Como Lenguas De Fuego

NOSON GOC

Y Harrd cantaba una canción con el estruendo de las enormes campanas bañadas en oro, las monjas azules se disponían a decorar el gran salón que daría inicio a la ceremonia religiosa, las casas humildes siempre se hacían al otro lado de la gran reja, que los dividía de los que estaban rodeados de oro, Damelise siempre era la que atendía a la clase baja porque también pensaba como Dios no estaba en esto, el amor verdadero de Drommeland por Dios se había desvanecido y había sido suplantado por engaños, la casa real y toda familia de gran riqueza pasaban al otro lado de la reja mientras siempre que lo hacían observaban la magnitud y extravagancia del templo que por poseerlo podría dañar aún ser humano. Samara siempre que lo veía recodaba cada enseñanza de su maestra Damelise, esa construcción adornada de oro no era Dios, esas estatuas no eran la causa de un milagro o fe, debía hallar al hijo de Dios en verdad. 
Samara buscaba a su maestra mientras discreta reparaba a cada mujer, hombre o niño, la joven princesa vestía con un traje azul aterciopelado que resaltaba el azul de sus ojos, se estaba robando las miradas esa mañana como si Sian la más bella de todas no existiera, luego se vieron todas las monjas Bla cantar una hermosa canción dando inicio a Alper que vestía del mismo color, pero con la excepción de los anillos que brillaban como la luna en todos sus dedos, 
-Esta plegaria es por los caídos en batalla, puedo sentir su dolor como si hubiera estado allí. 
-Es tan irónico, nunca ha estado en un campo de guerra -musito Anielka para que nadie la oyera. 
-Debes dar las gracias que fui yo quien ha oído esa crítica -musito Gabriel cerca de su oído, con ese tono de voz que era como una melodía agradable. 
-Se que el Vernugem comparte mi pensamiento. 
-¿Y si no es así, y solo lo ha imaginado la princesa más polémica de todas? 
-No lo he imaginado, puedo ver ese brillo en sus ojos, que es así. 
-Hoy tendré que besar ese maldito anillo en su mano. Quién es para hacerlo -Gabriel protesto. 
-Gabriel Vermugem se puede rehusar. -Anielka era persuasiva en cada palabra, como su voz y sonrisa. 
-Hoy es una de esas ceremonias especiales, sería un desobediente y me castigarían, lo más absurdo de esto es que ni siquiera me enseñaron a conocer de Dios, solo soy riqueza, victorias, y una fragancia. 
-Tu perfume es mi favorito, el de Liansed me hace estornudar. – sacaba risas del Vernugem su comentario. 
Luego se escuchó hablar del verdadero héroe de esta victoria y Gabriel camino por en medio de todos hasta Alper, el Vernugem tenía tanto en su cabeza, estaba aturdido con el proceder de esa carta que ni siquiera presto atención a las palabras de Reyco y Girang, el rey podía ver la extraña actitud del Vernugem y no dudo en mirar a Jael. 
-Se que te duele tratarlo así. 
-Es lo correcto, Gabriel debe olvidar esa ilusión, como ya las estoy desechando. 
-Vernugem eres un héroe de Drommeland, no lo olvides -dijo al pasar el vino que decía ser ungido por Dios. -Eres héroe, pero debes luchar más para ser santo. 
-¿Usted pasó por todas esas pruebas? -levanto Gabriel su mirada al estar inclinado, musitando las palabras que solo las podía oír Alper. 
-Como te atreves a dirigirte a mí de ese modo -susurro el monje para evitar ese momento incómodo. 
-No veo un ser divino, para no hablarle. 
-Descuida, puedo ver tu desavenencia conmigo. -los dos sostenían esa silenciosa charla mientras Jael y el rey lo estaban notando. -Pero aun así tendrás que besar el anillo en mi mano. 
-Y no sabe cuanto me enfada tener que hacerlo, tal vez si fuera Damelise todo sería mejor. 
Alper extendió su mano y el Vernugem toco con la piel de su mentón el anillo omitiendo el beso, luego se irguió frente él con esa actitud de ser un guerrero mientras su mirada no era amable, como la de Alper tampoco. 
-Aquí un guerrero de las tierras santas de Drommeland. 
Todos aplaudieron al Vernugem, para luego llegar Damelise con esa petición que daría al rey y su hermano, la monja azul sonrió a Samara y luego se postró ante el rey, pasando su petición a Jael que era el consejero del rey. 
-Milord, en el lindero que divide nuestras tierras del reino de Amag, hay un enorme campamento de refugiados. Son hombres y mujeres de baja estatura que huyeron de Nexau ellos piden un hogar en estas tierras, lo suplican Milord. 
-Es algo arriesgado abrir refugio a estos invasores, mi hermana debería actuar con sabiduría, no por estupes -Alper profería con desprecio, no imaginando como fomentaba en Gabriel todo lo apuesto a él. 

-Alper tiene razón, no causaré problemas en la casa de mi hermano por esto -Jael mostró el mismo egoísmo por ellos y luego se levantó de su silla siendo satírico y egoísta. -El rey no dará nada, así no abra problema con Nexau el gigante, solo si un hombre de este reino o casa se digna a dar tierras a los individuos, solo ellos tendrán su problema con el gigante si este lo sabe. 
Gabriel veía la arrogancia de Alper al igual que Jael, y ese día lo llevaba a ser desafiante con la casa Manson y a Y Harrd, por su dolor. 
-Yo tengo tierras que ni siquiera las habito cada que gano una guerra me es obsequiada, yo ofrezco una de esas tierras, si Nexau viene contra mí no tengo nada que perder, no tengo familia de sangre, solo soy un Vermugem -el rey y toda su casa lo miraron siendo para Jael su cometario duro y agresivo. -Me comprometo a ir por ellos y dejarlos en esas tierras, no tengo problema con Nexau, si viene tal vez logre otra hazaña de dejar a Branderverg sin rey. 
Damelise se levantó del suelo y miro a Gabriel a los ojos, luego se acercó y toco su rostro como si fuera una madre. 
-Este varón paso por algo más en esta guerra, él nunca hubiera abogado por mí antes, que él un día me hablara era como un lejano sueño. ¿Dime que te ha cambiado? 
Gabriel la miro a los ojos al tener palabras para confesar su dolor, pero amo como Arond cambio la conversación. 
-Yo acompañaré a Gabriel. 
-Al igual que yo -se ofreció Damelise. 
Gabriel se iba a retirar, cuando Jael lo detuvo por orden del rey. 
-Creo que es hora de que un hijo y su padre tengan un paseo solos. -Jael estaba seguro de su obediencia, aun después de su insulto ante su casa. 
Pero el Vernugem al salir debía enfrentar algo más, por eso subió a su corcel y cabalgo lejos hasta llegar a Noson Goc la calle de las tabernas, era la calle más pobre de Drommeland, pero lo que la hacía famosa era sus visitadas tabernas, allí había miseria y maldad era la guarida del ladrón y criminal. Gabriel la conocía y varias de sus tabernas, pero esa noche debía ir a la taberna de Agon; la que cuando piso todos los que estaban allí les fue inevitable no mirar al temido y popular Gabriel. 
El camino en medio de ellos hasta llegar a la barra y cuando lo hizo, no podía dejar de recibir esa mirada de las doncellas que morían por su belleza, y los hombres que le temían en gran manera. 
-¿Hay un puesto reservado para mí en esta taberna? 
-Así es el del fondo, desea vino. 
-Si deseo vino. 
Gabriel se sentó en esa mesa que tenía una ventanilla hacia la calle, el Vernugem estaba concentrado en varios niños que jugaban felices aún con su pobreza, era tanta su concentración que cuando voltio, tenía en frente al varón que vestía de un abrigo con capota que era una vestimenta muy conocida en Drommeland. 
-Basta de misterios -Gabriel dijo sobresaltado, obligando al varón a despojarse de su capota. 
Tenía en frente al muchacho de cabellos rubios y ojos cautivadores, él lo miraba con algo de admiración, y Gabriel solo se sentía incómodo de ser padre.  
-Te conozco 
-Lo sé. 
-¿Si lo sabías, porque me buscas otra vez? 
-Quería saber que se siente hablar con él. 
-Seamos claros en esto, amar a Kristin Meyers fue dolor, éramos unos adolescentes de quince, su padre no acepto aún huérfano como yerno, por eso ella decidió que me largara lejos donde nunca la volviera a ver, por orden de su padre, no sabes cuanto dolor pase, fue un primer amor que luche hasta no dejar de él ni un rastro.  
Gabriel ni siquiera le había preguntado su nombre, y lo único que hizo fue defenderse como en un campo de guerra. 
-Entiendo tu situación no estoy aquí reclamando tu amor o atención, soy consiente del trato que mi abuelo te dio, solo quería conocerte una vez, ya no volveré a buscarte. Solo quería ver tu rostro de cerca -el muchacho tomo aire y se levantó -Veo que es todo. Jamás nos vimos. Pero igual fue un gusto 
-¿Cómo te llamas? – se percató Gabriel de que no le había peguntado el nombre. 
-Creo que es mejor no decirlo, fue un honor conocer a Gabriel Vernugem. 
Mark se marchó rápido de la taberna y camino por la calle hasta llegar al viejo castillo que se volvía un hogar para el prójimo, Norgavan el retirado guerrero de Mandalg lo había acondicionado para esto, convirtiéndose para Mark Meyers este lugar su nuevo hogar y el de su hija Eira, cuando Meyers entro Norgavan vio su rostro alterado el joven pasaba por un proceso que solo Dios podía sanarlo, y ayudarlo, debía controlar su temperamento y enojo. Mark había perdido todo por causa de malas decisiones y su temible actitud dejándolo en la calle sin nada, luego murió su esposa quedando solo con su pequeña hija, lo que fue difícil para él. 
-¡Mark fue correcto! 
-Creo que no. Pero será la primera y la última vez que lo haga, no hay nada allí para mí. 
Mark subió sus escalones y entro a su habitación tomando la luz de Dios en sus manos, esa luz era la bebe mas dulce de todas, Mark podía ver en ella al hijo de Dios y esto lo hacía fuerte en cada aspecto de su vida. 







 




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