mi única intención había sido despedir a mi amigo, y al final terminé en vuelta en una pelea de orgullo, y quien recibió una paliza no fue otra persona que yo misma. Quise echarme a reír por lo ridícula que era la situación.
—Ten, te traje un té para que te relajes.
Tomé la taza con agradecimiento y le di un pequeño sorbo. Era de manzanilla, mi favorito.
—Sé que no tienes muchas ganas de platicar y eso, pero me preocupa verte tan serena, tú no eres así.
—Bueno, supongo que las personas pueden cambiar. No, más bien necesito cambiar—me sinceré.
Edward me observaba con su rostro bañado en preocupación y sacudí la cabeza.
—No necesitas mirarme como si estuviera a punto de cometer una locura.
—Es que casi puedo asegurar que eso es lo que harás.
—¿Es una locura terminar mi venganza contra ese bastarde? —inquirí, aguardando que Edward no fuera a ponerse del lado de ese chico.
—Basta, Kate. No es que desee defenderlo, mucho menos con lo mal que sabes que me cae. Simplemente estoy diciendo que no creo que valga la pena que sigas desgastándote por Jonathan, ni que intentes transformar quién eres, por un idiota que te rompió el corazón. Eres mejor que eso, que él.
El consejo de Edward parecía tan honesto que si hubiera estado de pie, me habría caído. Solo Dios sabía cuánto tiempo quise tener un amigo que me apoyara en los momentos difíciles, y nunca pensé que terminaría encontrando ese tipo de incondicionalidad en otro heredero con un historial similar al de Jonathan. Esbocé una mueca, pensando en lo irónico que era el mundo, pero después de relacionarme con él, Isabella, mi ex compañera de habitación, Zac y algunas otras personas, entendí que quien estaba siendo prejuiciosa, era yo. La única equivocada y que se dedicaba a pensar lo peor de las personas solo por su situación económica, era la misma chica que pasó todos sus años de colegio, siendo acosada por ser pobre. Me acerqué a Edward, dispuesta a encerrarlo en mis brazos para que me brindara algo de consuelo y él me aceptó en un segundo. Acomodé mi cara en su cuello y cerré los ojos. Me producía casi la misma paz que mi padre, y pensé en lo afortunada que sería la chica que se quedara con su corazón, pues sería muy apreciada y amada por él.
—¿Ya te sientes mejor?
Asentí.
—¿Y ya te olvidaste de ese tema de tomar venganza?
Editado: 07.12.2020