Como Lenguas De Fuego

LA PERLA ROJA

Era una noche fría. Gabriel se disponía a subir para acostarse, cuándo en ese momento ocurrió algo que iba a ser de un horrible infortunio, para esa noche, se escucharon los gritos y la palabra fuego, los tres bajaron los escalones y cuándo se percataron alguien había arrojado varias antorchas al establo, los cuatro varones entraron a sacar los corceles, mientras Derama traía agua, los animales estaban a salvo, pero era un imposible apagar el fuego porque la madera y la paja eran suficiente para esparcirlo. 
Mark mostraba una fuerte ira en su rostro y con cada actitud la dejaba fluir. Norgavan no asimilaba porque esto les sucedía hasta qué Gabriel vio al encapotado, qué aún permanecía tras los muros del castillo, el desconocido al verse sorprendido corrió enseguida y tras él, él Vernugem, lo que Mark no dudo en hacer también al causarle curiosidad dé quien seguía Gabriel, él los hacía entrar a esa calle abandonada qué en el pasado habían sido grandes pesqueras, conociendo Meyers a quien seguía su padre, era un encapotado de baja estatura que al llegar a esa enorme y alta reja la escaló con facilidad. Gabriel corría a toda prisa para poder tomarlo de uno de sus pies pisando a varios roedores, qué eran bastantes en esa parte, por las basuras arrojadas allí. 
Gabriel trepó con la misma agilidad y rapidez, lo que asusto al encapotado. Mark, por su parte, al estar solo, tomó el fuerte candado y lo partió en dos y corrió tras ellos entre la multitud. Gabriel buscó otra manera de no perderlo de vista y así guiar a Meyers, al trepar a los techos avanzados sobre ellos con destreza y agilidad, desde allí todo era más claro lo qué a Meyers le ayudo en todo el camino hasta que lo vio entrar por una de las ventanas de esas funestas tabernas, mientras el joven lo hizo por la puerta y cuando piso el suelo del lugar su mirada se topó con la del varón qué había tenido una buena pelea semanas atrás, él estaba con su recua de criminales mientras con la mirada lo seguían hasta el fondo, ellos no se atrevían a acercarse por lo ocurrido esa noche solo lo observaron qué hacía allí, cuándo lo vieron perseguir al bajo encapotado que se disponía a huir por los escalones para llegar al segundo nivel, él lo iba a tomar de su abrigo cuando el vándalo se vio amenazado por la espada del Vernugem al bajar los escalones.  
-¡Gabriel Vernugem! – dijeron muchos de los que estaban allí  
Él estaba en medio de los varones, su única salvación era pedir perdón y suplicar y cuando lo hizo, Mark le pidió al Vernugem detenerse para dejar a la luz quién era, los dos mostraron asombro y a la vez tristeza era un niño qué por la apariencia de su rostro tenía unos doce. Gabriel sintió pena por el recordando cómo muchas veces de su misma edad había caído muy bajo. 
No tenía la intención de herirlo y mucho menos Mark, lo único que hiso el Vernugem fue levantarlo de su abrigo y sentarlo sobre una de las mesas, mientras todos los criminales de la taberna dieron espacio al Vernugem, porque si a algo le temían era a los escoltas más famosos del reino.  
-¡Dime quién te envió a atacar a Norgavan! – exigió Gabriel.  
Mark únicamente estaba observando su juicio, cuándo gano toda su atención el criminal, qué ni siquiera conocía su nombre, él no olvidaba lo ocurrido con el cayado, él había escuchado al Vernugem cómo también vio la cara del niño, esto lo obligó a avanzar hacia ellos lo que despertó una fuerte duda en Meyers 
-Fue Meztalg- cuándo se escuchó su respuesta.  
El hijo del carnicero detuvo su paso igual que los qué le seguían, Mark lanzó una sarcástica expresión de qué lo había percibido hasta dejarlo claro con su propia voz.  
-Gabriel creo qué veo a los engendros de Meztalg – el comentario de Mark fue suficiente para posar el Vernugem su mirada sobre ellos, y refugiar al niño tras él.  
-¡En serio lo aseguras!- exclamó el varón qué tenía una horrible cicatrices en su mentón, y por su apariencia solo era un poco mayor que Meyers – Imaginó lo qué dirá, Dios y el espíritu santo te lo ha enseñado.  
Su ignorancia era bastante que se atrevía a hablar de Dios con burla.  
-Patético niño de Dios.  
-Eres el hijo del carnicero – lo volvió a asegurar Mark con toda confianza.  
-Entonces para tu vergüenza todo lo qué dijiste antes, fue precisamente lo qué pasó – Gabriel se mostró ofensivo y listo para defender al muchacho -¿Acaso tienes algo contra su devoción? Si es así podemos arreglarlo, sé qué te marcharás de aquí y correrás a los brazos de tu papi a contar lo sucedido.  
-Al menos tengo padre, tú no. – su ofensa dolía mucho para Gabriel, pero en esta situación no era de importancia.  
-Prefiero ser huérfano que tener una lacra de esas como padre, yo mismo te suplico qué le digas qué Gabriel Vernugem está indignado, dañar la paz de Norgavan y su buena labor es algo qué no toleró.  
Mark tomó al niño y Gabriel lo siguió, ellos ya habían avanzado lo suficiente hasta la puerta, cuándo el hijo del carnicero lo detuvo.  
-Quiero tu nombre niño de Dios.  
-Mark Meyers, así la próxima vez que te cruces en mi camino podrás hablarme más rápido – esa pequeña dosis de altivez enfurecía al criminal.  
Gabriel y Mark al salir de la taberna llevaron consigo al muchacho, quien el transcurso del camino no sabía a quién temerle más, Gabriel Vernugem era su persona favorita de todo el reino, pero ‘’era bastante agresivo, él lloraba de imaginar qué le harían, por eso cuando entró al castillo de Norgavan, lo primero qué vio fue al monje y corrió a resguardarse en el lugar más oscuro, allí lloro en medio de la fuerte expresión de temor.  
Mark se quitó los guantes y se inclinó mientras con su voz dejo clara su intención.  

-Lloras porque estás seguro qué te haremos daño, pero no es así, solo fuiste utilizado – Mark le ofreció su mano lo que el niño acepto, luego le dio un abrazo dándole seguridad. -Derama, podrías llevarlo al comedor y darle algo. 
-¿Cómo quedó el establo?  
-Solo cenizas -Norgavan lo lamento, levantarlo le había costado mucho esfuerzo y dinero.  
-Cuenten con esa ayuda por parte mía, también enviaré buenos arquitectos para qué hagan uno nuevo -Gabriel no dudo en ofrecer su ayuda. —Ahora es mejor descansar 
Gabriel esa noche no dejo de pensar como ese otro joven era todo lo contrario a Mark, él había engendrado un buen varón, al cual ignoraba, esa noche había sido el inicio de la gran misión de Gabriel, por eso a la mañana siguiente fue con alguien que había sido amigo cuando muy joven. Bequerman, el ladrón más famoso del reino cuando lo vio, lo primero qué hizo fue estrechar sus manos y decir como ese día era diferente y gratificante. 
–Yo te recuerdo mucho, cuando te veo pasar no puedo creer que sea ese mismo jovencito, que robo la daga de quien ahora es su padre 
-¿Aún la conservas? 
-Sí. 
-¿Qué pensaría Jael si lo sabe? 
-Tal vez me odie más. 
-No Jael no te odia -Bequerman lo aseguro  -¿Qué favor necesitas?  
Lo interrogó ligeramente al haber vislumbrado su visita.  
-Te ofrezco cien monedas de oro por cuidar del castillo de la caridad, día y noche.  
-Vaya es interesante. ¡Un enemigo en especial!  
-Todo lo que veas merodear sus linderos o actuar de un modo inapropiado, hazle saber quién cuida del lugar, traeré más oro en mi próxima visita. – dejo muy claro Gabriel el beneficio qué tendría.  
-Diez de mis hombres estarán día y noche por esos linderos, puedes estar seguro de que el santo será protegido. Señor Vernugem. – el bandido le hacía una reverencia para verlo dejar atrás su guarida.  
Después Gabriel se reunió con Mark, estaban pasando a ser amigos y solo faltaba que el tiempo pasara para que su amistad fuera sólida y fuerte, cómo la de un padre y un hijo.  Los dos cabalgaron por las calles más peligrosas de ese lugar hasta llegar al suburbio más tenebroso. La calle de la perla roja, solo tenía tres cuadras, pero era para impresionarse en ese poco trayecto de la destrucción y dominio qué él mal tenía sobre ella, jóvenes, ancianos, niños y doncellas, qué en sus rostros dejaban en evidencia qué no pasaban de los catorce o quince años, ellas se dejaban consumir por todo lo malo. 

Mark, cada qué dejaba su mirada libre del resguardo de su capota, se chocaba con las suyas, era inevitable no pensar en muchas cosas qué creía estar en lo correcto, pensó en como había perdido su tiempo con fuertes entrenamientos como un Mandalg, cuando el verdadero cambio era rescatar a esos seres qué a temprana edad se destruían.  
Era una situación digna de hacer recapacitar a los dos varones de su vanidad, y el Vernugem no fue la excepción, Gabriel se vio reflejado en los rostros de esos niños recordando su trágica adolescencia, qué fue a causa del abandono dé su madre, había sufrido por sus pasiones juveniles. 
Mark lo había visto lagrimear, pero su discreción era mucha, jamás se atrevería a preguntar por qué lo hacía, aunque tuviera las pruebas de qué era a causa de su vida. Hasta que la perla roja al fin estaba justo frente a ellos, allí encontrarían al carnicero o solo sería el comienzo de poder hallarlo, los dos dejaron sus corceles en la entrada y luego pisaron el suelo del deplorable lugar, a Mark Meyers le resultaba muy fastidioso ver como ese acto hermoso de hacer el amor allí era transformado en algo digno de repugnancia, el recordó lo bello qué había vivido con su esposa y no era lo mismo, cada demostración allí era vulgar y funesta mientras los dos eran vistos por todas las mujeres como el bocado más dulce y bello.  
Gabriel supuso que él nunca había buscado estos lugares, él era distinto al cómo en físico o actitud, los dos cruzaban la taberna hacia esa puerta que estaba junto a la barra, mientras las mujeres trataban de impedir él pasó del Vernugem en su desesperación de qué fuera suyo, ese día, pero Gabriel solo las ignoro llegando justo donde quería estar, y era frente al grandullón qué cuidaba esa puerta qué solo decía una cosa pertenecía a su amo. El hombre tenía más de doce dagas en su cinturón, pero ver esa espada sobresalir en la espalda del Vernugem o tenerlo frente a frente era para cuestionarse. ¿Qué hacía él allí? Pero aun así él le habló bajo fuertes interrogatorios.  
-¡Qué busca aquí el Vernugem! 
-Busco a tu amo. 
-¿A cuál de todos al carnicero o duende? 
-¿Cuál de todos está aquí? 
-Duende. 
Gabriel maldijo en su pensamiento qué no estuviera allí el líder de los lobos, pero no dejo salir su mal genio en ninguna expresión o gesto, para seguir con la misión. 
-Si de todas maneras, me gustaría hablar con él solo – lo dijo con desánimo, invitándolo el escolta a pasar al sentirse seguro que era una buena visita para ese día. 
Mark cuando lo vio pasar trataba de buscar un lugar alejado del resto del lugar, llegando el momento qué se vio rodeado de las mujeres qué vestían casi desnudas aún en medio del frío, ellas estaban deseándolo con gran pasión, los hombres que estaban allí eran poco refinados y limpios muchos eran pescadores o herreros, 
Pero este era perfumado como un bello jardín. 
-Tu olor y fragancia es maravilloso – dijo una de ellas que estaba cerca de su hombro. 
-Si qué guapo, después del Vernugem eres lo mejor, qué hay – musito, la mujer qué tenía enfrente, ella tenía la misma juventud de la que murió su esposa, su cabello era rizado y oscuro como sus ojos, pero su vida era un desastre. 
-¡Porque no te cansas de buscar lo mismo! – la cuestiono mientras tenía sobre ella esos dos profundos ojos, firmes, y de una seriedad difícil de soportar - ¡Acaso no quieres ser amada de verdad! 
-A mí no me gusta esa ridícula idea del amor, prefiero las monedas y en tú casó disfrutar del rico manjar que eres – ella era incorregible, su mirada gélida dejaba en evidencia su estado espiritual, Mark había soportado el hostigamiento, pero dejo salir su enojo cuando una de ellas quiso robar un beso de sus labios. 
-Basta -grito estrepitosamente para alejarlas. 
Mark llevaba mucho tiempo, solo no superaba a su esposa, pero si iba a buscar este agradable momento no sería así. 
Duende esa tarde había tomado con ignorancia la visita del Vernugem como algo perfecto para los negocios, Gabriel cuando lo vio no tuvo que preguntar por qué le decían duende, tenía unas orejas deformes y feas qué de allí surgía su apodo, el criminal pidió a sus escoltas de dejarlos a solas y cuando lo hizo no imaginó a qué se debía la visita.  
Gabriel se despojó de uno de sus guantes dejando así en evidencia el anillo real, qué tenía en uno de sus dedos, al hombre solo le basto ver esto para descubrir de su visita, era el anillo que le daba autoridad de cazar los criminales. 
-Sé qué no tienes por qué preguntar – dijo el Vernugem con esa voz sublime, pero digna de ser el temor de un criminal.  
-¿Qué quieres? – dejaba en evidencia la confusión y el caos.  
-¡Dónde está tu amo!  
-No tengo por qué dar esa información. 
-Entiendo. – comentó y arqueo una de sus cejas, mostrando en sus labios una pequeña sonrisa satírica – Antes de irnos por las malas, podemos negociar, ¿Nunca le ha dado curiosidad o ganas de conocer Nosgatron?  
Era una pregunta indeseable a nadie le daba ganas de ir a ese lugar, por eso fue suficiente para ponerlo bajo una de esas grandiosas amenaza del Vernugem.  
-Imagínalo debe ser un maravilloso viaje, uno qué no se olvida.  
-¿Qué debo hacer para no ser enviado a ese lugar?  

-Eso me gusta más, así no habrá un puesto para ti – duende cada qué lo escuchaba sentía respeto hacia él, Gabriel tenía los méritos bien ganados - ¡Dónde está tu amo!  
-Máscara de plata es su amigo, él lo refugia en su nueva fortaleza  
-¡Quién es máscara de plata! 
-Nadie lo conoce porque su máscara lo impide. 
-¡Es acaso de otras tierras! 
-Él es de Drommeland. 
Esto llamo más la curiosidad de Gabriel  
-¡A qué se debe está pérfida alianza!  
-Las apuestas de la arena de Branderverg llegan a Drommeland. – dejaba duende en evidencia, mientras no podía quitarse esa mirada sagaz del Vernugem de encima – Tiene tratos con Nexau, ahora ha construido una grandiosa arena dentro del castillo, y el carnicero ofreció sus tigres para la diversión, ahora son socios.  
-Entiendo – Gabriel se recostó sobre el espaldar de la silla, y mostró una expresión en sus ojos que dejó reflejar su preocupación por el asunto.  
-Y eso no es todo en una semana será la inauguración, y mascará de plata será su mayor invitado. 
Gabriel golpeó la mesa para asustarlo, y está vez lo cuestionó bastante molesto.  
-¿Y de quién sé trata?  
-No lo sé.  
-Nada de lo que hablamos saldrá de aquí, o serás el primero en comprar tu viaje a Nosgatron. ¡Está claro! 
-Sí.  
-Dilo otra vez.  
-Sí.  
-Dilo otra vez – insistió con esa voz ruda cuando estaba de muy mal carácter.  
—Si mi señor, Gabriel Vernugem.  
—Así está mejor — finalizó Gabriel y se levantó para abandonar el lugar.  
Está amenaza era suficiente para tenerlo bajo control y así regresar con Meyers, y volver al castillo donde Mark lo interrogo. 
-¿Qué lograste averiguar? 

-Que en Drommeland hay alguien conocido como mascara de plata, es quien financia a Meztalg y sus amigos. 
‐Vaya ya tiene buena información, deberías regresar a palacio ‐Mark hablaba con sinceridad interesada en el tema. 
Ni siquiera noto como Gabriel mostraba gestos de irse, lo que los monjes si notaron, Gabriel estaba empezando a sentir algo que se rehusaba la mayoría del tiempo. 























 




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