Cómo Matar A Un Héroe

Capítulo 14

—Si te duele, me dices.

Pero cuando la señora Nicole le tocó la herida con la gasa, el chico no pudo controlar sus deseos de gritar.

—¡Me duele, me duele, me duele!

—Es lógico que te duela, cariño —se burló la mujer—. Tremendo golpe que te has llevado. Me sorprende que no te hayas abierto la cabeza.

—Lo que no entiendo, joven —Julio se paró al lado de su esposa—, es ¿cómo se hizo tantos moretones en una sola caída?

Olivia se puso pálida. Por un momento creyó que Kevin les contaría sobre lo que había sucedido y el incidente con los malandros de aquel barrio tan peligroso. Sin embargo, Kevin pareció ignorar la pregunta y se siguió quejando.

—Joven, le pregunté algo.

—Ya, cielo —lo tajó su mujer—, no lo incomodes con tanta pregunta.

—No quería sonar efusivo. Me interesa saber que mis hijas están bien y que Kevin es un chico bueno.

—Por supuesto que lo es —Verónica tomó mando de la conversación —. Si no lo fuera, mi querida y paranoica hermana ya habría llamado a la policía.

—O habría utilizado el auto —se burló en silencio su madre.

—Bueno, ya pasó ¿no? Kevin tiene que irse a, a, cualquier otro lugar en el que puedan necesitarlo.

—Eso es una grosería, Olivia —la reprendió su padre—. Suena a que lo estás corriendo.

—No, nada de eso. De hecho, Liv tiene razón. Tengo trabajo.

—¿A estas horas? —el señor Julio se cruzó de brazos.

—Bueno, tengo dos trabajos. Uno en la mañana y el otro que empieza a las ocho de la noche en un hospital.

—¿Hospital? ¿Eres enfermero?

—Julio, querido, otra vez tus preguntas.

—No se preocupe —Kevin le sonrió—. No me molesta que pregunte, al contrario, me gusta compartir con alguien más mis dedicaciones. Trabajo de todo, a veces hago la limpieza, otras me ponen a acomodar todo lo que llega como medicamentos o mobiliario.

—¿Y en las mañanas?

—Me disfrazo de payaso y hago malabares en la carretera. De hecho, ahí conocí a Olivia.

Ella le sonrió, pero por dentro lo estaba detestando.

—¿No estudias?

—Respecto a eso, estoy estudiando la preparatoria abierta los sábados y domingos; que son los únicos días que tengo libres.

—¿Cuántos años tienes, Kevin?

—Veinticuatro.

—Cielos, luces de menor edad.

—Le agradezco el cumplido. Yo sé que ya estaría estudiando la universidad, pero unos días antes de aplicar el examen de admisión, tuve un gran problema y me tuve que salir un tiempo para trabajar y ayudar a mi… familia.

Olivia sonreía a lo lejos. Sus ojos brillaban con una felicidad y admiración implacable.

—¿Qué hay de tus padres? ¿A qué se dedican?

—De mi padre no me gusta hablar mucho, pero de mi madre puedo decirle que perdió la vista completamente de ambos ojos y aun así ha logrado sacarme adelante desde que yo era un niño. No tengo hermanos, y por lo que pueden ver, solo nos tenemos ella y yo.

—¿Entonces tú eres el único sustento de esa casa? Jovencito, te has ganado mi respeto. Eres increíble, Kevin. ¿Y qué piensas estudiar en la universidad? Te prometo que es la última pregunta que te hago.

Kevin le sonrió.

—Diseño gráfico.

—Papá también se dedica a eso —exclamó Verónica sintiéndose orgullosa.

—Kevin, de verdad pienso que es apresurado y… sorpresivo, pero me gustaría pedirte que en un futuro, cuando llegues a terminar la carrera, comiences conmigo. Trabajes y me ayudes en algunos diseños que se me amontonan. Me vendrían muy bien un par de manos extras.

—¡Wow! Para que nuestro padre te diga eso, le debiste caer muy bien, Kevin. Ni con el desgraciado de James se ha portado así.

—Verónica, esa boca —refutó su madre.

—Perdón.

Todos esperaban una respuesta, todos sabían que con aquel comentario, Olivia estallaría en gritos y reproches que terminarían defendiendo a su pareja. Pero también en contra de todo lo que se esperaba, Liv jamás perdió la sonrisa.

El reloj avanzó rápido, Kevin sabía que si se seguía quedando en aquella casa, respondiendo preguntas y abriéndose sentimentalmente, llegaría tarde al hospital.

—Les agradezco el recibimiento, y el que la señora Nicole me haya limpiado las heridas, pero debo irme.

—Y educado además —Julio estaba encantado.

—Venga, que yo te acompañaré a la salida —Olivia lo llamó con un gesto de manos y esperó a que el muchacho se acercara.

—Me gustaría que te quedaras más tiempo.

—Es increíble ver cómo la culpa te carcome, Olivia Palacios.

Y en respuesta, ella le golpeó un hombro.

—Sigues siendo un grosero —se burló.




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