El despertador se cansó de sonar, pues tenía más de una hora que se había apagado por sí solo. En la mesa de al lado había fotografías de varias personas; amigos y amigas abrazados a ella, sus padres, una mascota entregada al cielo hace más de tres años, y él. Su novio James. En aquellas imágenes se le podía ver sonreír, y cualquiera que pudiese tomar uno de esos retratos en sus manos y detallarlo en una rápida mirada, aseguraría con firmeza que ella era feliz. Lo tenía todo, una familia con dinero, un apellido importante, un novio que muchas envidiarían tener y unos padres que la amaban. Había entrado a la universidad graduándose de la preparatoria con menciones honoríficas y su futuro era prometedor. Pero… ¿Qué hay de lo que piensa y quiere Olivia?
Una almohada le golpeó la cara y el azote fue tan salvaje que la hizo brincar, gruñir y maldecir con una blasfemia que traspasó las cortinas de los ventanales.
Vio a Verónica, su hermana mayor, de pie frente a ella, con las manos en la cintura y la expresión que la tildaba de culpable.
—¿¡Qué demonios te sucede!?
—¿Disculpa? ¿”Qué demonios me sucede”? —su sarcasmo imitó al suyo—. Liv, fíjate la hora que es y tú sigues en la cama. ¿Acaso no piensas ir al colegio?
—¿A caso te parece que me gusta el estudio?
—Tus calificaciones siempre han indicado lo contrario.
—Sí, hasta hace algunos años. ¿Podrías dejarme en paz?
Verónica maldijo frustrada, volvió a amenazarla con la almohada, pero esta vez no le pegó:
—Escúchame bien, Olivia, si nuestro padre y nuestra madre se llegan a enterar de lo alcoholizada que llegaste anoche, ¡esta vez si te van a correr!
—Que ni se te ocurra mencionarles nada de esto.
La joven se cruzó de brazos.
—¿Cómo me piensas obligar?
—No les dirás nada porque eso también te haría culpable a ti. Se supone que me cuidabas, y aun así me diste permiso de salir.
—Eso no es una forma de chantaje. Te di el permiso para salir a tomar un café con Adriana y Erika, y al parecer sí fuiste, ¡pero a tomarte el bar entero!
—Verónica, ¡es mi vida, mi cuerpo y yo sabré lo que hago con él! —Liv se puso de pie, aun en ropa de la noche anterior caminó hasta el interior de su armario y de él sacó una botella de bebida.
—¿Estás loca, Olivia? ¿Cómo se te ocurre tomar esto tan temprano? —su hermana se la arrebató.
—¿Me puedes hacer un favor, hermana querida? ¡Lárgate de mi cuarto, ahora!
—No me pienso mover de aquí hasta que te des una ducha, te vistas y te largues al colegio.
Pero antes de que Olivia intentara una nueva forma de echarla, en algún rincón escondido de la caótica cama, su teléfono celular comenzó a timbrar.
—¿Qué es eso?
Olivia corrió a su encuentro, y al ver un mensaje con el nombre de James Cardos en la pantalla, los colores de vida le huyeron del rostro.
—Verónica, ¿qué hora es? —la miró con horror.
—Las tres y media de la tarde. Y se supone que yo debo estar trabajando y tú en la escuela tomando la clase de la una, pero no, la señorita prefiere estar…
—¡No puede ser! Tenía que ir por James al aeropuerto a las dos de la tarde. Verónica, James llega hoy, y yo lo he olvidado.
—¿Lo olvidaste, o tu cruda de anoche lo olvidó?
—¡Cierra ya la boca!, que si no llego pronto se va a enojar.
—Pero…
Liv tomó lo primero que estuvo a su alcance y tras pasar al baño para echarse agua en la cara y sujetarse el cabello rubio en una coleta alta, corrió a la salida evadiendo la presencia y gritos autoritarios de su cuidadora.
—¡Vas a estar en problemas cuando regrese mamá!
Con todo y gritos persiguiéndola al fin pudo salir y subir a su auto. El tiempo parecía cortarle la garganta, manejó como si su vida dependiese de ello, y sin darse cuenta, Olivia ya estaba en la carretera volando el pavimento y amenazando a cualquier persona que estuviese en su camino.
—No puede ser, ¿cómo pude haberlo olvidado? —se dijo lamentándose mientras intercalaba miradas entre el camino y su celular que digitaba el número de teléfono—. ¿James? —preguntó en cuanto alguien atendió su llamada.
—¡Increíble! ¡Estás viva! —ironizó una potente voz de hombre.
—James, cariño…
—Vamos cariño, comienza que quiero escuchar tu absurda e incompetente explicación. ¿Sí sabes cuánto tiempo llevo aquí, esperándote?
—Escucha James, entiendo que estés molesto. Pero de verdad pasaron tantas cosas que me impidieron ir a buscarte antes. Lo lamento.
—Preciosa y estúpida novia mía… Más lo vas a lamentar si no llegas en diez minutos, ¿entendiste? ¡En diez minutos, Olivia! Por tu bien, espero que ya estés en la carretera —finalmente cortó la llamada.
Las mejillas de Liv palidecieron, sus ojos se llenaron de lágrimas, y aun así luchó por controlarlos, pues unas simples palabras bastaron para hacerla sentir miserable. Las ganas de vomitar que no se le habían ido revivieron con mucha mayor fuerza, y sin querer, o más bien, sin ella darse cuenta de la catástrofe que se le avecinaba, el coche frenó antes de que el accidente pasara a mayores.
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Editado: 18.02.2023