Como Lenguas De Fuego

EL ANGEL DE LA CALLE

Era ya de noche en la calle de las tabernas el reloj anunciaba las ocho era el peor momento y propicio para los bandidos hacer de las suyas, por eso ya tenían una costumbre que a esa hora, los hombres y familias de buen comportamiento cerraban sus pequeños negocios, unos eran herreros o comerciantes de pescado, y otros carpinteros, ellos tenían qué dejar la calle libre a los hombres y mujeres de mal proceder lo que Mark el poco tiempo qué llevaba ahí, aprendía conocer, él no podía creer como Drommeland decía ser lo mejor del mundo, podía ser lo más hermoso e increíble, pero, por otra parte, tenía lugares que eran de extrema pobreza, y horribles vejámenes. 
El muchacho cruzaba a esa hora la calle de regreso a su hogar, había sido encargado de entregar las cenas de ese día en los hogares de paso más pequeños de la famosa calle, Meyers siempre sé veía muy limpio y alguien muy diferente a ellos por sus buenos comportamientos lo que no les era de agrado a muchos, Mark cada paso qué daba era para ver bajo la discreta capota un acto triste y lejos de Dios, había jovencitos y niñas qué no pasaban de los catorce perdidos en el vicio y actos repulsivos, el más triste de todos fue cuando vio a dos niños muy pequeños enfrentados con dagas por la orden de uno de los líderes, Mark cada que veía un niño o una niña pensaba en Eira, este era su mismo mundo ella iba a crecer y sabría todo esto, ese pequeño mundo en sus cuatro paredes de la habitación cambiaria al ser grande. 
Las chicas de la noche llevaban por varios días observándolo, amaban su limpieza y la clase de personalidad que tenía ellas querían recibir su atención, y esa noche una de ellas no soporto más como las ignoraba todo el tiempo, la muchacha se interpuso en su camino y lo detuvo, de un extremo estaba el burdel y del otro extremo un bebedero para los adictos. 
-No sé cómo te llamas, solo sé que vas de un lado a otro con el monje, ¿Es que acaso también eres santo? – lo cuestionó la muchacha, qué dejaba brotar su desviado camino, por la perdida mirada de sus ojos -Quiero hacerte mío, aquí mismo.  
Gritó frente a todos mientras Meyers corrió un poco su capota, y la miro muy fijo.  
-Tu mirada es tan sensual – dijo al pasarse con él y querer besar su boca.  
-No soy monje – confesó Meyers al tomarla dé su mano y detenerla -Pero no me despiertas interés. Chicas como tú deberían aprender a valorarse y dejar el mal camino, te estás destruyendo.  
-Idiota- gritó enfurecida y se zafó de su mano -Lo lograré, puritano.  
Insistió mientras no dejaba de lanzarle besos. Mark solo siguió su camino deseoso de regresar a casa, anhelaba ver el rostro de su hija qué irradiaba luz, como también sentir la paz qué le trasmitía hablar con Jesús. El muchacho iba bastante atribulado, porque dé cada callejón sé podía oír los gritos de robos y otros actos tropezando en la parte más ancha de la calle, con varios niños qué por sus rostros no pasaban de los diez años.  
-¿Es un Vernugem? – le pregunto uno de ellos mientras los demás lo rodeaban.  
-¡En serio te parezco uno! – exclamó Mark, mientras sus ojos mostraban una mirada maliciosa bajo su capota,  él podía sentir lo qué hacían. 
El leve cosquilleo bajaba suavemente por su abrigo, hasta poder llegar al bolsillo dónde tenía varias monedas, Mark solamente espero un momento más cuando lo tomo por sorpresa de su mano y lo levantó para dejarlo sobre el suelo de barro; los demás niños solo huyeron mientras el que estaba contra el suelo lloraba y gritaba.  
-No me maté, por favor.  
-¡Te estoy matando! Tú eras quien actuaba mal ¡Por qué lo haces! 
-No hay como comprar comida y ropa. 
-¡Y piensas que robar es la opción! Si me hubieras pedido esas monedas con gusto, te las habría dado, muchacho, no te arruines, estás en el mejor momento de arrepentirte.- Mark lo miro a los ojos y sintió lástima de él. 
-Lo siento – dijo el niño en medio de las lágrimas mientras se levantó. 
Después Mark lo tomo por sorpresa al pasarle muchas monedas. 
-No lo sigas haciendo más. 
El joven siguió su camino a casa, qué ya se había visto interrumpido varías veces, luego logró subir los escalones, pero esta vez vio algo qué no lo podía permitir, muchos hombres acorralaban a una muchacha en el callejón más oscuro, la joven por su aspecto no era una chica de la noche, ellos habían ya rasgado sus vestiduras cuando se presentó el joven frente a ellos, mientras ocultaba bien su rostro. 
-¡Y tú qué quieres! 
-Él también quiere 
-Lo siento, solo te quedará la sobra. 
Para Mark escucharlos hablar era funesto, se había prometido nunca más llevar su fuerza a terribles actos, pero se podía defender. 
-Les propongo un trato.- les dijo el muchacho, en ese tono de voz persuasivo. 
-Escuchemos, pues, al tonto fanfarrón. 
-Pelearemos a los golpes, si pierdo harán lo que quieran, pero si ganó yo me llevaré a la joven y la dejaré en manos seguras. – Mark sabía muy bien a lo que se arriesgaba, eran quince hombres contra uno. 



-Jajaja, Qué propuesta, pero si sabes qué vas a perder, no pienses que esa vestimenta de hombre interesante nos va a vencer. 
-¡Entonces si saben de su victoria, qué les cuesta intentarlo! 
Volvió a provocarlos hasta obligarlos a tomar la decisión. 
La joven sentía temor de verlo perder, aunque para ella era factible que sería así, él era muy diferente y especial, pero al lado de ellos era delicado y bajó, Meyers en su pensamiento estaba pidiendo a Dios sabiduría de no llevarlo a cometer lo qué nunca más quería hacer. 
-Ahora lo capté, han sacado réplicas más pequeñitas de Gabriel Vernugem, así será más económico. 
-Jajajajaja. 
El líder de la pandilla era un joven un poco más mayor qué Mark él pidió a dos de ellos de iniciar la pelea, ellos peleaban a puño y puntapié de una manera burda, pero Mark tenía el talento de pelea de un Vernugem, ver cómo era precisó y fácil de esquivarlos enfadaba al líder qué pidió a otro dos qué se unieran a la pelea, Meyers sabía que sería más trabajo el muchacho trataba al máximo de no utilizar su fuerza peleaba con cuatro y estaba requiriendo de más esfuerzo, pero aun así lo estaba logrando, pero para el joven detractor no era suficiente, por eso pidió a otros cuatro entrar a la pelea contra él, ahora eran ocho y esto estaba agotando a Mark. 
El joven no era tonto para percibir la trampa del enemigo espiritual, él lo estaba colocando en la situación qué se vería tentado a faltar su promesa a Dios, solo peleaba con ellos y no daba de baja a ninguno, luego todos se fueron contra el y lo arrinconaron contra la pared de una abandonada construcción, la muchacha gritó por temor a verlo morir, porque ellos sacaban sus dagas y lo rodeaban mientras amenazaban con herirlo. 
-¡Dime ahora que harás, maldito fanfarrón! 
Mark sentía su poder adueñarse de él y el calor subir por sus piernas, él sentía esa horrible sensación de qué iba a tener, qué fallar, y no había otra esperanza, sentía como la punta de la daga pasaba cerca dé su rostro a unos pocos centímetros de él, todos estaban divirtiéndose cuando lo escucharon decir. 
-Hijo de Dios, no faltaré a mi promesa, pero necesito tu ayuda, no puedo solo con todo esto. 
Ellos emitieron fuertes carcajadas hasta qué uno de ellos posó su mirada en el cayado de pastor qué había entre la basura, esa madera humedad de pronto empezó a arder como si fuera un horrible carbón, su color era tan intenso qué ilumino el lugar, el joven malévolo hizo escándalo de lo que pasaba, dando la vuelta todos para mirar el extraño cayado qué ardía, pero seguía intacto, todos miraron a Mark y huyeron de allí en medio de estrepitosos gritos, Meyers cuando vio el cayado se sonrió bastante y dio las gracias a Dios por haberlo ayudado luego se acercó hasta él y lo tomo como si nada, la muchacha se acomodó su vestido y dio las gracias mientras seguía pensando, que los había asustado. 
-Ellos corrieron huyendo de algo. ¿Qué sería? -su cuestionamiento dejo claro a Mark qué ella no lo había visto, solo Meyers y los adictos lo habían presenciado. Después de esto acompañó a la joven hasta su casa donde la dejo en su hogar, la chica qué no pasaba de los quince le abrazo otra vez y dijo con pocas palabras. – Gracias, ángel de la calle. 
Mark solo se sonrió de su apodo y después corrió hasta su casa. Cuando golpeo las puertas del castillo se mostraba ansioso por entrar, luego al hacerlo subió las gradas con esa ilusión de qué su hermosa Eira todavía estuviera despierta y así poder decirle, buenas noches. 
-Moría por esto -dijo Mark al tomar a su dulce Eira en sus brazos, mientras en su rostro mostraba esa expresión de estar cansado. -Buenas noches, mi Eira, un hermoso resplandor de luz para este frío mundo, eres la muestra de qué Dios existe. 
Eira lo veía a los ojos con esa grata alegría, su padre era el mejor humano para ella. 
Norgavan siempre dos días a la semana hablaban de su plano espiritual y le daba una clase a Mark de sabiduría y una buena relación con Dios. Meyers reconocía qué en el ámbito físico nunca era oprimido tan fácil gracias a su don, y habilidades, pero en el plano espiritual y sabiduría era lo más torpe qué había, debía adquirir mucho de este don como también aprender a tomar buenas decisiones, esa noche mientras leía cada párrafo qué le daría sabiduría y una buena comunión con Dios, hubo momentos qué miró a Norgavan discretamente mientras el monje llevaba una contabilidad de lo que había entrado y salido ese día. 
El joven había llegado a la conclusión qué Norgavan y Garend, era los guerreros qué habían encontrado el verdadero camino para luchar contra el mal, no era en grandes guerras, era con cada acto de bondad y amor, Norgavan todos los días peleaba en esas calles contra la oscuridad y no lo hacía con una daga o espada, su guerra era salvar a los jóvenes de las adicciones, rescatar niños qué a temprana edad robaban y eran capaz de hacer daño a otras personas, como también llenar esos estómagos vacíos y dar abrigo al que no tenía un techo para refugiarse.  
Él tenía ese fuerte don, pero de nada le servía si no era capaz de tener ese amor, incondicional hasta el punto de perdonar a su enemigo.  
-No sé si lo imaginó, pero alguien me observa. – dijo Norgavan mientras alzaba la vista.  
-Hoy vi muchas situaciones adversas, haya afuera, pensaba en la buena obra, qué haces aquí.  
-Gracias – Norgavan sintió alegría por esas palabras -¿Cómo te has sentido en los últimos días?  
-Muy bien, yo diría renovado.  
-Entiendo. ¿Y como te a afectado conocer a Gabriel? 
-Un poco, pero ya lo e dejado atrás.- lo reconoció sin orgullo  -Dios es mi padre. Gabriel es un lejano sueño que debo desechar, le asusta la idea que es padre. 
-Tienes todo porque luchar y seguir.  
Cuándo Norgavan le hablo de este modo Meyers recordó a su pequeña. Mark desde allí podía mirar hacia el establo al tener una pequeña ventanilla aún abierta, él se había quedado en silencio hasta que Norgavan notó qué algo lo distraía, en una ocasión que lo hizo se quedó con la duda de haber visto a alguien intentar entrar al establo. Pero él pensó tal vez lo imaginó y era producto de su estado mental, por eso volvió en dónde estaba, y miró al monje. Pero algo le insistía en mirar una vez más, y cuándo lo hizo observó al hombre intentar entrar al establo, Mark se incorporó enseguida y esto alertó al monje.  
-¿Mark ocurre algo? – le preguntó Norgavan.  
-Vi un hombre afuera.  
Mark tomó la lámpara y salió con el monje al gran patio, que en un descuido podía ser muy peligroso, ya qué sé comunicaba con el bosque.  
-¿Estás seguro de que era un hombre? – Norgavan no estaba seguro y temía que fuera un oso o lobos.  
Cuándo el joven los tomo por sorpresa al tomar el brazo del monje. Mark le apunto con una daga, solo viendo del muchacho cómo se postraba ante ellos, en medio de súplicas.  
-Busco a Norgavan.  
-Soy yo ¿Quién eres?  
-Esteban.  
Cuándo el joven le respondió Norgavan lo hizo entrar y ajustar la puerta, el muchacho estaba aterrado y por su agitada respiración daba muestra de qué había corrido algo. 
-¿Paso algo en tu casa? – Norgavan estaba alterado.  
-Ellos están bien, era perseguido por todo los callejones, por eso entre al bosque y recordé su monasterio.  
El muchacho lloró y mostró fuertes expresiones de temor, no solo con gestos o lágrimas, también lo confesó con su boca.  
-No quiero que me atrapen, sé lo que hacen, yo sé lo qué hacen. – lo repitió varias veces a causa del temor.  
-Hijo, solo quiero que pienses en este lugar, si él lo sabe me declara la guerra, es un criminal, no le importará acabar con este lugar, y todos sus niños dentro de él, debes huir de Drommeland a otras tierras.  
-Por favor no me saques de aquí, no tengo a dónde ir, no fui con mi familia porque no me dejaron tiempo de hacerlo.  
-Norgavan déjalo quedarse. – se dirigió Mark al monje, mientras el muchacho poso sus ojos sobre él, quien era un poco más mayor que él, pero había una gran determinación y valentía. – Abajo hay una celda que acondicionaron cómo un cuarto, allí te quedarás y no saldrás del castillo. Me entiendes.  
-Si te entiendo. – el muchacho le respondió agradecido con él – Norgavan te suplico por mi familia.  
-Lo sé, mañana los buscaré ¿Ellos tienen a dónde ir?  
-Tal vez podrían ir a Jarons Derg, allí vive mi tía, yo no puedo ir con ellos porque mi comportamiento fue funesto con ella.  
Para Mark escucharlo fue triste, un joven que se desperdiciaba en el vicio y toda adicción.  
-Una vez ayude a un chico con tu problema, igual que tú. – le comentó Mark.  
-¿Jamás has caído en esto?  
-No.  
-Yo pensaba que las adicciones solo te perseguían cuando eres pobre, pero una vez me di cuenta de que no era así. – Mark no imaginaba de quién iba a hablar, o estaba a punto de escuchar. – Una vez vi a Gabriel Vernugem entrar a ese lugar, no podía creer que lo hacía también, él compartió su jarra de vino conmigo, tenía tanto oro y era deseado por las más bellas chicas, es un tipo increíble, pero aun así con tanta fama él lloraba y se dejaba llevar por la adicción del vino, su rostro era desdichado y sufría peor que yo, se sentía solo sin familia. Jaél Manson solo era un padre de palabras, no tiene hermanos. 
Mark al oírlo sentía su corazón estremecerse, y Norgavan lo noto. 
-¡Te perseguía el mismo hombre! – le interrogó Norgavan al conocer de su casa 
-Sí, son los secuaces qué administran en esta calle, no quiero que me atrapen. 
-Norgavan hay qué hacer algo, ese malévolo hombre contrata niños para sus trabajos sucios.- Mark mostró mucho interés en el tema. -No te estoy queriendo decir qué voy a volver a lo mismo, tal vez de una manera más sabía podemos recurrir a atraparlo 
-Tienes razón, pero por esta noche es suficiente. – Norgavan ya se sentía cansado, por eso buscaron cada uno sus habitaciones. 











 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.